Nacimiento renacido

Sergio Arribas
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Durante décadas ha estado almacenado en una nave de la iglesia de San Andrés. Casi 40 años después, la parroquia cede para su exhibición piezas de aquel Belén, que llegó a contar con unas 35 figuras, a tamaño natural, con los rostros de sus vecinos.

Nacimiento renacido - Foto: Rosa Blanco

Gregorio Garrido ‘Goyo’ acude a la cita con un voluminoso álbum de fotos. Son fotografías en color, ordenadas con mimo, acompañadas de una frase para su correcta identificación. Fue el fotógrafo Javier Román el artífice de este álbum, que Goyo Garrido, según confiesa, no ha querido ver durante años por la desazón y tristeza que le provocaba el recuerdo. Son fotografías de los años ochenta, de aquel Nacimiento que decoró la plazuela de San Andrés, construido por los vecinos del barrio, que generó admiración y la atención de las televisiones nacionales y que, sin embargo, a consecuencia de sucesivos ataques vandálicos, tuvo que ser recluido en un almacén. De ahí la tristeza.

Garrido cambia el semblante al ser preguntado por la iniciativa que ha permitido rescatar parte de aquel Belén. Lo explica en la Casona de San Martín, el bar-restaurante donde se exhiben algunas figuras de aquel Nacimiento, que llegó a estar integrado por unos 35 personajes, todos a tamaño natural, además de otras piezas de imponentes dimensiones, como un Molino o el Castillo de Herodes. 

En una de las esquinas del patio del restaurante, con columnas góticas y en fase de recuperación, pueden contemplarse las figuras del ‘Misterio’; esto es, la Virgen, San José, el Niño y el Ángel que sobrevuela el portal, de tablones de madera, y relleno en su interior de paja, donde no faltan tampoco la mula y el buey. Al lado del pozo del patio, una pequeña hucha, para que los visitantes puedan hacer sus donaciones a favor de un proyecto de investigación para encontrar nuevas terapias frente al cáncer infantil. Con independencia de su belleza, el que exhibe la Casona de San Martín, cedido por la parroquia de San Andrés, sería un Nacimiento más, sino fuera por la historia que encierra.

El origen de este Belen se remonta al año 1981. Los chavales del barrio propusieron construir una caseta y sacar a la plazuela varias figuras de madera, que recreaban la Sagrada Familia y que eran propiedad de la parroquia. «Si tenéis ganas de trabajar, os propongo hacer un nacimiento a tamaño natural con las caras de los vecinos», les dijo entonces Garrido, en lo que parecía una ensoñación de difícil cumplimiento. Los vecinos tomaron el guante, manifestaron su compromiso con la idea y se pusieron manos a la obra. 

La tarea arrancó en septiembre y aquellas Navidades San Andrés estrenó un Belén con media docena de figuras. En la plazuela se instaló un llamativo portal de madera de pino, con sus respectivas figuras. Y se recreó la Anunciación, representada en las figuras del ángel Gabriel junto a tres pastorcillos.

En años sucesivos, el número de piezas fue aumentando, con un molino que ocupó la parte central de la plazuela; los Reyes Magos, con camellos a tamaño natural, y el castillo del Rey Herodes. «Fue un éxito total. Venía gente expresamente a verlo desde Madrid, Valladolid... Varias cadenas de televisión desplazaron equipos para grabar el Belén. Era un río de público desde la Plaza Mayor a la Merced», recuerda el que fuera propietario de la jugueteria ‘La Infantil’.

Todo cambió un 31 de diciembre de 1986. El Nacimiento, a la intemperie, solo contaba con vigilancia durante el día. Eran los mismos vecinos del barrio quienes cuidaban de su obra, de las estructuras y figuras que ellos mismos habían construido, desde armazones de madera hasta las vestimentas. «No podíamos poner vigilancia por la noche. Nos pedían cien mil pesetas. Era mucho dinero. Y las administraciones no ayudaron. Los vecinos nos turnábamos, pero a las diez de la noche el Belén se quedaba a la aventura», recuerda el también presidente de la asociación de vecinos de San Andrés. Garrido aún no ha podido olvidar aquella mañana del 1 de enero de 1987. Era como si un tornado hubiese arrasado el Nacimiento. «Sufrimos un brutal ataque. Fue un destrozo enorme. Rompieron muchas caras de las figuras a puñetazos. Se llevaron piezas, como ovejas, que aparecieron en el barrio del Cristo del Mercado, fue terrible», explica el representante vecinal. 

