¿Por qué los opositores tienen errores ortográficos?

Nacho Sáez
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Las últimas oposiciones de profesores revelaron problemas ortográficos entre los candidatos. Alba Torrego, doctora en Educación, analiza las causas

Cuenta un docente que fue miembro de los tribunales en las oposiciones de profesores del pasado mes de junio en Segovia que algunos de los exámenes habrían merecido quedar inmortalizados por las numerosas faltas de ortografía que contenían. En el conjunto de Castilla y León quedaron desiertas 129 de las 996 plazas que se habían convocado en esta Oferta Pública de Empleo y, aunque la mala ortografía no fue la causa principal, sí que ha revelado la existencia de un problema que también se ha manifestado en otras comunidades autónomas como Madrid o Aragón.

Una de las prácticas que se extiende a pasos agigantados en el lenguaje escrito, a nivel general, es la utilización de textismos, es decir, palabras adaptadas a la escritura corta de un mensaje de texto como los que se escriben en el móvil. ‘xq’, ‘xo’, ‘q’ o ‘ls’ se encuentran entre las más empleadas y salen a relucir incluso en un ámbito formal como puede ser una oposición o una entrevista de trabajo. Alba Torrego, profesora en un colegio, doctora en Educación por la Universidad de Valladolid y autora del trabajo ‘La evolución de la ortografía en el discurso juvenil de Tuenti a Twitter: la fierecilla domada’, reconoce que con la ortografía está en juego «el prestigio social» y alerta de que «es lo que más se ve, la epidermis de toda la expresión escrita».

En la problemática que se ha revelado detecta varios factores que influyen. El primero es el error que cometieron los opositores a la hora de valorar el contexto en el que se desarrollaba la acción que estaban ejecutando en ese momento. «Sí que saben cómo se escribe ‘porque’, pero muchos utilizaron la abreviatura de la comunicación coloquial, la que sale en las conversaciones con los amigos en el ‘whatsapp’, en lugar de ceñirse a la comunicación académica, que es lo que toca en un examen de una oposición», indica esta docente segoviana. Esta equivocación no se debe necesariamente, sin embargo, al uso generalizado de las redes sociales por parte de la población. «Hay investigaciones que han demostrado que emplear abreviaturas o textismos en Internet no tiene porqué interferir en la comunicación académica o que en otros contextos, como el formal o el laboral, se vaya a producir. Habría que trabajar la competencia comunicativa y la capacidad cognitiva de las personas para que todos supiéramos diferenciar un contexto de otro», añade.

El impacto social que ha provocado este asunto se debe a que los protagonistas son los futuros docentes. «Demuestra que todavía queda mucho por trabajar y que las personas que van a entrar a las aulas necesitan seguir formándose. Está claro que es preocupante porque ha sucedido entre los que van a enseñar a leer y a escribir a las generaciones futuras, pero se ha hecho mucha leña del árbol caído, porque se ha acusado a los profesores cuando es algo que pasa en todos los sectores», apunta Torrego, que hace hincapié en la importancia de la lectura para corregir esta situación: «La lectura es imprescindible para aprender a escribir adecuadamente en el contexto que lo necesites». Uno de los últimos estudios realizados al respecto reveló, sin embargo, que cuatro de cada diez españoles no lee nunca o casi nunca un libro. 

MEMORÍSTICO. Las confusiones entre ‘b’ y ‘v’, ‘y’ y ‘ll’ y el mal uso de la ‘h’ figuran entre los errores ortográficos más comunes, y la lectura está considerada como una de las mejores herramientas para prevenirlos. «La ortografía se puede enseñar memorísticamente, pero es difícil de aprender así porque es un conjunto de reglas. Es necesario leer y fomentar la lectura. Ahora mismo leemos continuamente a través de Internet en nuestra vida cotidiana, pero también hay que dar el salto a leer textos más complejos como pueden ser libros. Si sólo leemos en el móvil, sólo sabremos escribir con el lenguaje cibernético», argumenta esta profesora.

En su trabajo sobre la evolución de la manera de expresarse de los jóvenes en las redes sociales, una de las conclusiones que extrajo fue que detrás de la mala ortografía está la falta de conocimientos y un desarrollo deficiente de esta competencia. De hecho, observó que los usuarios de Twitter exigen a quienes siguen un lenguaje culto. En Facebook, en cambio, la forma del mensaje depende del receptor al que va destinado. «Hay gente que utiliza solamente esta red para comunicarse con sus amigos y otra que tiene en ella una herramienta profesional para promocionar su actividad laboral o un establecimiento. Ahí hay que tener en cuenta el receptor. ¿Son personas cercanas a mí con las que me puedo relajar y emplear un lenguaje coloquial o son otras a las que tengo que demostrar que tengo un idioma del lenguaje más culto? Depende de la utilización que se haga de esta red social», tercia.

Por su experiencia como docente, las equivocaciones más comunes entre los alumnos residen también en el desconocimiento de la lengua más que en el empleo de textismos. Las herramientas que propone para aumentar la competencia de los jóvenes en este ámbito residen en «integrar todos los conocimientos lingüísticos». «No se debe trabajar por parcelas –por un lado la sintaxis, por otro lado la ortografía...– sino trabajar todo junto con situaciones comunicativas reales que se producen en el aula. Y no sólo en la lengua escrita, también en la lengua oral. Eso es lo que yo echo de menos en las aulas». Recuerda que «desde el instituto, en el currículum, se dice que lo principal que hay que trabajar en el ámbito lingüístico es la competencia comunicativa, es decir, trabajar la lengua en diferentes contextos». «Trabajar la ortografía como un fin no sirve de nada, porque es algo puramente memorístico y puede lastrar otros aspectos como la sintaxis o la morfología. Hay que trabajar todas las habilidades lingüísticas juntas. Tengo que ser capaz de fijarme en la sintaxis, en la morfología y en el léxico que utilizo», abunda.

La proliferación de los nuevos entornos virtuales también exige estrategias diferentes en las aulas. «Actualmente se están dejando fuera y se deberían tratar. Habría que analizar cómo se comunican los jóvenes a través del ‘whatsapp’ o las redes sociales para reflexionar sobre qué características tiene esa comunicación y cuáles no deben trascender al ámbito académico». Sin embargo, esta docente segoviana insiste en que la ortografía no debe ser la única preocupación. «En una primera lectura de un examen, un trabajo o de cualquier texto es en lo que más nos fijamos, pero tenemos que ir más allá. Al final, lo que quiero es que mis alumnos, cuando acaben su etapa educativa, sepan expresarse en cualquier ámbito porque si no, les va a impedir decir lo que piensan», concluye.