"Podría haber consenso para modificar la Constitución"

María Albilla Muñoz (SPC)
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Ahondar en el peso de la conciencia en escenarios seductores y en un marco histórico convulso como fue la década de los 40 del siglo pasado. Triple objetivo el que ha conseguido Julia Navarro en su última novela, Tú no matarás.

Entrevista Julia Navarro

Tú no matarás es un largo viaje... ¡de casi 1.000 páginas! ¿No cree que puede asustar?

No llega... Las novelas no son ni largas ni cortas. Cuentan una historia que interesa o no, por eso yo siempre les digo a los lectores que no se asusten cuando vean tantas páginas. En realidad, nunca me planteo la extensión que van a tener mis obras. Escribo con absoluta libertad. Cuento mis historias en el espacio que necesito para ellas.

Madrid, Alejandría, París... opta por escenarios muy seductores, pero en tiempos convulsos. 

La novela en sí son tres libros. El primero es Madrid; el segundo, Alejandría y otras muchas ciudades, y el último, París y, de nuevo, otras muchas ciudades. Mis personajes buscan un destino que nunca van a encontrar, al que nunca van a llegar, pero sus pasos les conducen a la Alejandría de los años 40, entonces bajo mandato británico. Era una ciudad cosmopolita y llena de espías en plena Segunda Guerra Mundial. Había aventureros, comerciantes, periodistas, vividores...

Hace muchos años que aquella ciudad le sedujo... ¿por qué? 

Es una ciudad absolutamente literaria. Mi primer contacto con Alejandría fue leyendo El cuarteto de Alejandría, de Lawrence George Durrell. Cuando años después pude visitarla el flechazo aumentó. 

Tiene que ser una sensación bonita poder plasmar negro sobre blanco esa pasión luego en una obra suya.

Nunca pensé que iba a escribir sobre Alejandría... Cuando estaba con este título, sin embargo, lo tuve clarísimo. Mis personajes se van al exilio y lo normal hubiera sido haberles llevado a América Latina, a Marruecos, o a Argelia, que era donde iban los exiliados españoles, pero ahí vi claro que tenía que ser Alejandría. Tenía que ser esa ciudad llena de luz, tan mediterránea y, sobre todo, tan apasionante en aquel momento.

Odio, compasión, venganza, amistad... también hay mucha pasión, mucha humanidad en el libro.

Yo quería hacer una reflexión sobre el peso de la conciencia al estilo de Historia de un canalla, pero esta vez hay otro ingrediente que es la venganza. Me gusta adentrarme en el fondo del ser humano, en lo más recóndito, donde están todos los claroscuros con los que tenemos que vivir. Ahí están la venganza, la conciencia y también la amistad, la compasión y el amor.

Se adentra en años muy complicados para España, como fueron los de la posguerra. ¿Por qué le ha resultado tan complicado escribir sobre ellos?

Para mí fue muy difícil la primera parte, ese Madrid de los años 40. La verdad es que la historia de nuestra guerra está muy bien documentada y hacer ese viaje fue un shock emocional. Es la parte del libro de la que más satisfecha me siento porque he logrado crear ese clima de miedo, de desesperanza y obsesión que había en el país en esa época.

Como hija de la Transición que es reivindica este período. ¿Cree que es más necesario hoy que nunca?

Igual que Cavafis dice en uno de sus poemas que hay que ir en busca del destino, los personajes de Tú no matarás lo hacen. Aunque no lo consiguen, cierran sus vidas cuando regresan a España en plena Transición. Es un momento emocionante porque son aquellos que vuelven del exilio y se encuentran una España que pone punto y final al franquismo.

Yo soy hija de la Transición y me parece que es una de esas etapas de la Historia de España de la que los ciudadanos nos tenemos que sentir orgullosos. Fue una obra colectiva de los ciudadanos que estaban deseando recuperar sus libertades y todos remaron en la misma dirección. Pienso que las cosas se hicieron razonablemente bien y la prueba es que llevamos 40 años en libertad y democracia.