DETENIDOS. A los pocos días se identificó a los autores del ataque, cuatro jóvenes —uno menor de edad—, pertenecientes a conocidas familias segovianas. Fueron sentados en el banquillo y el juzgado les impuso una multa de 260.000 pesetas a cada uno, aunque, según Garrido, se declararon insolventes y los vecinos no pudieron ser resarcidos por los daños y perjuicios causados. El trabajo que se había hecho era enorme. En una veintena de casas se había trabajado a destajo tanto para confeccionar los trajes como, por ejemplo, para elaborar las hojas de las cuatro palmeras que, también a tamaño real, se habían incorporado aquel año.

Tal fue el disgusto y conmoción tras el ataque que el barrio optó por renunciar al Belén. Sin embargo, muchos segovianos animaron a retomar la idea y los vecinos volvieron a montar el Nacimiento, aunque con dimensiones más modestas, tres años después. «También ese año, otros desconocidos, lo destrozaron», recuerda Garrido. El nuevo ataque volvió a congelar la idea un par de años más, hasta que los vecinos decidieron, no sin ciertas dudas, montarlo en un pequeño jardincillo junto a la iglesia. «Lo volvieron a destruir. Era increíble. Tomamos entonces la decisión —dice Garrido— de no volver a colocarlo jamás».

A partir de entonces, las figuras han permanecido almacenadas en una nave superior de la iglesia, en un espacio abovedado. Otras estructuras, como el castillo y el molino, fueron ‘confinadas’ en el Palacio Episcopal, donde San Andrés guarda su carroza de Semana Santa, aunque «hizo obras el Obispado y, sin avisarnos, lo tiraron». 

Del almacén han salido las piezas cedidas a la Casona de San Martín, en la garantía de que, en esta oportunidad, no podrán ser ‘diana’ de los vándalos. Garrido no descarta la idea de ampliar el número de piezas al próximo año, en este mismo recinto; mientras considera «muy difícil» recuperar el Belén original, esto es, con sus 35 personajes y otras tantas ovejas, en un espacio abierto como lo fue la plazuela de San Andrés. 

«Buena parte del equipo que creó el Nacimiento pasamos de los 70 años. La edad es un freno. No están todas destrozadas. Solo habría que reconstruir una decena. Sin embargo, sacarlas del almacén implica un gran esfuerzo. Vigilarlo, pues ya no podríamos. Sería un sueño volver a exhibirlo al completo pero, sinceramente, soy realista», añade.

JULIO MICHEL. Las figuras del Belén de San Andrés, en su mayoría almacenadas en una nave de la parroquia, están construidas en armadura de madera y forradas con paja. Cada personaje cuenta con su propia vestimenta. Las caras de los ‘muñecos’ se corresponden con vecinos del barrio. Gregorio Garrido recuerda que Julio Michel, creador de Titirimundi, le enseñó a modelar los rostros. De las manos de Michel salieron los rostros de la Virgen y San José, figuras que hoy pueden contemplarse en la Casona de San Martín. «Lo hizo para que yo aprendiese a modelar. Todas las demás las hice yo», desvela Garrido que, curiosamente, no ofreció su rostro para ninguna de las piezas. Para la cara de la Virgen, tomó como modelo a la hija pequeña de Francisco de Paula Rodríguez, mientras que el rostro de San José es el del actual secretario de la asociación de vecinos, Agustín García de Frutos. Entre quienes se prestó para poner ‘cara’ a una de las piezas, estaba el fotógrafo José María Heredero.