100 años de violetas

Sergio Arribas
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Su obra educativa arrancó con cuatro religiosos y apenas 150 escolares, todos niños pobres e hijos de obreros. En un siglo de trayectoria, más de 40.000 segovianos han estado vinculados al Colegio Marista Nuestra Señora de la Fuencisla.

A sus 84 años, el hermano marista José María Corral despliega una memoria y agilidad física impropias de su edad. Ya no imparte clases como educador, aunque no para un segundo, entre los pasillos, despachos y aulas del colegio. El servicio de reprografía es cosa suya. El hermano José María es uno de los siete religiosos que componen la comunidad marista que vive y trabaja en el Colegio Nuestra Señora de la Fuencisla. Tres maristas ejercen como educadores, entre ellos el director del centro, Jose Luis Marijuán, y los otros cuatro —entre ellos el hermano Corral— realizan labores de apoyo en el centro. La comunidad de religiosos es minoría si se compara con los seglares que trabajan en este colegio «concertado», que suma una plantilla de 46 profesores, además del personal de administración y servicios. «Somos una gran familia», declara el hermano Marijuán, que desliza, con orgullo, la alta matrícula de este curso, unos 770 alumnos, desde los 3 a los 18 años.

Éste será un curso especial para la comunidad «de las tres violetas» —en referencia a los valores de sencillez, humildad y modestia—; símbolo que retrata a la familia marista, desde que falleciera su fundador Marcelino Champagnat (1789-1840), canonizado por el papa Juan Pablo II en 1999. No es un curso más, puesto que se cumple el centenario de la presencia marista en Segovia, un aniversario para el que el colegio ha preparado un intenso programa de actividades, entre ellas una ambiciosa exposición documental y fotográfica en el Torreón de Lozoya —de enero a marzo— y la presentación del libro ‘Remembranza marista segoviana. Cien años 1918-2018’, escrito, precisamente, por el hermano José María Corral, uno de los 337 hermanos maristas que han pasado, a lo largo del último siglo, por la obra educativa de la congregación en Segovia.

Corral, natural de León, formó parte de la comunidad marista segoviana en el curso 64-65, cuando el centro se emplazaba en la calle de San Agustín; para regresar a Segovia hace diez años. Con vistas al centenario de la institución, aceptó el desafío, hace casi cuatro años, de escribir la historia del Colegio Marista de Segovia, al que han estado vinculados, a lo largo de estos cien años, más de 40.000 segovianos. El reto era mayúsculo, si se tiene en cuenta la «itinerancia» de un colegio que ha llegado a tener siete sedes, hasta su emplazamiento definitivo, en 1971, en los Altos del Pinarillo.

En 1918, el hermano Bertualdo, superior de la provincia marista de Aubenas (Francia) aceptó el ofrecimiento del entonces obispo de Segovia, Remigio Gandásegui, de emplazar en la pequeña ciudad castellana un centro escolar gratuito, que se fundó bajo el nombre de ‘Escuelas Populares de Nuestra Señora de la Fuencisla’. La primera comunidad marista la componían cuatro religiosos, dos de ellos franceses. Eran tres clases, en la Casa de los Picos, con 150 alumnos, «todos ellos niños pobres e hijos de obreros», comenta el hermano Corral, que precisa como al año siguiente, en 1919, «las familias pudientes de Segovia presionaron» para constituir, en paralelo, un colegio «de pago» en el Torreón de Lozoya, bajo el nombre de ‘Sagrado Corazón’, donde fueron alojados los religiosos, que al curso siguiente al de fundación de las escuelas, sumaban ya 16 hermanos.