La Constitución cumple justo ahora cuatro décadas, años en los que usted ha visto la evolución de este país como periodista. ¿Cómo ha sido?

Pasamos de ser un país en blanco y negro, donde la opresión ahogaba a casi todos, al alivio. Hemos cambiado mucho. Una de las protagonistas de mi libro, Catalina, se queda embaraza y es madre soltera. Eso entonces te estigmatizaba a ti, a tu hijo y a toda la familia. En la actualidad, las mujeres decidimos cuándo, cómo y con quién tenemos hijos. La sociedad española se ha acostumbrado a la libertad, pero nos queremos poco. Somos hipercríticos con nosotros y siempre consideramos que lo de fuera es lo mejor y que se hacen las cosas mejor, pero cada país tiene sus propios problemas. Estos 40 años en los que hemos tenido una Constitución en los que hemos cabido todos, han sido cuatro décadas en las que nos hemos recuperado para nosotros mismos y hemos sido capaces de dar un gran salto a la modernidad.

La sombra del cambio de la Carta Magna planea sobre ella. ¿Se imagina llegando a un consenso como aquel ahora mismo?

Las constituciones no son fotos fijas. Tienen que ir sufriendo modificaciones según va cambiando la sociedad. La del siglo XXI es distinta a la del final de la dictadura. Vivimos en la era de la comunicación y las nuevas tecnologías lo han cambiado casi todo. Así las cosas, una modificación de la Constitución claro que puede ser deseable. Que hay que hacerlo por consenso, desde luego. Y no creo que sea imposible. Tampoco digo que sea fácil porque en estos momentos las cosas no parece que vayan en esa línea, pero pienso que si se abordara seriamente la reforma de la Carta Magna, se podría llevar adelante. Lo que pasa es que no se puede modificar si no hay un acuerdo amplísimo por parte de la sociedad y los partidos políticos que nos representan.

¡Qué maravilla el optimismo que se desprende de sus palabras!

No se trata de optimismo, es que tendemos a la tragedia. Yo creo que los españoles tenemos como una especie de sentimiento trágico de la vida que nos hace ver el vaso siempre medio vacío. Insisto en que si llega el momento en que de verdad se aborde el tema, se hará y se buscará el consenso. Los políticos tendrán que hacer un ejercicio para estar a la altura de una obra de esa magnitud. Está claro que tendrán que pensar no en sus intereses partidistas ni imponer su modelo, sino en consensuar hasta la última coma. ¡Esto es la política! Negociar y encontrar espacios comunes donde quepamos todos.

Claro. Como, irónicamente, en los Presupuestos Generales para 2019.

Es que no es lo mismo... Los Presupuestos son una herramienta política y, con los 84 escaños que tiene el PSOE en el Congreso, depende de los demás. El Gobierno ya sabía que estaba en manos de los partidos nacionalistas, que tienen su propia agenda e intereses. Y su propia agenda y sus propios intereses no son los de mayoría. Además, ni PP ni Ciudadanos están dispuestos a dar un respiro al Ejecutivo porque ven una baza política en el adelanto electoral. ¿Ves? Es que somos muy dramáticos.

¿Hubiera sido posible una Transición con los políticos que tenemos en la actualidad?

Todos somos hijos de nuestro tiempo y la sociedad responde al momento en el que la toca vivir. No se puede juzgar el pasado con los ojos del presente. A los políticos de hoy les ha tocado abordar otras situaciones y problemas. A simple vista es probable que con los actuales la Transición hubiera sido más difícil, o puede que no. Si se hubieran visto en esa circunstancia no habrían tenido más remedio que dar el do de pecho, porque fue la sociedad española la que empujó a los políticos de entonces a caminar en esa dirección. Los españoles, una vez muerto Francisco Franco, no estaban dispuestos a quedarse en esa foto fija en blanco y negro. Los representantes públicos de entonces estuvieron a la altura de las circunstancias, pero ojo, en una época muy complicada. 

