Esculturas no exentas de polémica

Sergio Arribas
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Una treintena de estatuas salpican la ciudad. La mayoría se instalaron sin polémica. Pero hubo dos casos que llenaron las páginas de los periódicos: la estatua de Juan Bravo, en 1921, y, hace un año, 'Atalaya', obra de Albert, que costó 18.000 euros

A diferencia de otras ciudades, Segovia no pasa por ser especialmente rica en esculturas urbanas. Apenas una treintena de tallas, estatuas, bustos, efigies y esculturas emergen en los espacios públicos de la capital, sea en jardines, plazas o rotondas; algo que resulta insólito, si se tiene en cuenta el ingente número de acontecimientos y personajes relevantes merecedores de perpetuar su memoria en piedra. Tan irrelevante es su huella en comparación con los grandes monumentos de la ciudad, que el Ayuntamiento no cuenta un inventario específico sobre las esculturas que pueblan la ciudad. Es más, tan solo hay una investigación específica al respecto: “La escultura segoviana”, obra del profesor José Luis Martín Herrero y que la extinta Caja Segovia editó en 1992.

Pese a que algunas esculturas son de manufactura y trazo cuestionables, otras son verdaderas obras de arte, como las que labró el maestro Aniceto Marinas (la estatua del comunero Juan Bravo o el monumento a Daoíz y Velarde) o la que lleva la firma del sepulvedano Emiliano Barral, en recuerdo a Daniel Zuloaga Boneta.

La inmensa mayoría de las esculturas urbanas de Segovia fueron instaladas sin polémica, sin escándalo ni ruido. No obstante, la polvareda despertada por la instalación de la escultura del ‘diablo’ en la calle San Juan tiene sonoros precedentes. El más reciente se relaciona con la decisión del Ayuntamiento de adquirir al artista Carlos Albert la escultura ‘La Atalaya’, que el año pasado quedó instalada en la rotonda próxima a la plaza de toros. El “escándalo” se produjo por el precio de la obra, 18.150 euros, que no por su estética o lugar de emplazamiento. Baste recordar que la obra del ‘diablo’ de Abella saldrá gratis a las arcas municipales. No obstante, ambas polémicas resultan irrisorias si se compara con la dura disputa suscitada por la colocación, en 1921, de la estatua del comunero Juan Bravo entre autoridades e intelectuales de la época. El 24 de abril de 1921 se colocó la primera piedra del monumento en homenaje al héroe segoviano, con motivo del cuarto centenario de la derrota en Villalar, obra del escultor Aniceto Marinas. Dicen que por cabezonería de algunas autoridades e incluso del propio artista, deseoso de que pudiera contemplarse su obra en plenitud, se adoptó la decisión de colocar el monumento en la `Plaza de las Sirenas' o de Medina del Campo; lo que obligaba a recolocar escaleras y trasladar la fuente, del pez y los leones, a la plazuela de arriba, la de San Martín. La polémica fue mantenida, especialmente, por Mariano Quintanilla e Ignacio Carral, contrarios al traslado y al actual emplazamiento de la estatua, que representa la figura del aguerrido comunero. Hubo otro intento ante el Ayuntamiento, en una instancia que firmaron importantes personajes de la vida cultural española del momento, como Antonio Machado, José Ortega y Gasset, Azorín, Ignacio Zuloaga y Julio Romero de Torres, entre otros. Pero nada se pudo hacer.

La historia de la escultura urbana en Segovia abarca desde aquellos verracos celtíberos, que datan del siglo I antes de Cristo hasta la escultura de vanguardia de Carlos Albert, bautizada como `Atalaya'. Unas se erigieron gracias a la cuestación popular, otras fueron financiadas por el erario público. También están los grupos escultóricos que fueron «donados» a la ciudad, como `El arado canario', obra de J.A.Giraldo, que en 1996 se ubicó en la rotonda de confluencia entre Santo Tomás y Gobernador Fernández Jiménez como símbolo del hermanamiento de Segovia con la ciudad de San Bartolomé de Tirajana (Canarias).

De origen celtíbero son las primeras esculturas urbanas de Segovia, si por ello entendemos piezas que durante siglos estuvieron a la intemperie. Son cuatro verracos de piedra berroqueña, sobre los que sobrevuelan teorías diversas señales sobre su antigüedad y origen. Al parecer, datan del siglo I antes de Cristo. El Museo Provincial custodia dos de estas marranas, mientras que una tercera, que se emplazaba en la entonces `Calle del Puerco', hoy Calle Real, fue trasladada en 1868 al Museo Arqueológico Nacional. La cuarta se encuentra empotrada en el primer cuerpo de la Torre de Hércules.

Emblemática es también `La loba capitolina', una copia del bronce etrusco, del año 500 a.c. que se conserva en el Museo del Capitolio de Roma. Fue inaugurada el 20 de julio de 1974, con gran boato, y presencia de autoridades de la ciudad de Roma, que regaló la pieza, con motivo del bimilenario del Acueducto.

En la explanada del Alcázar se emplaza otra pieza emblemática, obra del maestro Aniceto Marinas. En 1908, con motivo del centenario de la Guerra de la Independencia se erigió el monumento a los héroes del 2 de mayo, Daoíz y Velarde. El conjunto se inauguró en 1910.

Marinas es también autor de la escultura al comunero Juan Bravo, inaugurada en 1921, que permanece desde entonces en la Plaza de Medina del Campo, conocida también, popularmente, como de Las Sirenas, unas esfinges que formaban parte del conjunto de la fuente y que fueron labradas por Francisco Bellver en 1852.

