"[El asesinato de Belén Cortés] ha colmado el vaso"

Nacho Sáez
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Dos educadoras sociales y una trabajadora social reivindican un mayor reconocimiento a su labor tras la muerte de una compañera en un piso tutelado en Badajoz a manos de menores.

La educadora social Ángela Martín posa para la foto el pasado martes. - Foto: Rosa Blanco

Patricia Monje quiso seguir los pasos de su madre. Trabajadora social, desde pequeña veía su lugar y a veces incluso la acompañaba. «A mí me gusta el acercamiento a las personas. A veces es malo pero cuando es bueno te llena y te enriquece mucho», cuenta esta santanderina de 22 años que se acaba de graduar y que trabaja en Segovia. «La mayoría de la gente se piensa que nunca va a tener que recurrir a una trabajadora social, pero no es verdad. En cualquier momento pueden necesitarnos», remarca cinco días después de participar en una asamblea del 'sector social'.

Trabajadoras sociales, educadoras sociales, integradoras sociales y psicólogas segovianas han decidido a sumarse a las movilizaciones de este colectivo que se han extendido en toda España tras el asesinato en Badajoz de Belén Cortés, una educadora social que trabajaba en un piso tutelado. «Ha sido la gota que ha colmado el vaso porque el 'sector social' lleva muchísimos años desprotegido desde muchos ámbitos. Me da rabia que tengan que pasar estas cosas para que se llame la atención y para que alguien haga algo», lamenta Monje, que reclama más reconocimiento a la sociedad: «Trabajamos en el ámbito público y no estamos valoradas de ninguna manera. A los hechos me remito».

Ángela Martín, educadora social de 31 años, cree que ese reconocimiento no tiene que ser solo económico. «Aunque hemos estudiado para que también se nos valore económicamente también queremos que haya un reconocimiento en el puesto de trabajo. «Lo que hace una educadora social no es lo mismo que hace una trabajadora social ni una integradora. Ycreo que es fundamental trabajar en equipo, pero cada una tiene sus competencias», argumenta esta segoviana, que lleva la vocación de servicio a la sociedad en el corazón: «Sabía que me quería dedicar a algo social que ayudara un poco a la gente y cuando descubrí esta carrera dije: 'Esto es lo que tengo que hacer'».

La trabajadora social Patricia Monje, este pasado martes. La trabajadora social Patricia Monje, este pasado martes. - Foto: Rosa Blanco

Ese amor por su oficio se refleja en sus ojos cuando habla, pero se ha tenido que enfrentar a la comprensión y a los defectos del sistema. «He sufrido alguna que otra situación violenta, pero no se trata de criminalizar a un determinado colectivo sino de ver por qué pasan determinadas cosas. Las situaciones que yo he vivido se habrían solventado con más recursos con independencia de que a veces trabajas con gente que está oyendo algo que no quiere oír».

¡El asesinato de Belén Cortés ha hecho aflorar la precariedad laboral existente en el sector. «Es una profesión de riesgo y muchas veces no estamos lo protegidas que deberíamos estar», subraya esta estudiante, que no ha perdido su vocación a pesar de este trágico suceso: «Puedes tener que trabajar con familias, en protección de menores... En función de eso nuestra intervención va hacia un lado o hacia otro, pero a mí me gustaría probarlo todo».
Tampoco ha disminuido la ilusión de Paula, nombre ficticio de una educadora social en activo que prefiere no desvelar su identidad real. «Tengo compañeras que han estado noches solas con 109 personas, yo estoy con diez chavales de diecisiete años... Ya no es que te puedan hacer algo; es que no les puedes atender bien, no llegas a lo que tienes que hacer», desvela. La responsabilidad apunta a un sistema con fallas evidentes. Por ejemplo, el convenio estatal del sector no establece ratios de un máximo de usuarios por profesional. Además, la ejecución de estos servicios está confiada en su mayoría a ONG que en la práctica funcionan como empresas privadas.

«Como es una profesión tan vocacional juegan un poco contigo en el sentido de que tienes que estar ahí para atender a las personas porque es tu pasión, es tu vocación. Y se aprovechan de eso. Puedes estar doblando turnos, haciendo dieciocho horas seguidas, que te avisen para presentarte en el puesto de trabajo seis horas antes porque una compañera está mala y como no hay personal tienes que ir tú...», relata la educadora social que pide preservar su anonimato.

Esta joven ha decidido empezar a estudiar otra carrera –Trabajo Social– ante las condiciones laborales que tiene que soportar. «Siento que la figura del trabajador social quizás está un poco más respetada. Hay sitios en los que el trabajador social está en el día a día, pero en general se encarga más de diagnosticar las situaciones y de tramitar ayudas económicas. El educador social es el que está en los centros en el día a día y las condiciones que nos ofrecen son muchas veces de risa».

Las educadoras sociales han decidido salir a la calle para protestar en numerosas ciudades de España y no descartan más movilizaciones en medio de un contexto, además, con retos novedosos para ellas. «Las redes sociales están provocado una gran polarización en la sociedad y eso va a ser un gran problema. Con lo de la chica de Badajoz se ha criminalizado a los menores tutelados y se ha dicho que si son inmigrantes, que si no sé qué. Me preocupa mucho lo que puedan ver los menores en las redes sociales y creo que esto va a ser un gran reto para la educación social», concluye esta educadora social.

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