¿Cree que ha llegado el momento de exhumar a Franco? 

Estoy totalmente de acuerdo con la decisión del Gobierno de que hay que exhumarle del Valle de los Caídos. No parece lógico que un dictador tenga un mausoleo público y, sobre todo, lo que es insoportable es que el dictador esté enterrado con sus víctimas. Eso es de una crueldad insoportable. Pienso que hay que exhumar el cuerpo y entregárselo a la familia y, si esta se empeña en enterrarlo en un lugar público, con la ley en la mano, impedirlo. La Almudena es la Catedral de los madrileños y hay miles de ellos y de visitantes que pasan por allí. No se puede convertir en el mausoleo de Franco. Es imposible. La familia debería enterrarlo en un lugar discreto y privado. El Estado tiene resortes suficientes para que eso sea así. Y, ojo, tampoco se nos tiene que olvidar que Franco está muerto. Resuelto el problema, a otra cosa. Que los problemas de la sociedad hoy son otros.

¿Se desenvuelve mejor escribiendo del pasado o prefiere despachar del presente en las columnas de opinión?

No soy nada nostálgica y, aunque ya no ejerzo el periodismo, me gusta seguir teniendo esa ventana abierta a la actualidad que me interesa, lo primero, como ciudadana.

¿Hay material suficiente en la actualidad como para escribir una novela basada en hechos reales?

Claro. Cualquier novela se puede ambientar en cualquier época, solo hace falta que alguien tenga inspiración para contar una historia, pero yo, en estos momentos, no lo contemplo. En absoluto.

Empezó tarde en la literatura, pero está teniendo una carrera fulgurante.

Mi primera novela publicada fue en 2004 y ya tenía cuarenta y tantos años. Cuando la empecé a escribir un par de años antes ni me planteé que se pudiera publicar. Luego no me imaginaba que fuera a tener esa gran acogida. He tenido mucha suerte. Los lectores han sido siempre muy generosos conmigo.

Precisamente, este último título es un homenaje a sus compañeros.

Es una novela muy literaria. Empieza con el Ítaca de Cavafis que es un homenaje a literatura, a los editores, a los libreros, a los poetas... Hay mucha poesía entre estas páginas. Es mi pequeño homenaje a la literatura.

Este mundo mueve mucho dinero, muchos puestos de trabajo y creo que no somos del todo conscientes de su envergadura. ¿Está de acuerdo?

Absolutamente. No somos conscientes de que el libro es una industria y de que hay muchas familias que viven de ella. Por eso es importante luchar contra la piratería.

Leer es para usted una vía de escape, pero ¿qué suele buscar?

Es una manera de salir de nuestra realidad para encontrarnos con otras, para visitar otros lugares, conocer a otra gente, reflexionar sobre lo que les pasa o sienten otros... La lectura es un viaje muy intenso que a mí nunca me deja indiferente.

Considera que lo políticamente correcto está mermando la libertad de expresión. ¿Por qué?

Lo políticamente correcto está llegando a que nos autocensuremos y tengamos miedo a decir en voz alta lo que pensamos. Somos una sociedad cada vez menos tolerante y menos dispuesta a escuchar al otro y me preocupa porque implica una merma de nuestras libertades como individuos y como colectivo. A veces lo políticamente correcto raya el ridículo. 

¿Por ejemplo con el intento de feminización del lenguaje?

Hace unos días escuché que se quería hacer una versión en femenino de El principito. Qué estupidez. No daba crédito. Yo, que soy feminista, me tomo muy en serio la causa de la igualdad de las mujeres y realmente me enfado con cosas así. Me rebelo a aceptar esto y a autocensurarme. Si durante 40 años sufrimos la censura del franquismo, no vamos a tener que padecer ahora la de lo políticamente correcto porque también es una censura.