La amenaza de los humedales

P. San Segundo (EFE)
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Plantas, animales y vertebrados externos invaden estos espacios húmedos españoles expulsando a la fauna y flora autóctona y quebrando ecosistemas tan emblemáticos como Doñana y la Albufera

El Parque Nacional de Doñana, en Huelva, es uno de los humedales más importantes de Europa. - Foto: DIEGO LÓPEZ ÁLVAREZ (WWF)

Primero fue la amenaza del hombre frente a los humedales, en la década de los 70 del pasado siglo, con el objetivo de aprovechar su agua para la agricultura y ahora son las especies exóticas invasoras (EII) las que constituyen un peligro creciente para estos terrenos inundados y para la fauna y flora autóctona. El propósito de los expertos para detener este deterioro externo es el de crear un conjunto de herramientas que sirvan para prevenir la entrada de estas  variedades y evitar que se sigan extendiendo.

«La prevención de las EEI es el instrumento más eficaz y rentable desde el punto de vista económico y ecológico para combatir la proliferación de estas especies en los humedales», asegura Francisco J. Oliva Paterna, profesor de la Universidad de Murcia y coordinador del proyecto europeo Life Invasaqua, al conmemorarse ayer el Día Internacional de los Humedales.

Según los datos de Ecologistas en Acción, desde su adhesión en 1982 al Convenio Ramsar -el tratado internacional para la conservación de los humedales más importantes del planeta- España ha incorporado a la lista de los espacios húmedos más importantes 75 zonas que representan 304.541 hectáreas de superficie.

En términos generales, las EEI pueden instalarse en muchas partes de esos espacios, «pero lo más frecuente es que tengan alguna relación con el agua que fomenta su expansión», asegura Oliva Paterna.

Plantas y animales, vertebrados o invertebrados invaden ecosistemas húmedos españoles tan emblemáticos como Doñana, el Delta del Ebro, la Albufera de Valencia o el Mar Menor, pero también habitan en humedales artificiales provocando efectos muy perniciosos.

Estas especies pueden alterar el flujo de las corrientes y la calidad del agua, reducir los cauces e incluso causar la desaparición de la pesca profesional o deportiva y la extinción de especies autóctonas como el fartet o el salinete, entre los peces; la rana pirenaica, la ágil o el sapo partero, entre los anfibios, o la malvasía cabeciblanca, las garcillas cangrejeras o el avetoro común, entre las aves acuáticas.

Los humedales más emblemáticos y los más degradados son los que albergarían la mayor cantidad de EEI porque acumulan muchos nutrientes, mientras que en los de menor tamaño la presencia de estas familias está muy relacionada con su nivel de perturbación.

Pablo García Murillo es profesor del Departamento de Biología Ambiental de la Universidad de Sevilla y forma parte de un grupo de investigación sobre los humedales de Doñana, donde existen numerosos hábitats acuáticos amenazados por las especies invasoras y por la contaminación que causan los nutrientes y los «cultivos intensivos y agresivos» que rodean este espacio.

«Las plantas nativas de la Península son muy vulnerables a la acción humana. Muchas veces no son capaces de aguantar las altas concentraciones de nutrientes que tiene el agua como consecuencia de la actividad agrícola o ganadera y a menudo se ven desplazadas por otras especies invasoras « que aprovechan los «huecos» que dejan las especies autóctonas, asegura García Murillo.

Añade que este es el caso de Doñana y de otros muchos humedales en España, como los lagos y estanques de los Pirineos, del Sistema Central, de los Picos de Europa o de Sierra Nevada, todos los cuales albergan humedales donde las especies vegetales se ven «muy amenazadas como consecuencia de la acción humana y del cambio climático, que acentúa el proceso».

 

En peligro

Entre las plantas acuáticas que están más en riesgo en Doñana se encuentra el Mordisco de rana (Hydrocharis morsus-ranae), la única de su especie que sobrevive en la Península Ibérica, así como un amplio conjunto de plantas carnívoras que habitan en turberas y subsisten ingiriendo pequeños animales o insectos.

En el extremo opuesto se encuentran las plantas acuáticas invasoras como algunos helechos flotantes de Doñana cuyo «efecto sombra» impide sobrevivir a especies naturales que habitan en el fondo, como sucede con el helecho de agua (Azolla Filiculoides).

Entre los invertebrados invasores dominantes están el caracol manzana, el cangrejo azul o el rojo americano, el mosquito tigre, que puede ser vector de enfermedades y, entre los vertebrados, peces como la gambusia, carpas, carpines, el galápago de florida o el visón.

Pero, ¿cómo han llegado todas estas especies? Los expertos aseguran que las vías de entrada son muy diversas y en general se deben a la contaminación del agua o al enriquecimiento de nutrientes, pero suelen estar muy relacionadas con la actividad humana, ya sea de forma voluntaria (acuariofilia o mascotismo), involuntaria (organismos adheridos a embarcaciones, botas y guantes de pescadores) o negligente (trasvases y canalizaciones).