"Desde niño, siempre he querido ser el obispo de Segovia"

Sergio Arribas
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No reniega de su extravagancia, una "coraza" para ocultar sus "miedos", según dice. Esta semana escribe en La Pizarra Javier Giráldez, empresario, mentor cultural, y expolítico, que desde niño siempre quiso ser obispo de Segovia.

Le veo pinturero. Nada raro. Me refiero al floripondio que luce en la solapa.

Así es. Pinturero y resultón.

¿Qué no puede faltar en su indumentaria?

El pantalón es el que viste al hombre y tiene que ser cómodo y, por tanto, muy ancho.

Sigamos con el vestuario. Empresario hostelero, mentor cultural, político… ¿Con qué etiqueta prefiere que le reconozcan? 

Torero. Porque hay pasar la mano, despacito.

¿No le sedujo lo de ser empresario taurino? Lo digo por aquella presentación inolvidable, en su etapa de concejal, de ‘Los Sanfermines’ de Segovia junto a Paco del Caño…

Soy apoderado. Es uno de mis oficios. Hay que torear sin parar, aunque, a veces, te torean. Siempre hay que torear, desde que naces hasta que mueres, porque ahí tienes que conseguir que te claven bien la espada.

¿Qué refleja el espejo de su baño?

Sobre todo, ganas de ducharme.

¿Y qué corre por sus venas?

Sangre de muchas sangres.

Algo heredaría de sus antepasados de la nobleza y burguesía segoviana…

Mi bisabuela era india azteca, mexicana, y de ella heredé mucho. Eso me ha dado una cierta visión del mundo. Y de mis antepasados nobles, burgueses, he heredado una flor.

¿Qué oculta en su extravagancia?

Soy extravagante. Oculto mis miedos.

Una de mis frases de cabecera es un poema de Apuleyo Soto. «Dame vida y quítame todo lo demás». ¿Por qué la palabra ‘vividor’ tiene un sentido peyorativo?

Se ha empleado mal la palabra, que identifica al que malvive o gasta. Pero vividor es el que vive, como usted y yo. Soy un vividor en el buen sentido de la palabra.

¿Qué no se toma nunca en serio?

Casi nada. Es decir, todo me lo tomo en serio, con humor. Me tomo las cosas con relatividad y con mucho sentido del humor.

¿Para qué sirve la frivolidad?

 A veces para esconder otros sentimientos. Es una coraza. Lo importante es que uno parezca frívolo, no que lo sea. Es muy útil.

¿Caer en gracia o ser gracioso?

Prefiero caer en gracia. Lo de ser chistoso me aburre muchísimo.

También me cuentan que cuando se enfada… , ¡pobre de quien esté a su lado!

Para poder hacer algo en la vida hay que tener, en ocasiones, un carácter duro. Pero no utilizarlo mucho, solo en momentos puntuales.

No diré que es mayor. ¡Dios me libre! Pero, ¿qué ha ganado con la edad? Y no me diga experiencia.

En uno de mis viajes a Tailandia, su rey, que ha muerto ya, llegaba al séptimo estado, el de la paz y tranquilidad, de ver las cosas con distancia. Debo estar ahora en el tercero.

Fue concejal y portavoz ¡por el PSOE! ¡La izquierda! Si alguno levantara la cabeza, de aquellos nobles y burgueses, me refiero….

Es una familia muy respetuosa, aunque, efectivamente, mis antepasados, eran del antiguo régimen, de la época de Fernando VII.

¿Qué es lo que más detesta?

La idiotez.

¿Su deuda pendiente?

Me hubiera encantado ser el obispo de Segovia. Es un recuerdo de pequeño. Don Daniel Llorente de Federico  era obispo de Segovia cuando yo nací. Tendría yo 3 ó 4 años y le vi entrando en la Catedral con una túnica roja y unos zapatos de charol, terminados en punta, con medias rojas. En aquella época, por mi corta estatura, solo le pude ver las medias. El disfraz de obispo de Segovia, del año 1950, es el más bonito.

Su receta contra el aburrimiento es…

No hay receta. Es un estado de ánimo.

Alcalde de Torrecaballeros, concejal y portavoz en el Ayuntamiento de Segovia. Confiese, ¿por qué este empeño por la política o la cosa pública?

