Antonio Casado

CRÓNICA PERSONAL

Antonio Casado

Periodista especializado en información política y parlamentaria


Mala conciencia del Gobierno

12/05/2022

El caso del espionaje pasó por el control parlamentario -el rápido, el de usar y tirar- en el Senado el martes y en el Congreso el miércoles. Como es habitual, las preguntas quedaron sin respuestas. En las sesiones de supuesta fiscalización política del Gobierno, todo es muy previsible.
Nada nuevo sobre las razones de la caída de Paz Esteban como directora del CNI, por mucho que senadores y diputados insistieran en reclamarlas al ministro de la Presidencia en el Senado. Y en el Congreso, al presidente del Gobierno y la ministra de Defensa (el de Presidencia, Bolaños, hizo doblete en la Cámara Baja).
Los que preguntaban se dividieron en dos bandos. Por un lado, quienes acusaron al Gobierno de haber entregado la cabeza de Esteban para que los independentistas salvasen la de la de Sánchez (PP, Vox, Ciudadanos). Por otro, los independentistas, que aflojaron su acoso al Gobierno por espiar a los amigos, mientras advertían de las consecuencias si el espionaje vuelve a repetirse.
Los que respondían (Sánchez, Bolaños y Margarita Robles), rehuyeron la cuestión de fondo y se dedicaron a descalificar a los preguntantes. A Cuca Gamarra, por la corrupción y las policías paralelas en los Gobiernos del PP. A Edmundo Bal (Ciudadanos), por su escasa facturación en las urnas. Y a Macarena Olona (Vox) por sus fotos con la ultraderechista francesa, Marine Le Pen. Pero ni media palabra en rebatir su claudicación ante los enemigos del Estado, las contradicciones del llamado bloque de investidura o el pensamiento oportunista de Pedro Sánchez.
Félix Bolaños dijo que "el Gobierno tiene la conciencia tranquila". La frase está utilizada a modo de placebo, pues la propia resistencia a enfrentarse de cara a los reproches no hace sino reflejar la mala conciencia del pecador. De ahí la necesidad de camuflar con frases hechas y explicaciones inverosímiles una decisión inspirada exclusivamente en el amarre de Pedro Sánchez al pedestal.
Aquí la indignidad cursa como precio del poder. Es la moraleja de una decisión de respuesta al chantaje de quienes van de vírgenes ofendidas por los servicios secretos del Estado ¿Acaso se sienten especie protegida? Porque tal parece que reclaman esa exención como peaje a pagar por el Gobierno por seguir vivo en lo que resta de legislatura.
Con su resistencia a presentar la dimisión, Paz Esteban se quedó en el bando de la dignidad. Nadie ha podido acusarla de hacer mal su trabajo. Han tenido que destituirla. Y se equivoca Sánchez si cree que su decisión no dejará huella en un régimen de opinión pública y libre circulación de ideas. La gente no es idiota. Y las infantiles versiones sobre la caída de la jefa de los espías van a ser una fuente de problemas venideros para los teólogos de la Moncloa. Al tiempo.