Luz al final del túnel

Nacho Sáez
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El ganador de la Carrera de Fin de Año, Mario Calvo, se hundió en un pozo al perder a su madre. Tuvo problemas familiares, no aceptaba su homosexualidad, llegó a dejar los estudios y el atletismo y empezó a fumar y a beber. Pero consiguió levantarse.

Luz al final del túnel

La Carrera de Fin de Año había puesto a Mario Calvo González (Segovia, 19 de marzo de 1995) en casi todas las posiciones posibles, pero nunca en lo más alto del podio. Hasta el pasado lunes, un 31 de diciembre redondo para él al convertirse en el mejor de una prueba que hace años supuso uno de sus primeros escarceos en el atletismo cuando era infantil. También entonces con victoria, aunque en las carreras de menores. Aquel año no se planteó dejar de correr; este sí. Según escribió en sus perfiles en las redes sociales dos días antes de que se celebrara, se planteaba no participar en la Carrera de Fin de Año después de conocer que un rival había hecho un comentario homófobo sobre él. ‘Pero bueeno, cómo no voy a ganar a ese Marica’, le habían dicho que había comentado este contrincante.

Después de haber recibido decenas de mensajes de apoyo y de haber ganado la prueba, quiere pasar página y centrarse en una temporada que va a estar plagada de retos. Los primeros, en los campeonatos de Andalucía de cross con su equipo, el cordobés Club Deportivo Surco Aventura, con el que el año pasado se clasificó para el nacional sénior y quedó en la cuarta y en la séptima posición en los campeonatos andaluces de cross corto y largo, respectivamente. 

Allí comparte filas y entrenador con su amigo Alejandro González, una de las personas que más le ayudó en su momento para que reconociera y aceptara su orientación sexual. «Desde los 11 años siempre me he sentido más cómodo estando con chicas, pero he sido muy crítico conmigo mismo. Me reprochaba ser diferente al resto», cuenta en conversación con El Día de Segovia tras uno de sus entrenamientos esta semana en las pistas Antonio Prieto. No fue hasta los 20 años cuando decidió dar el paso, arropado por Alejandro y por la también atleta Idaira Prieto. «Han sido dos pilares fundamentales y yo me dije: ‘Mario, ya es hora de que te vayas aceptando’», relata.

A pesar de lo sucedido en la previa de la Carrera de Fin de Año, este fondista asegura que nunca se ha sentido rechazado por su homosexualidad. «Siempre va a haber personas que te van a rechazar y alguno que consideras amigo y se lo cuentas y te dice: ‘Yo te respeto pero no me toques’. O cosas así. Pero también veo que el 95 por ciento de la gente tiene unos valores marcados y te apoyan, te respetan y te animan. Cuando escribí el mensaje el otro día en el Facebook e Instagram y vi todo el apoyo que recibí –hasta de Toni Abadía–, te das cuenta de que no estás solo. Me he visto muy respaldado».

Bastante más difíciles han sido otros episodios de su vida. Cuando apenas tenía nueve años y su hermana Nuria cuatro, perdieron a su madre y comenzó un calvario que hoy puede decir que ha superado. Durante dos o tres años estuvieron viviendo con su tía, pero después volvió a hacerse cargo de ellos su padre y Mario se hundió en un profundo pozo que estuvo a punto de destrozar su vida y de paso también la de su hermana. «Por mi 16 cumpleaños me ‘regalé’ dejar los estudios. Fui al jefe de estudios del Mariano Quintanilla y le dije que me diera de baja», relata. También abandonó el atletismo, deporte por el que se había decantado después de compatibilizarlo durante un tiempo con el fútbol. En la Gimnástica Segoviana le convencieron de que sus cualidades se adaptaban mejor al atletismo y se calzó las zapatillas. «Mi primera carrera fue un 500 por la calle cuatro y en mi primera San Silvestre quedé primero en infantil”, recuerda. Enseguida se vio que donde mejor rendía era en el fondo y se comenzó a especializar en pruebas como el 3.000 o los 1.000 metros.

Sin embargo, durante tres años tiró todo por la borda todo lo conseguido. «Dejé de correr y empecé a fumar y a beber, me puse no sé cuantos piercings… Pasaba por las pistas y sentía nostalgia. Decía: ‘Con lo que me ha gustado y no lo estoy haciendo’».

–¿Y cómo y cuándo consiguió salir de ese túnel?

–Cuando mi hermana me contó lo que la estaba pasando. Cuando falleció mi madre, fui el último en verla y le prometí que iba a cuidar de mi hermana, que iba a ser su apoyo… Al darme cuenta de que no lo estaba cumpliendo, porque mi hermana estaba viviendo situaciones muy difíciles, decidí cortar por lo sano y denunciar.

Acudió al asistente social y, al cabo de un tiempo, consiguieron regresar a casa de su tía: «Mi tía Milagros ha sido una segunda madre para mi hermana y para mí. Nos abrió las puertas y nos dijo ‘vamos a ir para adelante como sea’». Para dejar el tabaco y el alcohol, él, además, se puso en manos de los Servicios Sociales del Ayuntamiento, que recomendaron su inscripción en el grupo de entrenamiento que tiene el Instituto Municipal de Deportes para atletas populares. Regresó a las pistas, dejó la mala vida y se consiguió sacar la ESO y el Bachillerato. Ahora estudia el último año de Tafad (Técnico Superior en Animación de Actividades Físicas y Deportivas), trabaja en verano y es uno de los atletas segovianos con mejores resultados. «El atletismo siempre me ha ayudado a estabilizarme. No podría dejarlo. Corría en las pistas o en el Camino de los Tanques y desconectaba de la situación familiar. Siempre ha sido mi vía de escape y me enseñó la luz al final del túnel», destaca.

Le entrenó durante dos años Javi Guerra («He aprendido con él lo que no está escrito y para mí es un referente absoluto») y ha pasado por el CAS, Vino de Toro y Sporting Hortaleza hasta recalar en el Club Deportivo Surco Aventura, donde esta temporada tiene marca mínima para participar en el campeonato de España de media maratón. Los 10 kilómetros de Laredo es otra de las citas que tiene subrayadas en rojo para los próximos meses, en los que también intentará mejorar sus registros personales en pista en 5.000 o 1.500 y en las pruebas en ruta. «Cada vez voy siendo más ambicioso porque esto me apasiona, pero hay que ser realista y saber que del atletismo viven cuatro personas. Cuando termine Tafad, no sé si estudiaré INEF, Fisioterapia o Magisterio. Lo que tengo claro es que quiero hacer algo que esté relacionado con la educación y el deporte», concluye. Ha visto la luz al final del túnel.