El último Goya religioso llega al Prado

SPC
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El místico y a la vez potente cuadro 'La última comunión de San José de Calasanz', cedido por los Escolapios, podrá verse al menos un año, prorrogable a otro, en el edificio Villanueva

Francisco de Goya pintó La última comunión de San José de Calasanz en 1819, año en el que abrió sus puertas el Museo del Prado, que ahora la recibe como obra invitada gracias al préstamo temporal de la Orden de las Escuelas Pías de la provincia de Betania, su propietaria. La pieza permanecerá en la sala 66 del edificio Villanueva como cesión durante un año, prorrogable por otro. 

Fue la última obra religiosa del maestro aragonés, pintada para la iglesia de San Antón del colegio de las Escuelas Pías de Madrid.

«Deseábamos que estuviera aquí pero lo encargamos para la iglesia y ése es su lugar natural», afirmó el padre Daniel Hallado, quien anunció la intención de la orden de «abrir más al público» su colección artística, que cuenta con otra obra de Goya, Oración en el huerto, que el pintor les regaló.

Se trata del último de los grandes cuadros de altar de Goya, para el que se cree que pudo utilizar la máscara funeraria de José de Calasanz, fundador de la primera escuela pía en 1597 en Roma, y al que retrató tomando su última comunión, el 1 de agosto de 1648 en la iglesia romana de San Pantaleón.

«Me parece un cuadro enormemente importante y potente. Su mayor interés es que es una pieza que se encargó en 1819 y se pagó, y Goya devolvió ese dinero», comentó el presidente del Real Patronato del Museo, José Pedro Pérez Llorca. 

Los claroscuros típicos de su obra, «la magia y el magisterio de los pinceles» en un cuadro «con una enorme cantidad de pinceladas» que «da una lección de fuerza mental y física aunque lo pintó con 75 años» o «las manos pintadas con la perfección de Durero» son algunas de las cualidades que destacó sobre el lienzo la jefa de Conservación de Pintura del Siglo XVIII y Goya del Museo del Prado, Manuela Mena. 

Tras la escena de la comunión, en la que el autor «capta de forma admirable a una persona a punto de morir», sitúa a tres grupos de personas que «son una metáfora perfecta de las tres edades del hombre: niños, jóvenes y ancianos» buscando reflejar «el estado del alma de cada uno de ellos», añadió.

La experta coincide en que la visión romántica que consagró la imagen de Goya como un escéptico o descreído en materia religiosa, minimizando con ello el interés de su obra de carácter devocional, se ha modificado recientemente gracias al descubrimiento de nuevos lienzos suyos de asunto religioso conservados en colecciones particulares y a la revisión de los frescos y lienzos de altar ya conocidos.