Tartanas con ruedas lisas

Nacho Sáez
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'El Día de Segovia' recorre la ciudad durante tres horas a bordo de los autobuses urbanos y comprueba el estado de creciente deterioro que sufren los vehículos que cubren el servicio

Me armo con un bonobús y me lanzo a comprobar en primera persona el «lamentable» estado en el que –según denuncian numerosos segovianos– se encuentran los autobuses que prestan el servicio de transporte urbano. Nuria Santana, usuaria habitual de las líneas 11 y 12 –las que cubren el trayecto hasta la estación del AVE– habla (y adjunta fotografías) de asientos arrancados, puertas cerradas con una cuerda, ausencia de calefacción, goteras, reiteradas averías de los vehículos en pleno recorrido… «Ya hasta nos reímos y hacemos bromas. Lo único que nos importa, visto lo visto, es llegar a tiempo a nuestro trabajo y no perder el tren, pero es vergonzoso y lamentable y aún peor la imagen que se llevan los turistas», comenta esta viajera en un escrito remitido a los medios de comunicación.Las casi tres horas que yo voy a pasar recorriendo Segovia a bordo de los autobuses urbanos comienzan precisamente en una de esas dos líneas que permiten llegar hasta la estación de Guiomar. Me subo a la línea 11 en la plaza de la Artillería junto a otras siete personas. El vehículo en el que nos montamos no tiene grandes defectos. A primera vista. En cuanto uno se detiene a examinarlo con mayor detenimiento empiezan a aflorar las marcas del creciente deterioro que arrastran. La suciedad en el techo es visible, algunos revestimientos interiores de chapa están sueltos –uno de ellos encima de un joven que permanece completamente ajeno– y asoman cables del sistema de iluminación. Menos mal que las espectaculares vistas de la sierra que se pueden contemplar distraen al viajero.Con las prisas por no perder el autobús en el Acueducto no me ha dado tiempo a fijarme en el estado exterior del vehículo. Mientras espero en la estación del AVE para volver al centro, me doy cuenta de que el parachoques trasero está doblado y alguno diría que incluso a punto de partirse. No tiene mucho mejor aspecto la parte trasera del 'coche' de la línea 12, que aguarda a recoger a los viajeros que llegan en ese momento procedentes de Madrid. Pero en este caso, además, es preocupante el estado de las ruedas. Sin dibujo y claramente desgastadas, no parecen preparadas para un invierno como el que acabamos de vivir. Mejor que los turistas que lleguen a Segovia se suban rápido al autobús, aunque dentro se van a dar cuenta enseguida de que les va tocar pasar calor. Por fin brilla el sol en la calle pero la temperatura no supera los 12 grados. Aun así en el autobús sobra ropa y empieza a resultar incluso molesto el calor. Al menos en el recorrido que realiza El Día de Segovia el aire acondicionado está apagado. Para temblar cuál puede ser el panorama en los meses de julio y agosto.Me bajo en la parada del cuartel de la Guardia Civil y camino unos metros para subirme a la línea 4 (la Circular) con dirección a Nueva Segovia. ¡Oh, sorpresa! El vehículo es el mismo que el viernes por la tarde cubría el servicio de la línea 5 (Nueva Segovia). En ese momento llovía sin parar y junto a los últimos asientos se deslizaba por la pared el agua. Esta, en contacto con la grasa del autobús, adquiría un color negro que amenazaba con manchar a quien se sentase cerca. Tres días después las consecuencias de la lluvia continúan ahí. Igual que sigue suelto uno de los protectores de la iluminación interior. «¡Qué baches!», exclama una niña con coleta cuando el vehículo desciende por Padre Claret. El conductor ha reducido la velocidad en este tramo, pero la sensación es que los cristales pueden estallar en cualquier momento. El adoquín de Padre Claret y nuestros autobuses urbanos son mala combinación. Ya en San Lorenzo, un chico con gafas que lleva una bolsa de deporte roja propina varios golpes al pulsador para solicitar su parada. Dan ganas de llamarle la atención: no están los autobuses para esos trotes.parada. Cambio la línea 4 por la 2, que en la plaza de San Lorenzo tiene tapada la parada (con los horarios) por un andamio. Vivir para ver. Mientras llega el autobús me tomo un refresco. Sin azucar, eso sí, que ya me habrá subido bastante con lo que he visto. Y lo que me queda por ver. Empieza a caer la tarde y se encienden las luces. Bueno, algunas, porque otras están fundidas. Vuelvo a la plaza de la Artillería y observo que la luna delantera de uno de los autobuses de la línea 5 está rota y ha sido remendada únicamente con cinta aislante.Aun así me monto y vuelvo a sufrir el paso por Padre Claret, donde mantener una conversación con alguien es prácticamente imposible por el ruido del traqueteo del adoquín. Frente a las Hermanitas de los Pobres me bajo y voy a Coronel Rexach para coger la línea 1 (San José). Dos mujeres que van sentadas de espaldas resoplan al ver que una trampilla ha perdido uno de los tornillos que la sujeta. «Pobrecillos los conductores», comentan, al mismo tiempo que expresan su sospecha sobre las rotaciones de los vehículos entre las diferentes líneas: «Los cambian para que no nos demos cuenta de lo mal que están».Se apean del autobús en la rotonda de 'La Pista' y yo con ellas para montarme en la línea 8 (Puente Hierro). Va casi vacío, por lo que es fácil reparar en el deficiente estado en el que se encuentran muchos de los asientos, con la tela que los recubre completamente desgastada. Y más luces fundidas que añadir a la lista. Como en la línea 6 (Paseo del Salón-La Fuentecilla), última etapa de este recorrido. Ya es de noche y los últimos asientos están casi en penumbra, amén de que la puerta por la que me subo sólo se abre a la mitad y de que el panel electrónico que indica las paredes sólo muestra un mensaje: 'Indicador no operativo'. Muy ilustrativo del servicio en general. En el Paseo de El Salón, cerca de las 21:30 horas, acaba este viaje por una de las vergüenzas actuales de Segovia, que no ve la hora de que finalice el proceso de adjudicación y empiece a funcionar la nueva concesión.