Algunos rasgos de personalidad predisponen a la depresión, de forma que las personas introvertidas, neuróticas, desconfiadas y rumiativas y otras con perfiles psicológicos que gestionan mal los conflictos o las situaciones estresantes están más expuestas a desarrollar esta enfermedad. Y, cuando lo hacen, manifiestan un peor curso y respuesta al tratamiento, tal y como apuntan los profesionales de la salud mental. Estos subrayan la importancia de que los rasgos de personalidad integren la visión holística de la psiquiatría para su diagnóstico y tratamiento.
La personalidad, explica Alba Babot, especialista en Medicina Familiar y Comunitaria en el Área Básica de Salud de La Garriga (Barcelona), puede tener un efecto positivo o negativo en la salud mental porque influye en la manera de comportarse, el estilo de vida, la actividad cognitiva, la reacción al estrés y la calidad y el tamaño de la red social.
Una de cada cinco personas de más de 60 años padece algún trastorno mental o neurológico; las dos patologías mentales más prevalentes en adultos mayores son la demencia y la depresión, y ambas están asociadas a unos rasgos de personalidad comunes: la introversión y el neuroticismo.
Es precisamente este último, que es «la tendencia a experimentar emociones negativas respecto a ciertas circunstancias, como ira, ansiedad, tristeza y conductas exageradas delante de alguna situación», el predictor más consistente del desarrollo de depresión en la vejez, su curso y respuesta al tratamiento. La tendencia a culpabilizarse o la negativización a la hora de afrontar situaciones, así como la desconfianza -este tipo de personas y las que padecen depresión mayor tienen áreas cerebrales relacionadas con la cognición social reducidas de volumen- son otras peculiaridades de la personalidad que se asocian a la predisposición.
«Tener un rasgo de personalidad determinado implica una vulnerabilidad a padecer depresión, pero por sí solo no sería el que marcaría la depresión, sino que aparte deben existir estresores vitales», aclara Babot.
Pero, ¿qué es la depresión? Es una enfermedad del cerebro que afecta a una de cada cinco personas, siendo más prevalente en mujeres (66 por ciento) que en hombres (44 por ciento); es multifactorial porque en ella influyen, además de cuestiones psicológicas y sociales, biológicas, detalla José Manuel Montes, jefe de Sección de Psiquiatría del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid.
Dentro de estos últimos factores, el principal es la predisposición genética -por ejemplo, el riesgo se triplica cuando el afectado es familiar de primer grado-, aunque por sí misma tampoco es necesariamente determinante para su desarrollo, sino que son necesarios otros factores.
Igualmente influyen las alteraciones hormonales, la más frecuente la del cortisol, o las fluctuaciones en las hormonas sexuales en períodos clave de la vida reproductiva de la mujer.
En conclusión, esta alteración no es una enfermedad hereditaria, aunque sí lo sea la tendencia a desarrollarla en combinación con otros factores psicosociales.
«La depresión es una constelación de cosas, no es simplemente estar tristes, que es una reacción normal y necesaria que nos sirve para avanzar, es evolutivamente positivo», resume.
Sin embargo, «la sociedad no admite la posibilidad de estar unos días triste, es el problema de la vulgarización del término depre. Pero la depresión es mucho más que eso», concretó.