El icono de Chile se forjó en Coca

Sergio Arribas
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José Murciego atesoró durante 50 años una vieja fotografía de una imponente escultura ecuestre. Fue uno de sus primeros trabajos en una pequeña fundición artística de Coca. El monumento a Pedro de Valdivia es hoy el símbolo de Chile

Aquella fotografía en blanco y negro era todo un misterio. Pepe Murciego recuerda que, cuando era niño, la foto ya estaba en la billetera de su padre José, natural de la localidad segoviana de Coca. Cuando éste falleció, seguía en la cartera, algo deteriorada por el paso del tiempo, junto a las típicas fotografías familiares y otros recuerdos. «Para que la guardase en la cartera más de 50 años, algo muy importante debía significar para él», pensó el artista y editor segoviano, afincado en Madrid, que entonces solo pudo resolver un par de incógnitas de la foto.

Era del año 1961 y en ella aparecía un enorme monumento ecuestre. Preguntó a su madre y hermano, que apenas le pudieron desvelar que se trataba de uno de los primeros trabajos en los que participó su padre, como técnico escultor, a las órdenes de sus maestros y amigos, el fundidor Eduardo Capa y el escultor Enrique Pérez Comendador; un bronce que, una vez finalizado, tuvo como destino algún lugar de Chile.

Pepe guardó la foto y la casualidad quiso que tres años después, en 2008, le invitaran, junto con su socio Diego Ortiz, con su proyecto editorial experimental ‘La Más Bella’ a impartir un taller y montar una exposición en el Centro Cultural de España de Santiago de Chile.

Nada más llegar, mostró la vieja fotografía para intentar localizar aquella escultura que había viajado a Chile en los años 60 del siglo XX. «Cuando pregunté, pensaban que estaba de broma, que me estaba riendo de ellos. Es como si llegas a Segovia, enseñas una foto del Acueducto y preguntas qué es y si está allí. O con la Cibeles en Madrid», recuerda el artista, que jamás imaginó lo que aquel monumento ecuestre significaba a nivel icónico, histórico y sociológico para Santiago de Chile.

La estatua representaba a Pedro de Valdivia, militar español de origen extremeño, que lideró la conquista de Chile a partir de 1540 y fundó su capital. El monumento a Valdivia es el símbolo de la ciudad, el lugar donde se citan sus ciudadanos, punto de reivindicaciones políticas y artísticas, donde los novios se hacen las fotos de boda y donde, por ejemplo, tuvo lugar la primera manifestación en Chile a favor de los derechos de los homosexuales en 1973.

¿Por qué José Murciego conservaba aquella foto?. No pocas piezas de la mítica y enorme escultura —de 4,80 metros de altura y 2.500 kilos de peso— se forjaron en Segovia, en el pueblo de Coca. Eduardo Capa, natural también de la localidad, instaló allí su primitiva fundición. Profesor de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, Capa obtuvo de un hermano suyo la cesión de unos terrenos próximos al castillo de Coca donde aquel tenía una fábrica cerámica de ladrillos.

En 1956 Capa montó esta fundición artística en bronce, para la que contrató al joven alfarero del pueblo José Murciego, tras comprobar que, pese a no tener estudios, atesoraba un alto nivel en el arte del modelado. Aquella pequeña maqueta del castillo de Coca en barro era buena prueba de la pericia de José, que entonces contaba con 25 años. Pronto llegaría un importante encargo a la pequeña fundición de Coca, del escultor Enrique Pérez Comendador. Capa había sido su alumno. El 4 de diciembre de 1959, la Asociación de Instituciones Españolas en Chile encargó al escultor español una escultura ecuestre en bronce para conmemorar el sesquicentenario —150 aniversario— de la independencia del país.