Solo me ha interesado la política municipal. Me ofrecieron otras cosas y nunca acepté. El ‘idiotes’ en la antigua Grecia es aquel a quien no le interesaba la cosa pública, que es de todos.  Aquel que tenga más capacidad debe estar en la cosa pública. Por eso he participado, aunque en la medida que he podido, porque luego la política te echa para atrás.

Por cierto, tras la marcha de Pedro  Arahuetes, usted dijo: «yo era una de las opciones para la Alcaldía, pero en política tienes que tener el apoyo de un partido». Es como si te quiere la novia, pero no sus padres…

Ni la novia ni tus padres. No te quiere nadie. El partido quiere gente del partido. Prefieren la fidelidad a la capacidad.

Empresario de la noche. ‘El Papagayo’, ‘El Búho’ y Galileo y la sala Clamores, en Madrid. ¿Siempre fue un poco ave nocturna?

Me gusta mucho la noche, donde todo es posible.

Hombre de negocios de hostelería.

Monté hasta ocho negocios en Madrid y en Segovia unos cuantos. Con un amigo, Carlos Koplowitch montamos una sociedad que gestionaba el Café de San Millán, el Narizotas y el Horno de la Aldegüela, en el año 1972. En aquella época, a finales de los 60, era fácil modificar la estructura hostelera, que era muy primaria.

Allá en el rancho grande, allá donde vivíaaaaa.. cantaba Jorge Negrete. Al final le gustó ser ranchero…

‘El Rancho’ es una herencia familiar que había que darle vida y ponerle en marcha. Aquí el rancho es el edificio cerrado donde esquilan las ovejas. No es el de Negrete.

Decía ‘Julio Iglesias, soy un truhán, soy un señor’. ¿Se identifica?

Ni con Julio Iglesias, ni con lo de truhán ni tampoco con lo de señor. Soy un ciudadano.

¿No le apetecería ser Julio Iglesias?

Nada. Me espanta.

Por cierto, ‘Truhanes’ fue la película en la que usted participó, interpretando a un banquero que jugaba al golf con el personaje de Arturo Fernández. ¿Qué le copió a usted el dandi español por excelencia?

Don Arturo es un maestro, un asturiano valiente. En aquel rodaje estaban Lola Flores, el Marqués de las Marismas, Arturo Fernández, un personaje mágico, y Paco Rabal. Con esta gente, ese rodaje fue una de las cosas más divertidas que he hecho en mi vida.

Amante del cine. De hecho, esta entrevista se hace en el tiempo que le deja la MUCES, del que es espectador fiel. ¿Qué película le hubiese gustado protagonizar?

Cualquiera de Stanley Kubrick.

¿Con qué personaje histórico se identifica?

Con el Dómine Cabra, porque lo he sido. 

Con la gente del gremio, periodístico, siempre tuvo buena relación y le dieron precisamente el premio Dómine Cabra, el ‘malo’. ¿Les ha perdonado ya?

Estoy muy orgulloso de ser el tonto segoviano. A finales de los setenta, Luis Carandell, inventa un premio y lo llama ‘El tonto contemporáneo’. El primer año se lo dieron a Luis Solana, que no le gustó nada.  Eso del ‘Dómine Cabra’ nadie sabe lo que es y la gente me felicitaba por la calle. Perdone, es un ‘contrapremio’,  me han dado el premio al tonto. Pero estoy encantado.

Era por que hablaba tan rápido que, en ocasiones, no le entendían…

Por lo que sea. El tonto puede ser por muchas razones. Me hubiese gustado algo más específico. En vez de ‘Dómine Cabra’, el ‘Tonto de la Cabra’, por ejemplo. 

¿Se puede estar enamorado de dos personas a la vez y no estar loco, que diría Machín?

Y de más personas. El amor es un invento francés que no existe. Existe la convivencia, el cariño, el sexo… Se puede estar enamorado incluso de las cosas.

¿Qué merece su fidelidad?

No soy fiel.

¿Qué tiene el continente africano que tanto le enamora?

No hay hipocresía. Es un continente salvaje, magnífico, con unos paisajes únicos. En la parte humana, lo que no hay es hipocresía al uso burgués europeo. La gente es como es, muy auténtica y eso te enamora.

No me diga que le gustaría ser de raza negra y vivir en….

Estoy a gusto con mi color. Vivo parte del año en África, en Senegal, y me gusta.

Su frase preferida.  Y rematamos.

Una de Stendhal: «La palabra nos ha sido dada para ocultar nuestros pensamientos».