O cómo alguien que siempre tomaba la peor decisión posible en el último instante se ha convertido en un finalizador letal. Porque Vinícius, el tipo que en Múnich acercó un poco más la final de la Champions con un doblete, ha vivido una evolución fulgurante, una metamorfosis: era el agitador estéril, el adolescente de cabeza rapada y el '28' en la espalda que si tenía que tirar, pasaba; y si tenía que pasar, tiraba. Era un estupendo dibujante de 'uys' y de 'ays' con una habilidad increíble para el 95 por ciento del fútbol, pero acomplejado en el cinco por ciento final. Y ahora…
Nunca fue un goleador. No fue fichado como tal, aunque el Madrid tuviese que inventarlo. Cuando ingresas en las academias de los grandes clubes brasileños (él entró en la del Flamengo con 10 años), los técnicos van colocando a los jugadores en perfecta jerarquía. De adelante atrás. Los que tienen gol atacan, los que tienen un poco menos los respaldan desde los interiores o la mediapunta… 'Vini' comenzó como lateral izquierdo. Y lo que fue llevándole hacia adelante no fue la toma de decisiones sino su irrefrenable impulso a regatear y, además, hacerlo siempre con éxito.
Ya a finales de 2016 (16 años), ya asomaba en los artículos de prensa de «las mayores perlas del fútbol brasileño» y los 'gigantes' de Europa lanzaban sus redes buscando al 'nuevo Neymar', que entonces tenía la misma edad que hoy gasta el '7' del bloque merengue y apuraba, quizás sin saberlo, su última temporada en el Barça.
Debutar en la élite brasileña es un salto sin red. Los niños son lanzados al gran escaparate sin miramientos, como algunas escuelas de natación hacen con los bebés. La naturaleza hará el resto. En el caso de Vinícius, en apenas 10 días de mayo de 2017 sucedió 'todo': su estreno con el primer equipo, su ampliación de contrato (con una cláusula de 45 millones) y su fichaje por el Real Madrid, al que se incorporaría una vez alcanzase la mayoría de edad, una de las normas con que la FIFA aún protege al fútbol mundial de los tentáculos europeos.
Mal trago
Dejó el Flamengo con 'apenas' 14 tantos en 70 partidos, cruzó el charco y, de entrada, no convenció a Lopetegui: su aventura en blanco arrancó en el Castilla. Algunos apuntan a que la desilusión de empezar en Segunda B marcó esa primera etapa. Una especie de «¿y si realmente no soy tan bueno?» que trastornó al futbolista… que en cada fallo alimentaba la leyenda de 'Ficticius', el muchacho que siempre resolvía mal, hasta el punto que todavía resuenan aquellas palabras de 2020 de Benzema a Mendy: «No se la des a él. No hace nada con sentido. Parece que juega contra nosotros».
Primero Zidane y después Ancelotti jugaron un papel fundamental en su carrera. Fueron jugadores cabales, moderadamente sosegados, que llevaron esa tranquilidad a los banquillos… y descubrieron a un 'pre-goleador' al que había dar tiempo: que se equivoque muchas veces, pensaron, es clave para que empiece a acertar.
Y ese 'tiempo' facilitó la transformación: esta temporada, Vinícius marca con mayor efectividad que nunca (un gol cada 129 minutos), ya ha superado la barrera de los 30 tantos generados entre propios y asistencias -cifra que lleva tres campañas consecutivas alcanzando-, está a solo dos dianas de alcanzarse a sí mismo (su 'tope' fueron las 23 de la pasada campaña)… y eso que este curso ha tenido dos lesiones que le han castigado con 11 encuentros de baja. Cuando sale de los focos de la polémica, aparece el genio transformado, el que ahora es dueño del último momento, el más importante en el fútbol.