"El vestuario de la Sego tiene un carisma impresionante"

Nacho Sáez
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Jesús Saiz ha puesto fin a casi dos décadas como delegado de la Segoviana, donde ha participado en dos ascensos y en las eliminatorias contra el Athletic y el Sevilla.

Hace tres años, pocos días después de que la Segoviana se hubiera quedado en Algeciras a las puertas de ascender a Segunda B, su delegado, Jesús Saiz (Cacicedo de Camargo, Cantabria, 1951) decidió que había llegado el momento de aparcar el fútbol y de dedicar más tiempo a su familia. Anunció que se iba. Sin embargo, era tanto su apego por la institución y por las funciones que desempeñaba que finalmente sólo dejó de viajar y continuó como delegado para los encuentros que se disputaban en La Albuera. Un ejemplo de compromiso. 

Ahora ya sí, se marcha del todo, aunque seguirá vinculado a la Segoviana como socio y piensa «ir a los partidos y a echar una mano en lo que haga falta de puertas para adentro». Casi dos décadas después ya no será Jesús quien dará la bienvenida a los árbitros, les entregará las fichas y recogerá las actas, ni tampoco quien sacará la tablilla para anunciar los cambios o el tiempo de descuento. Una labor que comenzó a realizar después de recibir una llamada de José Antonio Minguela, entonces entrenador del primer equipo gimnástico y que ahora se ha despedido también del club tras varias temporadas como responsable de la cantera.

Un segoviano más desde que con 20 años cambió su tierra natal por la meseta castellana por razones familiares, Jesús fue primero directivo del extinto conjunto del DYC y después presidente del Monteresma, pionero entonces en la provincia con la creación de un equipo femenino. Su llegada a la Segoviana se produjo cuando la entidad trataba de rehacerse de las deudas que había dejado su primer paso por Segunda División B, pero la ambición de estar en esa división de bronce nunca fue abandonada por directivos, jugadores y entrenadores. «Habré estado en 16 o 17 ‘play off’. Cuando eran de liguilla y ahora que son con eliminatorias», apunta el ya exdelegado.

La primera década de los 2000 estuvo marcada por continuas decepciones en las fases de ascenso y por los hitos históricos firmados en la Copa del Rey. «Para mí las ‘copas’ han sido especiales no tanto por el partido contra el Athletic de Bilbao o la eliminatoria a ida y vuelta ante el Sevilla como por las eliminatorias que nos permitieron llegar hasta ahí. Aquel día contra el Burgos en El Plantío fue un partidazo impresionante. Nunca se me olvidarán las palabras que dijo Ramsés con todos formando un corro antes de la tanda de penaltis que nos clasificó», rememora, sin olvidarse de los momentos malos: «En  la Segoviana se ha llorado mucho. Al acabar un ‘play off’ sin que hubiéramos subido estaba más o menos entero, pero cuando entraba en el vestuario y veía a los jugadores sentados en el suelo llorando se te partía el alma. Betanzos, Móstoles... En Betanzos me acuerdo de un árbitro asturiano que nos anuló dos goles y perdimos 1-0. Esos momentos los vives con mucha tristeza, por supuesto».

El club azulgrana se sacó aquellas espinas en 2011 con el ascenso conseguido en Logroño gracias al ‘triplete’ de Anel, pero todavía tuvo que volver a pasar el trago desagradable de ser denunciado por impagos por sus jugadores y de verse incluso cerca del descenso administrativo. «He vivido una Segoviana con mucha precariedad y ahora, en cambio, está muy estructurada y profesionalizada desde la propia cantera, con una junta directiva que no deja de moverse», compara Jesús, depositario también de un buen puñado de anécdotas después de haberse encargado de organizar decenas de desplazamientos por toda España.

«Los jugadores siempre han tenido mucho cachondeo conmigo porque, como llevaba la logística del autobús, a veces les perdía. Me acuerdo de una vez en Sestao, que les llevé a comer a lo alto de un puerto», se ríe el exdelegado gimnástico, que  asegura que cierra los ojos y todavía ve a Alfonso Barasoaín, exentrenador del club, contándoles «que había estado en la Plaza Mayor, que había mirado al balcón del Ayuntamiento y que nos había imaginado a todos allí celebrando el ascenso».

Esta etapada de su vida que ahora cierra Jesús estará siempre llena de buenos recuerdos. «El vestuario de la Segoviana hay que vivirlo. Tiene un carisma impresionante», concluye. El último regalo que le han hecho esos jugadores ha sido recibirle con un pasillo antes del amistoso de este pasado miércoles contra el Castilla. Jesús saltó al campo con su nieto Samuel de la mano –su otra nieta, Emma, también estaba en la grada con sólo un añito– y ejerció de delegado de la Segoviana por última vez. Ahora llega un merecido descanso.