El viaje del vencejo Adrián

Sergio Arribas
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A Gloria, zoóloga, le entregaron un pollo de vencejo común. La cría había caído al suelo desde el nido, alojado en el Acueducto. Adrián ha luchado para poder emprender el viaje de regreso a África junto a miles de compañeros de especie.

Aparece con una pequeña caja bajo el brazo. Nada hace sospechar lo que encierra en su interior. Es un pollo de vencejo común que ha recogido hace solos unos minutos. En realidad, se lo acaba de entregar una familia segoviana, los Mayorga, que reside en las inmediaciones del Acueducto. Cada vez que encuentran un ejemplar de la especie se lo entregan a la zoóloga Gloria Molina, una apasionada de los vencejos. Aunque a esta divulgadora medioambiental, que colabora con el grupo local de SEO/BirdLife y con el Foro Geobiosfera, no le gusta «humanizarlos», el pollo ha sido bautizado como Adrián, en honor a sus rescatadores. Cuando se produce el hallazgo de algún vencejo, ‘colaboradores’ como la familia Mayorga suelen avisar a Gloria. Ella da a los vencejos accidentados «los primeros auxilios», aunque también se puede alertar al Centro de Recuperación de Animales Salvajes de Segovia «que los atiende y alimenta en condiciones, porque estas aves —aclara— son bastante especiales. Tienen una adaptación extrema para el vuelo y, como tal, su dieta tiene que ser especializada».

El primer diagnóstico es esperanzador. Casi con seguridad, el pollo se ha precipitado al vacío desde algún nido situado entre los sillares del Acueducto o en alguna oquedad de algún edificio cercano. Tiene un ojo algo dañado, aunque no parece preocupante. «Cuando llegue a casa lo miraré. De entrada, está gordito, tiene bastante grasa, le han alimentado bien», comenta Gloria, que lanza varias hipótesis sobre el motivo de la caída. O le empujaron sus hermanos en el nido o quizá se asomó demasiado. O pensó que ya estaba fuerte para volar y, por desgracia, no era así. Por la longitud de las alas, Adrián puede tener 25 días. Aún no ha crecido lo suficiente para emprender el vuelo. Pasan apenas 40 días desde que los vencejos rompen el huevo y desarrollan el plumaje en perfectas condiciones, salen del nido y se ponen a volar. Directamente. «Solo tienen una opción. Es un cara o cruz. Salen para emprender el viaje de vuelta a África», señala Gloria.

Gloria desconoce el número de vencejos que, cada año, desde abril o mayo y hasta finales de julio, pueblan el cielo de Segovia, que acoge una de las colonias más numerosas de España y Europa. Son miles de parejas, aunque este año la población ha bajado «muchísimo», de forma «alarmante», como otras aves urbanas, caso de los gorriones.

Este año, el vencejo común ha llegado a Segovia «muy tarde» por motivos meteorológicos —el frío invernal se prolongó durante buena parte de la primavera— . También han llegado «mal alimentados», no solo por el aumento en el uso de insecticidas en el campo. El vencejo vuela en altura y parte de su dieta es el aeroplancton, el equivalente al plancton oceánico. Son microbios, pero también un gran número de animales pequeños, principalmente artrópodos, como insectos y arañas, que son llevados a lo alto de la atmósfera por corrientes de aire y que el vencejo encuentra flotando a varios miles de pies de altura. «Hay bastantes vencejos, pero muchos menos que otras veces, de los que me gustaría», dice Gloria, mientras alza la mirada al cielo que envuelve el Acueducto, donde se atisban, como puntitos negros, centenares de miembros de la especie volando a velocidad frenética.

El vencejo común elige Segovia para reproducirse, tarea en la que la especie ha estado ahora embarcada hasta que la colonia se ha reagrupado  y marchado hasta África, en un viaje de más de 20.000 kilómetros. Desde Segovia, el vencejo atraviesa la península, cruza el Estrecho y tras bordear la costa africana, se adentra al centro del continente. Algunos bajan más al sur, otros se asentarán en el entorno del golfo de Guinea. Allí permanecerán nueve meses, sin posarse ni un solo momento. Y es que el vencejo no toma tierra en sus primeros tres años de vida, hasta que alcanza la edad de reproducción.

ALBOROTO ADOLESCENTE. Entre marzo y abril afrontará el duro camino de regreso. Son filopátricos, con afinidad por su lugar de nacimiento. No es que regrese al mismo nido, aunque sí al lugar donde rompieron el cascarón. Los que nacieron en Segovia, volverán a Segovia. Durante los tres primeros años, los vencejos viven su etapa «adolescente». Los pasa volando en giros acrobáticos constantes, jugando y luchando con otros miembros de la colonia. Son los vuelos y sonidos característicos que adornan en estos momentos el entorno del Acueducto. El divertimento de los vencejos más jóvenes no les distrae de una importante misión. Ojean posibles huecos donde anidar cuando cumplan los tres años y puedan reproducirse.

