Piedras parlantes

Sergio Arribas
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Es un patrimonio que suele pasar inadvertido, ensombrecido por la magnitud de los edificios donde se encuentra. Segovia atesora un rico legado de escudos y emblemas heráldicos, con piezas desde el siglo XV al XIX

Piedras parlantes

Eran un símbolo de poder, un signo de distinción de la nobleza urbana y de los hidalgos segovianos.  Los escudos y emblemas heráldicos, plasmados en piedras armeras, incrustadas en las fachadas de casonas y grandes edificios —aunque también en patios y lápidas— han sobrevivido al paso de los siglos, para constituir hoy un patrimonio de enorme valor, que, sin embargo, suele pasar inadvertido, oculto por la grandiosidad de las casonas, inmuebles y monumentos a los que pertenecen.

En Segovia, el Plan Especial de Áreas Históricas (Peahis), en fase de tramitación, dedica un apartado especial para catalogar estas «piedras parlantes», que ‘hablan’ de familias, personajes y casas que han labrado la historia de la ciudad. El listado incluye 145 escudos, todos ellos bajo la protección BIC, localizados en 105 edificios de la ciudad, en grandes monumentos, como el Alcázar, la Catedral y decenas de conventos y monasterios, aunque también en insignes palacios y casonas que pertenecieron a familias de la nobleza y burguesía.

«Que este plan catalogue y proteja las piedras armeras es muy loable. Son monumentos importantes ‘per se’, como fuente de documentación, al margen de algunos tienen un valor artístico relevante». Lo asegura el catedrático y abogado segoviano Alfonso Ceballos-Escalera, Marqués de la Floresta, doctor por tres universidades públicas, autor de 48 libros y 470 artículos publicados, y uno de los mayores expertos españoles en heráldica.

Piedras parlantesPiedras parlantesComo cronista de Castilla y León, desde 1991, Ceballos-Escalera es quien informa de todos los expedientes de heráldica municipal, de escudos y banderas, en el ámbito de esta Comunidad Autónoma. Uno de sus últimos trabajos, por encargo de la editorial Derviche, ha sido redactar el prólogo de la reedición de ‘Piedras de Segovia’, un libro «soberbio, que estaba agotado» y que escribió en 1951 el académico Juan de Vera.

Aunque los escudos se plasmaron desde el siglo XII y XII en sellos medievales, en edificios segovianos no existe ninguno documentado antes del siglo XV. En Segovia proliferaron a finales del XV y especialmente en el siglo XVI, coincidiendo con el esplendor de la industria pañera, aunque hay destacados ejemplos en siglos posteriores, hasta el XIX. El Peahis cataloga los escudos insertos en fachadas, que dan a la calle, aunque no tiene en cuenta los que se encuentran en el interior de iglesias o patios de casas, por lo que, a juicio del experto, «hay muchos más, sin duda», con independencia de aquellos que se perdieron como consecuencia de derribos y reformas.

En su origen, los escudos y emblemas fueron fruto de una «moda» extendida en Europa Occiental durante el XIII y principios del XIV no asociada a una cuestión nobiliaria; si bien, en el XV, tras la gran crisis de la peste negra, el uso de piedras armeras quedó relegado a la élite, como «áurea» de prestigio y distinción. «Con ellos —dice Ceballos-Escalera—, el noble, el hidalgo, se identifican como pertenecientes a una élite, es una forma de decir que ésta es mi casa y éstos son mis poderes. También les servía para identificar sus palacios y casonas, capillas y posesiones. En una sociedad donde el 80% era analfabeta no se podía enviar a un sirviente iletrado si no se le podía decir ‘en la casa que tiene tres castillos en el escudo’, por ejemplo». En este sentido, los escudos no solo servían como «marca de propiedad», sino también como símbolo del «estatus o pretensión» del propietario.