No pocos son los personajes relacionados con las letras, casi todos en forma de busto, que ocupan espacios ajardinados de la ciudad. Es el caso del busto, en bronce, del poeta Rubén Dario, donado por la República de Nicaragua a la ciudad en 1973, en la plaza de la Merced, obra de Santiago de Santiago; o el del poeta, literato y periodista segoviano José Rodao, obra del que fuera su amigo, Aniceto Marinas, que se encuentra en el Paseo del Salón desde la década de los sesenta. Sin embargo, este no fue su inicial emplazamiento. El monumento en memoria a Rodado fue instalado en un principio en la Plaza de los Huertos, en un emotivo acto que lugar el 26 de junio de 1927, cinco meses después de su muerte. Pero en 1960 se sustituyó el monumento al poeta por el del doctor Andrés Laguna, una obra de Florentino Trapero, en memoria del médico de Carlos V y comentador del Dioscórides, al cumplirse el IV Centenario de su muerte.

Otra escultura urbana que sufrió traslado es la que firmó Emiliano Barral en 1924 en recuerdo al ceramista Daniel Zuloaga y que se instaló, inicialmente, en la Plaza de la Merced, para posteriormente trasladarse a la Plaza de Colmenares, cerca de la iglesia de San Juan de los Caballeros.

De Barral es también la escultura del poeta Antonio Machado que se emplaza en el jardín de la Casa-Museo dedicada al poeta. El poeta sevillano, que vivió en Segovia entre 1919 y 1932, cuenta con dos esculturas; la ya mencionada y la que se inauguró, el 23 de abril de 2010, en la Plaza Mayor. Realizada en bronce, con 1,85 metros de altura, la obra, de los hermanos Ángel y César García, representa a Machado con abrigo y bastón, en recuerdo de su «torpe aliño indumentario». Quién también cuenta con dos estatuas en la ciudad, es Cándido, Mesonero Mayor de Castilla. Además del busto que se encuentra a la puerta del Mesón, célebre es la que preside la rotonda entre el Paseo de Ezequiel González y la calle Santi Spíritu, inaugurada el 11 de abril de 1996. Realizada en bronce por el escultor Luis Sanguino, y con un peso de 450 kilos, la obra costó diez millones de las antiguas pesetas, costeada en un 25%, según dijeron las crónicas del momento, por la hostelería segoviana. En la lista de esculturas urbanas, el monumento `El Favorito', una obra cristiano-pagana que labró el segoviano Toribio García en 1901 y que se emplaza en la Plaza de Guevara. Muy cerca, el busto a Domingo de Soto, de Ortega; y el que salió del taller de Barral dedicado al que fuera presidente de la Diputación, Lope de la Calle Martín, en la plaza de San Facundo.

Destacado es también el monumento que se erigió en memoria del escultor Aniceto Marinas, obra de Francisco Bellver, que hoy puede contemplarse en los jardinillos de San Roque.

El escultor José María García Moro tiene también repartida su obra en las calles de Segovia. A su ingenio y maestría se deben el monumento a la Juventud, en la Plaza del Conde Cheste, datado en 1965 para conmemorar el 25 aniversario de la fundación del Frente de Juventudes; el que se inauguró, el 25 de octubre de 1961, en memoria de San Antonio María Claret y el monumento a San Juan de la Cruz, en la plaza del Vallejo, inaugurado en 1991. En la Plaza del Socorro se emplaza otra obra inolvidable de Moro, el monumento al folclorista Agapito Marazuela, inaugurado el 23 de febrero de 2002, 19 años después de su muerte.

En el listado de esculturas urbanas encontramos una serie que presiden rotondas de la ciudad, como el `Monumento a la Trashumancia', un conjunto de figuras en bronce, que representan al pastor con su mastín y sus ovejas, realizadas por el escultor burgalés José Antonio Abella, en el año 2000; el monolito que representa a las ciudades Patrimonio de la Humanidad, una estructura de hierro en forma de cubo, obra de Federico Coullaut, instalada en la `glorieta de Chamberí' en 1996; o la del `Arado Canario', regalo de San Bartolomé de Tirajana a Segovia, que se instaló el mismo año en la rotonda entre Santo Tomás y Gobernador Fernández Jiménez. Mucho más reciente es la "escultura moderna" de Guillermo Berdugo Garvía que en 2011 se ubicó en una de las rotondas del nuevo barrio de la Comunidad de Ciudad y Tierra de Segovia. Recientes son también otras esculturas urbanas, como la estatua de Luis Sanguino que rinde homenaje a la Guardia Civil, frente a la puerta de la Comandancia de Segovia, inaugurada en 2015 en conmemoración al 170 aniversario de la llegada del Instituto Armado a la provincia; y el `Monumento a la Semana Santa', del escultor segoviano Gregorio Herrero, inaugurada en 2007.

En el listado también está el busto de Juan Pablo II, de Luis Sanguino, inaugurada en 2011, y con el que la Diócesis de Segovia quiso perpetuar el recuerdo de la primera visita de un Papa a la capital, el 4 de noviembre de 1982; o la escultura del escritor José Zorrilla, que descansa en un banco, en la calle que lleva su nombre, desde 2009. Entre las piezas escultóricas urbanas, la estatua en memoria del Papa Pío XII, que se inauguró el 1 de noviembre de 1963, coincidiendo con la de las 120 viviendas de esta urbanización, ubicada entre las calles Larga y Caño Grande. Vitorio Matias es el autor de la estatua en homenaje a `Las Lavanderas', que se emplaza en San Lorenzo desde 2008; mientras que un año después quedó inaugurada otra escultura, obra de Antón Otero Besteiro, en los antiguos jardines de Villángela, en memoria de las mujeres presas durante el franquismo.