Un 'sí, quiero' sobre el agua

Nacho Sáez
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El segoviano Luis José Gilarranz cumple junto a su novia, Natasha Feith, el reto de cruzar a nado el Lago Ontario para recaudar fondos para construir una escuela en la India. Una vez en la orilla, él le pidió matrimonio

«Por supuesto que quiero casarme contigo». Natasha Feith lloraba de dolor mientras se sujetaba el hombro y Luis José Gilarranz permanecía de rodillas en la orilla de un lago de Toronto. Este ‘sí, quiero’ puso la guinda al segundo reto de ‘Nadando entre dos mundos’, una plataforma solidaria creada por los propios Feith y Gilarranz y sus amigos Pedro José Moreno y Rafael Guerrero que permitió hace dos años recaudar los fondos necesarios para construir una escuela en la India a través de la Fundación Vicente Ferrer. Entonces el desafío fue cruzar a nado el Estrecho de Gibraltar, mientras que ahora se habían propuesto hacer lo mismo pero en el Lago Ontario desde Niágara-on-the-Lake hasta Toronto.

Un objetivo que no ha estado exento de dificultades ya que Gilarranz tuvo que ser intervenido en la rodilla apenas dos meses antes de la fecha que habían fijado para lanzarse al agua. Pero nada les iba a detener con tal de no defraudar las expectativas de todos aquellos que habían confiado en ellos y que habían realizado un donativo para contribuir a la construcción de otra escuela en una de las zonas más pobres de la India.   A las siete de la tarde del pasado sábado comenzaron a completar los 52 kilómetros que les esperaban. «No teníamos ni idea de la que se nos venía encima», recuerda Gilarranz, que cuenta que habían amanecido a mediodía después de haber dormido más de 12 horas.

Las tres primeras horas de travesía resultaron perfectas. Las corrientes que generaba la desembocadura del río Niagara  (procedente de las cataratas del mismo nombre) les favorecían y marcaban un ritmo de cinco kilómetros por hora (a 1m23s los cien metros) mientras veían cómo los colores del agua cambiaban, el sol desaparecía y se imponía la oscuridad. «Esa oscuridad trajo lo que sería la primera de nuestras pesadillas: olas de más de un metro en todas direcciones que hacía que nos sintiésemos en una lavadora. La lavadora no se apagó durante las siguientes 12 horas y nuestro ritmo bajaba mientras las luces navideñas del barco y los palitos luminosos que llevábamos en muñecas y gorro eran nuestras únicas referencias, borrosas y movidas», apunta este segoviano que trabaja en Zúrich.

DOLOR. El siguiente gran contratiempo fue el dolor «punzante» en el hombro que comenzó a sufrir Feith en torno a las cuatro de la madrugada: «Contábamos los minutos para el amanecer esperando que el oleaje menguara con el alba, pero lo único que trajo el alba fueron de nuevo juegos de luces y escenas espectaculares, ya que las olas persistían contra pronóstico. Fue el primer varapalo psicológico después de casi 12 horas nadando». La silueta de Toronto ya se vislumbraba en el horizonte, pero las molestias para ella eran «cada vez más agudas» y, a falta de diez kilómetros, las olas en contra les pararon en seco.

«Avanzábamos a menos de dos kilómetros por hora. Psicológicamente fue durísimo. En nuestra cabeza sabíamos que en condiciones neutras avanzamos fácilmente a cuatro kilómetros por hora. Cuando parábamos cada media hora para avituallar (en el total del cruce quemaríamos unas 9.000 kilocalorías) era exasperante saber que apenas nos estábamos moviendo. Ahí fue cuando el apoyo de la familia fue fundamental. Natasha quiso abandonar el cruce. Lloraba del dolor en cada parada de avituallamiento y llegó un momento en el que no podía más. Los ánimos de todo el mundo que estaba en el barco nos empujaron a seguir», continúa el relato de Gilarranz a El Día de Segovia.

Las lágrimas de emoción y de dolor de los dos marcaron los últimos minutos de la travesía, que finalizó en la orilla de Toronto con la petición de matrimonio de él. «En la orilla había unas cuantas personas que aplaudían, sin saber para qué y sin dar crédito cuando les dijimos que veníamos nadando desde Niágara. No obstante, este ha sido el primer cruce del Lago Ontario en tándem de la historia. Estamos reventados, felices, enamorados, aún en ‘shock’, comprometidos, locos, pero sobre todo convencidos de construir otra escuela en uno de los lugares más paupérrimos del planeta. Espero que nuestra historia emocione, inspire y con suerte invite a ayudarnos a hacer de este mundo un sitio mejor», concluye Gilarranz. 

Los canales para contribuir a los proyectos de ‘Nadando entre dos mundos’ continúan abiertos en la cuenta de la Fundación Vicente Ferrer (ES30 2100 3331 9622 0009 6273) y a través de la página web de la plataforma (https://swimmingbetweentwoworlds.wordpress.com), que tiene habilitado un mecanismo de pago PayPal.