Piedras parlantesPiedras parlantesAunque los escudos suponían una herencia familiar, cada generación solía acompañarlos de sus propias «divisas personales», especialmente a finales del XV y principios del XVI, caso de las que distinguen a los Marqueses de Villena —un trío de cardos y un halcón— , que pueden apreciarse los escudos presentes en El Parral; monasterio donde también se encuentra, como en San Antonio el Real, la divisa del rey Enrique IV, el ramo de granadas que alude al lema del monarca «agridulce es reinar» . «Los escudos son, por así decirlo, monumentos parlantes, porque no solo te dicen si el edificio es gótico, renacentista o barroco, sino que te hablan de quien lo hizo y para qué. Muchos tienen una cierta intencionalidad», sostiene Ceballos-Escalera, quien desvela que en Castilla apenas existía legislación sobre la posesión de un escudo — «era más por costumbre»—, a diferencia, por ejemplo, del antiguo reino de Navarra, donde «nadie podía tener un escudo si no era noble y tuviera autorización del rey».

Ceballos-Escalera considera que en Segovia existen muchos ejemplos de interés, como los de los Contreras, labrados en alabastro, en el antiguo convento de Las Oblatas —hoy Hotel Capuchinos— o las «piezas soberbias» que decoran la fachada del Parral; además de otros muchos que adornan los templos de La Catedral, San Martín, San Antonio el Real y Santa Isabel. A su juicio, los más antiguos, que solían ser de menor tamaño, «son quizá los más puros de la heráldica segoviana, como los de la Casa de los Picos o los de la vecina de la Casa de los Río». El experto habla también de «piezas soberbias» en la fachada del monasterio de El Parral .

No obstante, el Marqués de la Floresta habla de la pérdida de «cientos» de escudos, como consecuencia del derribo de casonas o antiguas iglesias o incluso por el cambio de suelos en los templos, en el XVIII y XIX, cuando las lápidas fueron reutilizadas para la fabricación de adoquines para las calles. También existían escudos en los entrepaños de las vigas, en edificios del XV, que acabaron demolidos. En el salón de la Chimenea del Ayuntamiento o en el Torreón de Lozoya existen aún vestigios de aquellas tabicas pintadas.

Piedras parlantesPiedras parlantesPor otro lado, en barrios del arrabal, como Santa Eulalia, Santo Tomas o el Salvador, también existían casonas, algo más modestas que el casco antiguo, que exhibían escudos en sus fachadas. «Lo recuerdo de pequeño y, por desgracia, todo aquello fue arrasado. No queda nada», afirma Ceballos-Escalera, que desvela cómo, en otras ocasiones, aunque un edificio fuese derribado, los propietarios ordenaban el traslado de los antiguos escudos. Es el caso de los escudos de los Meléndez Ayllones, que decoraban un inmueble que se erigía junto a la Plaza de los Huertos, y que hoy se encuentran en la fachada de un edificio de la calle Martínez Campos. De igual manera, de la capilla de La Merced, explica el experto, se llevaron lápidas y escudos a la actual casa de los Marqueses de Lozoya; al «búnker», añade, que utilizó el general Varela durante la Guerra Civil, hoy convertido en capilla en el jardín del edificio.

En Segovia, el estado de conservación de los escudos y emblemas heráldicos es más que aceptable. Muchos se labraron en piedra caliza, la que más se deteriora, aunque «la segoviana es bastante duradera y si no le da el gua, no tiene demasiada erosión», mientras que también existen muchas piezas en piedra berroqueña, en granito, como los que se encuentran en los capiteles de los patios porticados de las grandes casonas.

Piedras parlantes
Piedras parlantes
No hay una característica especial que distinga a los escudos y emblemas heráldicos de Segovia. «La epigrafía heráldica castellana es la misma que en el resto de los antiguos reinos de Castilla y León, desde la montaña cantábrica hasta Cadiz. No obstante, la heráldica castellano-leonesa tiene sus pecularidades, como el cuartelado, un invento de nuestro Rey Fernando III el Santo que se extendió por toda la Europa Occidental», dice Ceballos-Escalera.