Con un nuevo prelado al frente de la diócesis, monseñor Manuel de Castro y Alonso, el Obispado vendió el 13 de enero de 1921 la Casa de los Picos al Círculo Mercantil. Las escuelas se trasladaron a un inmueble de la calle San Alfonso Rodríguez — ‘Escuelas del Salvador’—. Como el local apenas permitía albergar tres aulas, se habilitó un pequeño edificio en el Seminario, conocido como ‘Los Doctrinos’. Las escuelas siguieron funcionando en los Doctrinos hasta 1932 y la del Salvador hasta 1942 gracias al esfuerzo de los hermanos. En cuanto a las aulas del Torreón de Lozoya, en septiembre de 1920, a instancias del comandante Víctor Martínez, se creó un curso preparatorio a la entrada de la Academia de Artillería, que condujo a denominar al centro como «Colegio-Academia». 

Como el Torreón quedó insuficiente para ambas obras —colegio y academia—, se adquirió la llamada Casa Burgos, junto con otros terrenos aledaños, en las calles San Agustín y Malconsejo. En el Torreón se instalaron las madres concepcionistas.

En 1921 algunos hermanos y alumnos se trasladaron a la Casa Burgos, que por entonces era un inmueble « muy pobre, una especie de granja de animales». En 1935 el colegio contaba ya con 320 alumnos, 95 de ellos internos, lo que motivó la ampliación del centro aprovechando unos terrenos colindantes. Un año después, al comienzo de la Guerra Civil, el centro padece una terrible desgracia. Una de las paredes del espacio destinado a dormitorios se derrumba y los escombros caen sobre el techo del comedor, en el momento en que los internos entran para cenar. El siniestro se cobró la vida de cuatro alumnos y deja heridos a otros 37 y a tres hermanos maristas.

Varios hitos marcan la vida del colegio en esta sede, como cuando en el curso 1944-45 fueron admitidos como alumnos internos 30 huérfanos hijos de mineros patrocinados por el Ministerio de Trabajo a través del servicio de Reaseguro. Fue en el curso 1950-51, cuando el centro recupera el nombre de ‘Colegio Nuestra Señora de la Fuencisla’. Las cifras de alumnos experimentaron un continuo aumento, de los 320 y 387, registrados en 1935 y 1947, se llegaron a superar los 500 —142 de ellos internos— en el curso 58-59, lo que hizo necesario construir un nuevo edificio. El número de internos había también aumentado gracias a los huérfanos del Reaseguro y de los hijos de mineros de Asturias, unos 70 cada año.

EN EL PINARILLO. El 22 de enero de 1967 se compró un terreno de 20.000 metros cuadrados en el paraje de ‘El Pinarillo’ para construir el nuevo colegio. «Hubo muchos problemas, con el Ayuntamiento y con Bellas Artes», en orden a la protección que tenía el paraje, explica Corral. El propósito de construcción de otro edificio, en este caso «oficial», en un terreno próximo, junto a la Piedad —lo que hoy es el centro Antonio Machado— destinado al Frente de Juventudes, sirvió como aliado a la intención de los maristas. En 1968, tras una votación reñida en el consistorio —ocho contra cinco—, se autorizó el proyecto.

El 4 de mayo de 1970 arrancaron las obras que discurrieron con celeridad, pues el nuevo colegio comenzó las clases al curso siguiente, aunque la inauguración oficial no tuvo lugar hasta el 6 de junio de 1972, fiesta del fundador de los Maristas. 

«Al trasladarnos al Pinarillo, teníamos miedo al quedar algo distantes del centro urbano, que hubiese una caída de matrículas, aunque no fue así, desde el principio estuvimos a tope, entre 600 y 700 alumnos todos los años», subraya el hermano Corral, que desvela como el ‘pico’ de mayor alumnado se alcanzó en 1995, cuando se matricularon 912 alumnos.

En 1974 admitió la gestión concertada de la antigua EGB. En 1981 pasó a tener un carácter mixto y desde 1986 funciona como centro concertado, de manera que, desde entonces la administración pública, en este caso la Junta de Castilla y León, paga los sueldos de los profesores, mientras el personal de administración y servicios corre a cargo del colegio. Desde el curso 2008-2009 funciona además como colegio bilingüe; mientras que en julio de 2012 logró la máxima distinción académica empresarial, el Sello de Excelencia EFQM+300.