La primavera no luce en el Acueducto

David Aso
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Al bimilenario monumento le ha brotado más vegetación de lo habitual en estas fechas · La concejala de Patrimonio admite el «problema estético», pero afirma que «son plantas de ciclo corto que no causan daños y es mejor esperar a que se caigan solas

La primavera se está haciendo notar de manera especial este año y no precisamente por las temperaturas. Crece más vegetación de lo habitual en la muralla, en la catedral, en las fachadas de no pocos edificios del casco histórico… Y el Acueducto no es una excepción, aunque lo que allí sucede, con miles de ojos observándole cada día, ya se sabe que siempre son palabras mayores. Nada pasa desapercibido en torno al icono de la ciudad, que tampoco es que se esté vistiendo de monumento amazónico, pero en cuestión de semanas le han salido brotes como la barba a un adolescente y amaga con transmitir la misma sensación de dejadez. Así se está interpretando en las redes sociales, por ejemplo, donde empiezan a proliferar las críticas junto a imágenes de las consecuencias de esta primavera que tanto está alterando el aspecto del monumento. No se libra ni el tramo más emblemático, aunque el cantazo es aún mayor en el medieval, al ser también el más propenso por la humedad. En la plaza de Día Sanz se asoman flores espontáneas que casi hacen juego con las que sí lucen de verdad en ventanas de una vivienda próxima, y a la altura de la calle Almira se suma el problema de unas «pequeñas fisuras» pendientes de reparación que se detectaron recientemente y favorecen esa humedad. «Es un arreglo sencillo, pero estamos esperando a que el tiempo asiente para intervenir», apunta la concejala de Patrimonio Histórico y Turismo, Claudia de Santos.Sobre la vegetación, que en algunos puntos la hay incluso al alcance de la mano, justifica que «este año la primavera es explosiva por todos los lados y en el Acueducto también». Reconoce «el problema estético», pero subraya que éste tiene fecha de caducidad porque se trata de «plantas de ciclo corto» que no causan daños al monumento. Además, asegura que el riesgo sería mayor si se pretende retirarlas «tirando de ellas entre los sillares» y añade que, puestos a valorar esa opción, «habría que ir junta por junta». La previsión inicial del Ayuntamiento, por tanto, es dejar que esa vegetación se caiga de manera natural en unos dos meses, «sin excluir la posibilidad de quitar algo antes si fuera alarmante, aunque la alarma en todo caso sería estética», matiza la concejala. «A nosotros la vegetación que nos inquietaría es la que pudiera estar en el canal del Acueducto, que es la que puede enraizar, pero no es el caso porque esa está controlada», apunta, por la limpieza que se hace arriba «un par de veces al año».De Santos incide así en distinguir entre la vegetación que puede causar algún daño al monumento y la que 'sólo' daña a la vista de quien lo contempla. «Arriba hemos llegado a tener higueras, ailantos, zarzas, arces… eso es lo peligroso», por las raíces que pudieran extenderse de esas variedades, «pero actualmente ese peligro está solventado en un alto porcentaje porque el canal está limpio e impermeabilizado», una vez se retiró el de plomo en 2014. En los años anteriores sí que recuerda que se condensaba el agua y la suciedad, generando tierra que favorecía brotes nada deseables. «Eso era lo peligroso, pero en este momento, con el canal limpio e impermeabilizado», ya sin plomo, «no hay nada que pueda arraigar», insiste.Sin embargo, lo que está llamando la atención de ciudadanos y turistas es la vegetación que prolifera en los frontales, «plantas muy visibles pero que no dan problemas de enraizamiento ni afectan a la estabilidad del monumento». Ahí la concejala, en su conversación con El Día, prácticamente improvisa una clase introductoria sobre esa biodiversidad no deseada del monumento al hablar de «una especie de pompones que tienen un ciclo muy corto, crecen, se secan y caen». Cita en ese sentido «los 'zapatitos de la Lucía' o 'de la Virgen', unas plantas que se secan enseguida y caen, y cuando lo hacen, ves que apenas tienen raíz». «Otra planta son los 'conejetes', una flor amarilla o blanca con tallo más largo que cuando se seca es más leñoso, pero también tiene ciclo corto y se cae», prosigue. O «hierbas verdes como la 'oreja de fraile o de Venus', que pueden ser más persistentes, duran más pero también acaban cayendo». Así que frente a unas y otras, «lo mejor desde la técnica de conservación es no tocarlas», según recalca, al tratarse de plantas que «nacen, crecen, florecen y mueren antes del verano». La alternativa sería «ir limpiando junta por junta, porque esto es algo que no se puede evitar nunca», si bien esta primavera puede estar notándose más «aquí y en todas partes», continúa. «Si miras ahora el Puente del Diablo (acueducto de les Ferreres, de Tarragona) u otros monumentos de otras ciudades, ves que tienen más o menos la misma floración primaveral y que no van más allá del problema estético», asegura De Santos para terminar de relativizar. Porque «la piedra de algún modo también es un ser vivo y bueno, esa biodiversidad forma parte del patrimonio».Hablando de la biodiversidad del Acueducto, De Santos también confirma cierto aumento de la presencia de palomas en el monumento y su entorno, así como en una zona donde no eran tan habituales, la de la Casa de Moneda, donde «también empieza a haber algunos problemas con ellas», afirma. De hecho, «hace unos cuatro meses» se optó por colocar «tres búhos mecánicos» en distintos puntos de la Ceca para ahuyentarlas. Emiten sonidos y se mueven, «pero parece que se han acostumbrado a ellos».En el caso del Acueducto, la intervención de 2014, aparte del desmontaje del canal de plomo y la reparación de humedades y filtraciones, también incluyó la introducción de pequeños trozos de granito en oquedades del monumento para evitar que anidara una especie que, por más que la simbología sugiera lo contrario, nunca dio paz a los edificios viejos o monumentales de esta y casi de cualquier otra ciudad. «Ahora en el Acueducto hay muchas menos palomas que entonces, pero nunca se fueron del todo, y es que antes tampoco había tantas durmiendo en los tejados de la plaza de Día Sanz», una amenaza latente que ha hecho que en los últimos años estén proliferando de nuevo en el propio monumento, aunque no se llegue (al menos todavía) a lo de hace cuatro años.Al fin y al cabo, aunque su población o superpoblación tenga altibajos, motivados en buena medida por la mayor o menor intensidad de las campañas promovidas por el Ayuntamiento, esta especie siempre ha sido una amenaza a tener en cuenta en toda la ciudad. Ya en los últimos años la Concejalía de Medio Ambiente ha apostado por la captura directa de palomas en sus dormideras y el uso de cetrería (halcones u otras aves rapaces) para ahuyentarlas, aparte de jaulas-trampa.«Cada vez que rehabilitamos patrimonio tomamos medidas en contra de las palomas y a favor del anidamiento de otras aves que no son perniciosas pero bueno, es lo que hay», añade De Santos. Tampoco es la paloma la única ave que anida en el Acueducto, pero sí la más nociva. «El vencejo prácticamente vive e