Con el hacha de guerra bien guardada

L. O. (SPC)
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La guerra fría que arrastran desde hace años Pedro Sánchez y Susana Díaz, enfrentados en su día por el liderazgo del PSOE, se cambia ahora por gestos de apoyo y unidad de cara al 2-D

Pedro Sánchez y Susana Díaz no son los mejores amigos del mundo. No lo fueron antes y no lo son ahora. Sus últimas imágenes, y las que se verán los días 18 y 25, cuando ambos compartirán actos de campaña, podría indicar lo contrario. Abrazos, miradas, confidencias y palabras de unidad y apoyo. Es lo que toca. El presidente del Gobierno y líder del PSOE es consciente de la importancia de las elecciones autonómicas del próximo 2 de diciembre. Después de más de cinco meses en Moncloa, a la que llegó sin pasar por las urnas tras sacar adelante una moción de censura contra Mariano Rajoy, los comicios andaluces pueden servir de termómetro para valorar su gestión, independientemente de que la dirigente regional haya hecho hincapié una y otra vez del «carácter únicamente andaluz» de la cita con las urnas. Es cierto que no se pone en tela de juicio la actuación del Ejecutivo central, y menos en una autonomía tan particular como Andalucía, con más de tres décacadas de Gabinetes socialistas, pero es evidente que la actualidad a nivel nacional estará presente también a la hora de elegir una papeleta u otra. 

Las primarias socialistas de 2017, en las que la andaluza partía como favorita por tener el respaldo del aparato de Ferraz y de gran parte de los barones, pero que acabó ganando el madrileño gracias al masivo apoyo de las bases, evidenciaron la distancia entre ambos, con una campaña especialmente gruesa entre compañeros de partido. Pero la batalla comenzó antes, con Díaz como gran lideresa para derribar al primer secretario general elegido por los militantes.