¿Chovinismo o catábasis?

Sergio Arribas
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La luz de Segovia goza de una fama indiscutible, como fuente de inspiración de grandes filósofos, pintores y poetas. Los más prosaicos atribuyen esta luminosidad especial a un fenómeno físico derivado de la altitud y la proximidad a la sierra

«No cae la luz en Segovia, la ciudad toda se alza hasta ella». Son palabras de María Zambrano (Vélez-Málaga, 1904-Madrid, 1991), la escritora y ensayista que pasó su infancia y juventud en Segovia, ciudad en la que conoció a Unamuno, Machado y donde también bebió de la mística de San Juan de la Cruz. En Segovia, Zambrano, discípula privilegiada de Ortega, comenzó a escribir sus primeros artículos y a desarrollar su pensamiento universal. Con el estallido de la guerra, la escritora dejó Segovia para marchar al exilio. Veinticinco años después de aquella partida, Zambrano escribió en 1963 'Un lugar de la palabra: Segovia', donde la poeta andaluza recuerda los rincones de la ciudad y los enlaza con su pensamiento filosófico. Y en ella habla también de la luz tan particular de Segovia y que tanto le marcó. Zambrano es solo un ejemplo de cómo la luminosidad y los cielos de Segovia han sido fuente de inspiración de filósofos, poetas, fotógrafos, músicos y escritores. Con independencia de la huella que la «luz segoviana» ha dejado en el arte o la literatura, Segovia «vende» esta luz al exterior como un atractivo turístico más, como un patrimonio intangible que le hace única. No en vano, el Grupo de Ciudades Patrimonio de la Humanidad de España lanzó en 2017 una guía con lo mejor de las 15 localidades. El capítulo que la publicación dedica a Segovia se presentó bajó el título 'La ciudad de la luz'. Pero, ¿es chovinismo o realidad?; ¿es en verdad tan especial o una estrategia de puro marketing alimentada por la sensibilidad de ciertos artistas ligados a esta tierra?; ¿responde a un fenómeno físico o todo es fruto de una ensoñación emocional?El fenómeno de la CatábasisEl divulgador científico Manuel Toharia, coautor de un libro sobre Segovia junto con Francisco de Cáceres, atribuye la luz de Segovia a un fenómeno que los físicos denominan 'Catábasis', constituido por el movimiento descendiente del aire frío desde las zonas elevadas de la atmósfera hacia las de menor altura. En opinión del director científico del complejo Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, la ciudad de Segovia «se distingue precisamente por la persistencia contumaz de ese fenómeno atmosférico mediante el cual el aire gélido del invierno, siempre refrescante en verano, de las más altas cumbres del Guadarrama resbala por las laderas cuesta abajo y acaba por impregnar el paisaje con una pátina de frescor que se me antoja, no sé muy bien por qué, de un color verde tomillo tan sutil como punzante. Y que le otorga a la ciudad una luminosidad especial, tan fina como radiante».El mar que describe Homero en 'La Iliada'«Es especial porque abarca todas las gamas nunca es igual», opina, por su parte, Fernando Ortiz, emblema del 'Nuevo Mester'. El músico invita a contemplar el horizonte en el momento del crepúsculo donde emergen los tonos anaranjados y morados que recuerdan, según dice, a las descripciones del mar que hacía Homero en 'La Iliada' — «se pone de color vino»—; una tonalidad especialmente llamativa en la zona alta de la ciudad, en la Plaza Mayor, «un color añil, un azul intenso, que dura apenas diez minutos hasta que anochece del todo». «No lo he visto en otro lugar y para mi es el color característico de Segovia», afirma Ortiz que rechaza cualquier «chovinismo» en esta apreciación porque «también tenemos otras cosas en Segovia que no son tan buenas como la luz». El cielo más alto del mundo está aquíLa concejala de Turismo y Patrimonio, Claudia de Santos, ofrece un discurso contundente. «La luz y las luces» de Segovia «son un patrimonio intangible de primer orden que tiene la ciudad», subraya. En alusión a Juan Ramón Jiménez defiende que «el cielo más alto del mundo en abril está aquí en Segovia». La concejala habla de la luz del mediodía que se aprecia desde todos los miradores; tambien desde el mirador del Alcázar, desde donde se vislumbra un cielo «altísimo, físico, que se siente» con un azul «profundo» que se torna en añil, casi negro, al caer la tarde; luces que pasan entre las nubes, en amarillo limón de tormenta y «que realmente incendian la parte alta de la ciudad». Como el clima, como las propias dimensiones de la ciudad, la luz también influye, a su juicio, en el carácter segoviano. Profesora antes que política, a De Santos siempre le asombró cómo los niños segovianos en la escuela pintan y después siempre rotulan los perfiles del dibujo porque «la luz aquí perfila». «Dicen que tenemos pocos matices porque somos gente que conoce las fronteras. Toda la vida la luz nos ha ido diciendo dónde empiezan y dónde acaban las cosas. La luz aquí es algo real y por ser real, como el Acueducto, no somos conscientes de su grandeza», opina De Santos, para quien no es casualidad que San Juan de la Cruz o Teresa de Ávila hayan estado aquí «tocando el cielo»; o que la familia Zuloaga anclara raíces en Segovia, porque desde Daniel Zuloaga hasta su sobrino Ignacio incorporaron en sus obras cielos «típicamente segovianos».Una nitidez y limpieza fuera de lo comúnSin luz, las vidrieras no tendrían sentido. Lo sabe muy bien el pintor segoviano especializado en el arte de la vidriera, Carlos Muñoz de Pablos, que dirige los trabajos de restauración de las vidrieras de la Catedral de Segovia, con un grupo renacentista de los más importantes de Europa. De Pablos enmarca el fenómeno en un ámbito físico, territorial, geográfico. Recuerda que Segovia, con 1.005 metros de altitud, es una de las ciudades más altas de España y que esta circunstancia geografía produce una nitidez y limpieza en la atmósfera fuera de lo común, a lo que contribuye la proximidad con la sierra; nada que ver con la luz «del sur» porque «la cercanía con la costa —aclara— suele atraer a la bruma, a la calima y nubla la visión». «Aquí cuando sopla del sur, todo ese aire viene a la ciudad; es limpieza, transparencia, contribuye a la intensidad y cromatismo de la luz. Hay mañanas en invierno que sobre Segovia existe un cielo azul que parece un esmalte», razona el artista, para quien en Segovia se produce una «nitidez» que permite detectar «todos los perfiles de las cosas» y ofrece una ciudad «que es arquitectura, geometría», donde también, por el mismo efecto, se generan unas sombras «rotundas». Para Muñoz de Pablos, esa vivencia de la luz y de las sombras influye en el carácter de los segovianos. «Es algo misterioso. La gente del norte —dice—, como los gallegos, dudan, porque dicen sí pero no al mismo tiempo, algo que contrasta con la rotundidad de los castellanos. Como están acostumbrados a ver los perfiles de las cosas claras y nítidas, cuando hablan, actúan con la misma convicción».EL REPORTAJE COMPLETO EN LA EDICIÓN IMPRESA DE EL DÍA DE SEGOVIA