Con la llegada de septiembre y los primeros días de frío regresan también las pocas ganas de volver a los estudios. Sin embargo, son muchos los universitarios que deciden salirse de la rutina y comenzar el curso, llenos de ilusiones, en otro país a través de la tan comentada y conocida iniciativa del Erasmus.
El Plan de Acción de la Comunidad Europea para la Movilidad de Estudiantes Universitarios (Erasmus) es un proyecto que apoya el traslado de los académicos dentro del Espacio Económico Europeo, además de Suiza y Turquía.
Este fenómeno social, que ha embaucado ya a más de cuatro millones de estudiantes, arrancó en 1987 cuando 11 naciones -entre ellas España-, se involucraron en su desarrollo, con un total de 3.244 participantes. Se presenta como una alternativa muy jugosa, y de hecho lo es, aunque bien cabe destacar que no llega a ser asequible para el bolsillo de todos.
Pasar un tiempo estudiando en el extranjero tiene un coste medio de 500 euros mensuales, eso si no se opta por vivir en ciudades como Londres, donde tan solo el precio de una habitación compartida ya alcanza la cifra de 600.
La Comisión Europea, el Ministerio de Educación y la propia Universidad de origen apoyan el plan ofreciendo ayudas económicas, un dinero que rara vez cubre la totalidad del gasto y que en muchas ocasiones se recibe cuando el estudiante regresa a casa