Las parejas de vencejos, comenta Gloria, son «para toda la vida». Son fieles en su etapa de reproducción, en este caso en Segovia, aunque cuando vuelven a África a pasar el invierno el macho y la hembra llevan «vidas independientes». «Cuando vuelven a Segovia para reproducirse se vuelven a juntar las mismas parejas reproductoras. Hacen una ‘quedada’ my bonita», señala Gloria.

El Acueducto supone lugar preferente para el anidamiento de la especie. A diferencia de la golondrina o el avión común, el vencejo, con unas patas minúsculas, ni se posa ni puede construir un nido, de tal manera que aprovechan toda oquedad que les brinda la ciudad. Les «encantan» los huecos de las tejas árabes, de edificios e iglesias, tejados a gran altura desde donde emprender el vuelo y las oquedades integradas en cualquier construcción, de manera que el monumento romano supone un espacio ideal para el anidamiento de la especie.

¿Cuantos nidos puede albergar el Acueducto?. La experta desconoce la cifra, pero habla de centenares y hasta de miles. «Una cosa son los vencejos reproductores, que casi no se ven, y otros los que vemos volar constantemente y no se meten en los huecos, los más jóvenes», sostiene la zoóloga. Los vencejos reproductores que tienen que cuidar a la prole se quedan en el nido y los demás están en el aire de forma permanente. «Cada día a primera hora —comenta Gloria— se juntan todos los vencejos que yo llamo adolescentes en el Acueducto y en su entorno. Es una maravilla oírles y verles volar. Pero sobre las diez, como muy tarde, desaparecen. ¿Dónde van?. Suben a 2.000 metros de altura y allí se concentran. Baten un poco menos las alas y duermen. Su medio es el aire y es donde siempre están todos, salvo los reproductores, que permanecen en el nido».

Cuando cure sus heridas el vencejo Adrián, cuando se encuentre en un peso adecuado y tenga las alas en un medida perfecta, dará señales a sus cuidadores de que se encuentra fuerte para emprender el vuelo. «Batirá mucho las alas. Se pondrá nervioso y lo único que hará es mirar al cielo», explica. La experiencia le dice a Gloria que la noche anterior «como buena madre vencejo» no dormirá preocupada por el buen éxito de la operación. «Le hidrato y nutro bien. Y al día siguiente le llevo a una explanada. Se le deja en la mano. No hay que impulsarlo. El solo arrancará a volar», explica Gloria, que confía en que Adrián pueda unirse a la colonia y emprender el largo viaje al continente africano.

CONGRESO INTERNACIONAL. El vencejo es un ave emblemática de Segovia, como lo es también la chova piquirroja, una especie que elige la ciudad para anidar, la única urbe del mundo en que lo hace, lo que constituye todo un misterio para los ornitólogos. Segovia es lugar de referencia del vencejo común, tanto por el volumen de sus colonias, como por el fomento de la protección de nidos y ejemplares impulsadas por Seo/BirdLife, el Ayuntamiento de Segovia y organizaciones como el Foro Geobiosfera. Precisamente este colectivo, que preside Javier Sáez Frayssinet, residente en Segovia, logró que en el último congreso sobre vencejos, celebrado en Tel Aviv (Israel), el comité organizador eligiera como sede para 2020 la candidatura segoviana, que se impuso sobre la que presentó la ciudad italiana de Trieste. Será la primera vez que la cita tenga lugar en la península ibérica. El ‘6th International Swift Conference’, para el que aún no hay fecha, reunirá a los mayores expertos internacionales de la especie.

Por otro lado, un equipo de ornitólogos dirigido por Javier de la Puente, de Seo/Birdlife, desarrolla en Segovia un proyecto de seguimiento de la especie. En la primavera de 2017 se marcaron cuatro vencejos en el Acueducto gracias a la colaboración del colectivo Atthis. El marcaje formaba parte del programa Migra, que desde 2011 desarrolla SEO/BirdLife con la colaboración de la Fundación Iberdrola. En esta ocasión, el objetivo era conocer la migración y zonas de invernada de los vencejos segovianos, y compararla con los vencejos de otras poblaciones de vencejos comunes marcadas por toda la geografía española. Un vencejo de los marcados en 2017 ha sido recapturado esta primavera de 2018. Los vencejos marcados en otras colonias españolas han revelado rutas migratorias de más de 20.000 kilómetros y zonas de invernada en la costa de Kenia y Tanzania. Por otra parte, voluntarios de Seo/Birdlife colocaron hasta 32 nidos para vencejo común en el entorno de los depósitos del agua. «Se han hecho estrategidas para atraer a los vencejos e intentar hacer una colonia fuera del Acueducto. Hay que convencerles para que visiten las nuevas instalaciones, aunque no es fácil», señala la  colaboradora de Seo/Birdlife, Gloria Molina.