Un obispo bueno y comprometido

Aurelio Martín
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Se cumple el centenario del nacimiento de Antonio Palenzuela eue vivió en Segovia el cambio político en España, la transición y la transformación de la Iglesia tras el Concilio Vaticano II y llegó a presidir la Comisión Episcopal para la fe.

Antonio Palenzuela saluda a la entrada a la Catedral, el 22 de febrero de 1970 - Foto: Asociación ‘Amigos de don Antonio’

Recordado a los cien años de su nacimiento como un hombre creyente, sencillo, intelectual y tremendamente humano,  Antonio Palenzuela Velázquez es un obispo querido en Segovia, donde le tocó vivir el cambio político en España y la transición a la democracia,  además de introducir en la Iglesia de la diócesis las tesis emanadas del Concilio Vaticano II,  siendo mirado con recelo desde los sectores más reaccionarios, que lo tacharon incluso de ‘rojo’, para ser visto después por parte de  la izquierda como conservador, aunque él repetía que seguía «siendo el mismo», desde la lógica evolución del paso del tiempo. 

A las seis de la tarde del 22 de febrero de 1970,  Palenzuela recibió la ordenación episcopal en la Catedral. En una foto que conserva la plataforma abierta ‘Amigos de don Antonio Palenzuela’, se le aprecia saludando a su entrada al primer templo segoviano acompañado por el entonces alcalde Juan López Miguel, padre de José Antonio López Arranz, que sería el primer alcalde de la democracia, con UCD. Detrás le acompañan varias autoridades, entre ellas el procurador de las Cortes franquistas Julio García Ibáñez,  uno de los 59 que votó en contra de la Ley de la Reforma Política por entender que, como falangista, iba «en contra de los principios del movimiento nacional; yo soy contrario a los partidos», explicó. 

No fueron fáciles los primeros años para Palenzuela y su equipo en tiempos de tensiones y conflictos entre el Gobierno de Franco y la Iglesia Católica a raíz del Concilio Vaticano II. Como comentaba Diodoro García Iglesias, fallecido en 2016, cuando contaba con 86 años, basándose en su experiencia como vicario general de la diócesis, al cumplirse el veinticinco aniversario de Antonio Palenzuela como obispo de Segovia –donde tuvo la oportunidad de recibir al Papa Juan Pablo II–, «este ambiente enrarecido se plasmó dentro de la provincia y la diócesis en un permanente recelo, juicios poco equitativos, a veces afirmaciones calumniosas, la mayoría subterráneas, en ocasiones grotescas y ciertas revanchas por parte de sectores oficiales, personas próximas a la ideología oficial o de la misma administración hacia el nuevo obispo y sus colaboradores más inmediatos».

Palenzuela se abrió al cambio, compartiendo las tesis del cardenal Vicente Enrique y Tarancón, pero la etiqueta de ‘rojo’ ya se la habían colgado cuando sufrió un accidente, cuyo origen aún está sin aclarar, durante un viaje a Zamora, para visitar a alguno de los curas encarcelados por el régimen de Franco por motivos políticos.  El Gobierno retiró la dotación estatal al seminario conciliar y,  en algunas ocasiones, le llegaron falsos avisos de colocación de bomba, como aquella noche que había accedido a acudir a una tertulia en la discoteca Ladreda 25. También el obispo tuvo sus desplazamientos vigilados una temporada,  incluso comentaba García Iglesias que localizaron por radar el restaurante de la provincia donde se habían reunido en un encuentro de trabajo. Según reconoció al exvicario general un alto militar, el nombramiento de Palenzuela  les «cayó ciertamente como una bomba». No asimilaron el Concilio Vaticano II  y lo que conllevaba de impulso proceso renovador.   

fuera de palacio. Si hay alguien que puede hablar de AntonioPalenzuela con conocimiento, también con entusiasmo y cariño, es Andrés de la Calle, a quien ordenó como sacerdote y luego fue uno de sus más íntimos colaboradores, que admira el lado humano de su obispo:«Siempre estaba al tanto del que sufre, de los enfermos, de los pobres, de los afectados por las injusticias, atendía a todo el que acudía a preguntarle».  Sencillez, inteligencia y fe quizá eran algunas de las virtudes de Palenzuela durante la presidencia de la diócesis de esta provincia durante 25 años (1970-1995), considerado como uno de los teólogos más importantes del último tercio del siglo XX.  La primera muestra de apartarse de los signos externos de riqueza tuvo oportunidad de mostrarla nada más llegar, cuando rechazó un vehículo que trataron de regalarle,  además decidió vivir fuera del Palacio Episcopal, primero en una pequeña casita de las Hermanitas de los Pobres –donde hoy la ciudad le dedica una placa con el que fue su lema episcopal pastoral: «Donde está el espíritu, allá está la libertad», luego en un piso de la ahora plaza de Adolfo Suárez, porque estaba más cerca del centro y del Seminario, también de la gente de la calle.   