Pérez Comendador modeló varias piezas en barro y llegaron ya en escayola a Coca, donde se pasaron a cera y después a bronce. Partes como la cabeza del caballo o el busto del jinete fueron forjadas en Segovia, como lo demuestran las fotografías sobre los trabajos técnicos de fundición del monumento que ha recopilado Pepe Murciego; extraídas del álbum familiar materno y de otros archivos de España y Chile, como el Museo Pérez Comendador-Leroux, ubicado en Hervás (Cáceres), que conserva también abundante documentación sobre la historia de la escultura. Pepe Murciego ha recopilado medio centenar de fotos, otros tantos artículos de prensa y unas 80 cartas en relación a la estatua ecuestre, que hablan de las vicisitudes del monumento.

En diciembre de 1960, el ejército español regaló dos cañones de ‘bronce victorioso’ —de las guerras españolas en África—para materializar la obra. «Era algo simbólico, patriótico, porque no eran cañones, en realidad se trataba de ‘chatarra bélica’ , como armas antiguas o balas», comenta Pepe.

Las primeras piezas en bronce se forjaron en Coca, aunque en 1961 Eduardo Capa decidió trasladar su fundición artística al pueblo de Arganda del Rey (Madrid), donde concluirían los trabajos de fundición y montaje. La fotografía que José Murciego conservó en su billetera de bolsillo y «reencontrada» por su hijo recoge el momento en el que, con la estatua ya terminada de fundir, se presenta la espada al jinete.

a valparaíso. El 15 de noviembre de 1961 tuvo lugar la primera inauguración del monumento a Pedro de Valdivia en el Ministerio del Ejército, en el Palacio de Buevavista en Madrid; antes de viajar en camiones militares hasta el puerto de Tarragona. El vapor San Felipe trasladó la estatua al puerto de Valparaíso, a donde llegó el 6 de junio de 1962. El 25 de julio de 1963, una multitud asistió a la inauguración. Su ubicación original, según recoge el periódico ‘El Mercurio’, fue el cerro Huelén —luego Santa Lucía— desde donde, justamente, el conquistador español fundó la ciudad, el 12 de febrero de 1541, con el nombre de Santiago del Nuevo Extremo.

La escultura —que sería trasladada en 1966 a la Plaza de Armas «principal plaza de la nación», destaca ‘El Mercurio’— sostiene en su mano derecha un rollo con el acta de fundación de la ciudad y en la otra carga una espada. Ni caballo ni jinete llevan riendas, en un guiño a la efemérides de la ‘libertad’ de Chile y para ilustrar cómo los mapuches o araucanos veían a los españoles, como si fueran centauros, dado que el caballo era para ellos un animal desconocido.

Pepe Murciego no recuerda si habló alguna vez con su padre del monumento a Pedro de Valdivia. A su madre tampoco le puede preguntar, porque aquel primer trabajo como técnico escultor en Coca lo realizó siete años de casarse con ella. «Lo que sí tengo claro es que, al igual que es un icono para el pueblo chileno, para mi padre era un símbolo, porque cambió su vida», afirma. José se trasladó con Capa a Arganda del Rey, al igual que otros jóvenes de Coca que también trabajaban en la fundición, aunque éstos, a diferencia de José, regresaron a su pueblo tras acabar la escultura. José estableció su residencia en Arganda y trabajó desde los 25 años hasta su jubilación en la Fundición Capa, que hoy es la más importante de España, con casi un centenar de empleados.

 

El caballo que era para Franco

Cuando el escultor Enrique Pérez Comendador recibió el encargo del monumento a Pedro de Valdivia su mayor preocupación era la premura de tiempo. La Asociación de Instituciones Españolas en Chile le urgió a que la obra estuviese acabada en un plazo de nueve meses. «No le daba tiempo y pidió permiso para poder aprovechar la escultura de un caballo que ya tenía hecha», asegura Pepe Murciego. Lo cierto es que el equino había sido esculpido para una escultura del general Franco, por lo que Pérez Comendador tuvo que pedir permiso al régimen para aprovechar la pieza y cumplir con los plazos del nuevo encargo. «Era un caballo para el generalísimo. Los chilenos —añade Murciego— desconocen este extremo, como que la escultura, icono de su país, comenzara a forjarse en un pequeño pueblo de la provincia de Segovia».