Andrés de la Calle recuerda haber escuchado repetir a Palenzuela que era el mismo que cuando llegó y que esencialmente no había cambiado, ya en época socialista, y aclara que lo que realmente criticaba quien él vio como «un hombre centrado»  era la falta de honestidad de algunos políticos y el comportamiento que mostraban, contrario a las ideas que decían defender.  De la Calle subraya las preocupaciones de Palenzuela por los problemas más acuciantes, desde la despoblación o el paro a los jóvenes o las autonomías.                                       

Muy accesible a los medios de comunicación, denunciaba a los poderosos que aplastaban a los más pobres y defendió la educación como llave hacia la libertad, sufriendo especialmente en asuntos como el envenenamiento masivo por aceite adulterado, que en la provincia segoviana dejó decenas de muertos y medio millar de afectados.  

De la Calle vivió personalmente la apuesta de futuro que abordó Palenzuela cuando le envió de sacerdote a Cuéllar, con 28 años. Depositó la confianza en los jóvenes.  «Por ser tan bueno a veces pecaba de ingenuo»,  comenta el exvicario general de Palenzuela, durante cuatro años, a la vez que, tras recurrir al dicho castellano de que  «el tiempo pone a cada uno en su sitio»,  concluye que sus homilías eran ‘oro puro’,  «era un santo hombre, por eso le recuerda el pueblo», subraya .  

DÉBIL DE SALUD. Después de su renuncia, el 12 de mayo de 1995, tras 25 años al frente de la diócesis, fue nombrado administrador apostólico hasta la llegada del obispo Luis Gutiérrez,  en julio de ese mismo año, retirándose a la residencia de ancianos de Cáritas, cuya construcción había impulsado a cambio de contar con una habitación para el día que le llegara su retiro, como solía comentar bromeando. Débil de salud, una dolencia pulmonar, que arrastró durante años, provocó su último ingreso hospitalario.

Dentro de los actos programados, los ‘ Amigos de don Antonio Palenzuela’, con 129 miembros, han organizado con la diócesis diversos actos, como una exposición, que se inaugura este 17 de enero en la Casa de la Lectura, titulada ‘Don Antonio Palenzuela, 100 años de gratitud’.  María Jesús Franco destaca la «sabiduría, cercanía y humanidad» de este obispo, que lo puede resumir el título de uno de los paneles de la muestra ‘Un ciudadano más, y singular’.     

En el último número de ‘Iglesia en Segovia’, el obispo CésarFranco recuerda la forma en que se definió Palenzuela a sí mismo, en su toma de posesión: «Soy ante todo un ho,mbre de fe, o quizá mejor, deseo con toda mi alma, día a día, serlo». Con esta fe, heredada de su familia, en especial de su madre, de acuerdo con el prelado segoviano «iluminó –como sacerdote,  profesor de teología y obispo– los problemas de su tiempo con claridad y con una perspectiva misionera típica del postconcilio».  En 1989, Palenzuela pensaba que para proteger la naturaleza habría que conseguir la paz entre los hombres, fundada en una distribución de los bienes económicos, pero para lograrlo aclaraba que «sería necesario un cambio muy profundo en nuestra manera de ser y de ver la vida». Era su pensamiento. 

 

Nace: 17 enero 1919 en Valladolid 

Fallece: 8 enero de 2003 en Segovia

Obispo de Segovia: 1975-1995

Tras cursar sus estudios sacerdotales en el seminario de Madrid, donde fue ordenado en mayo de 1945, Antonio Palenzuela estudió Filosofía en la Universidad Gregoriana de Roma y se licenció y doctoró en Sagrada Teología en la Universidad de Comillas. Su carrera sacerdotal comenzó como párroco en Horcajo de la Sierra (Madrid). Fue canónigo de Bilbao y profesor de Teología y Filosofía hasta 1967, en que fue nombrado vicerrector de la Iglesia Española de Montserrat y Santiago en Roma. Sus restos descansan en la capilla de San Antón de la Catedral de Segovia.