"Hay que abrir la Iglesia al sacerdocio de la mujer"

A.M.
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Arcipreste de Segovia, párroco del Cristo del Mercado, coordinó la asamblea presbiteral de la Diócesis, que se celebró en Ávila, a la que asistieron la mayoría de los 139 sacerdotes de la provinicia, que se distribuyen en 339 parroquias.

El sacerdote, arcipreste de Segovia, Jesús Riaza - Foto: Rosa Blanco

El responsable del arciprestazgo de Segovia y párroco del Cristo del Mercado, Jesús Riaza Cabezudo, que coordinó la asamblea presbiterial de la Diócesis de Segovia, que se celebró en Ávila, en noviembre,  afirma en esta entrevista que «hay que abrir la Iglesia al sacerdocio de la mujer y al celibato opcional, hay mucha parte de la Iglesia que comparte la idea, es verdad que a nivel de jerarquía no», mientras vaticina que, dado el envejecimiento de los sacerdotes y la falta de vocaciones «van a ser los feligreses quienes lleven las parroquias». Partidiario de que los laicos ocupen lugares más relevantes, lamenta que «no solo hemos perdido a los jóvenes, sino que nos hemos desenganchado de ellos». 

¿Qué objetivo tuvo la asamblea presbiteral que celebraron los sacerdotes segovianos en Ávila?

Estaba programa desde hacía tres años, antes de que se convocara el sínodo, tuvimos un año de trabajo previo y, cuando íbamos a celebrarla, llegó la pandemia.  A nivel de diócesis se está comenzando a trabajar en las conclusiones, como es la de crear una comisión que acoja a los sacerdotes extranjeros, porque se han dado casos de que aterrizan en Barajas, les traen a Segovia y les trasladan a los pueblos que se les han designado, pero no conocen a nadie, aunque sea latinos y hablen el idioma. Necesitan un periodo de adaptación. 

Luego se encuentran también la figura de que alguien se preocupe del clero, ¿cómo vive?. De por sí somos un poco abandonados, estás solo, entonces que haya alguien que te visite o vea cómo te alimentas… Por eso se refuerzan los arciprestazgos, a los que definimos como taller, porque tiene que ser un lugar de trabajo en conjunto; escuela, porque nos formamos y estudiamos juntos, y hogar, para sentirnos familia y acompañarnos.  

El segundo acontecimiento que viene, ya con carácter universal, es el sínodo que ha convocado el Papa, para 2023, en el que se nos ha pedido reflexionar en parroquias sobre la Iglesia, para remitir a Roma una serie de conclusiones.. 

¿Después de este encuentro, qué visión tiene de la Iglesia en Segovia, cuáles son sus problemas?

Como coordinador se trataba de recoger la sensibilidad que había en la diócesis. Junto con el equipo, elaboramos un documento sobre el que trabajamos en Ávila. En el aspecto de la sinodalidad, como arcipreste, he resumido las conclusiones de la ciudad.  Tratamos de ver cómo estamos ahora,  con un tercio del clero que ha llegado de fuera, tenemos situaciones de no abarcar todos los pueblos, somos cada vez menos y más mayores… Se ha nombrado una comisión para ver cómo hacer la reestructuración de la diócesis, para abordar también los problemas cotidianos de evangelización.    

¿Aparte de adaptarse, qué «nuevos interrogantes», como han dicho ustedes, plantea la incorporación de sacerdotes de otros países? 

Vienen de culturas muy distintas, de América Latina y de África, y traen planteamientos diferentes. La primera es una Iglesia muy pujante con mucha gente joven y quien viene se encuentra aquí con poblaciones envejecidas, hay un choque muy profundo que nos interroga, ¿qué podemos hacer?, ¿cómo ayudarles a estar en medio del pueblo siendo extraños a la cultura española?. A los africanos les pasa lo mismo… 

¿Les preocupa el envejecimiento de los sacerdotes?

Naturalmente, sobre todo porque nos encontramos sin relevo. Yo tengo 65 años y a mi edad creo que debería ser otro párroco el que realizase las principales tareas y limitarme a ayudar, pero los sacerdotes ya no se jubilan. Nuestra edad de jubilación es a los 75 años, pero mi compañero de la parroquia tiene 83 y sigue ahí cumpliendo una función muy importante.  Eso pasa en muchos pueblos donde nadie les da el relevo, tienen muy pocos habitantes y, en invierno no se va a muchos de ellos porque no hay feligreses. 

¿Hacia dónde va a llegar a la Iglesia Católica en este sínodo de 2023, pasará por su modernización?

Lo que el Papa Francisco quiere es que entendamos la Iglesia desde esa sinodalidad, es decir desde una Iglesia asamblea, que se encuentra, que comparte, que la jerarquización vaya haciendo camino hacia donde todos compartamos la experiencia de fe y donde los fieles, los laicos especialmente, asuman responsabilidades y se tengan en cuenta sus opiniones dentro de la comunidad.   

Tengo las conclusiones que se han sacado de la diócesis, el resumen que se va a enviar a Madrid y a Roma, lo que se pretende es que seamos conscientes de que tenemos que dar un paso más en repartir responsabilidades y que los laicos ocupen lugares más relevantes, se insiste mucho en la creación de consejos, ya les hay, todas las iglesias tienen un consejo de pastoral  y otro económicos, formado por laicos y sacerdotes. Esto tiene que ser una realidad, cada vez más, donde a los laicos se les tenga en cuenta y se les pregunte sobre cuestiones importantes, que no sean meras comparsas.  Un interrogante que se suscita dentro de esta síntesis es ¿por qué causamos recelo?. Nos parece que hacemos el bien pero algo tenemos que mirar hacia el interior. 

¿Siendo autocríticos qué es lo que podían estar haciendo mal y que les distancia de la sociedad?, ¿la edad de los sacerdotes impide cierto avance modernizador?

Me parece que tenemos una iglesia muy clericalizada, muy basada en la presencia del sacerdote, que gobierna todo, creo que este proceso de una mayor asamblea nos va a ayudar a que la mirada de la gente sea distinta. 

Si desde la jerarquía se escucha la voz de la gente al final recoge el ambiente en el que se mueven, los fieles cristianos no son extraños a esta sociedad.  Es verdad que cumplimos una función social muy importante de atención a la gente necesitada, a los enfermos, tenemos a Cáritas o Manos Unidas, pero a veces nos sentimos como ajenos a los problemas reales de la gente.  No entramos en problemas como el trabajo, la vivienda, la explotación laboral, los  jóvenes… Eso nos presenta como lejanos.   

¿También se padece un envejecimiento de la población, esto provoca una pérdida de fieles?

Otra de las preguntas que se plantean es ¿cómo son nuestras celebraciones, las misas o los sacramentos? La gente coincide en que parecen poco atractivas, un tanto rutinarias y encorsetadas, demasiado ceñidas a la letra y poco al espíritu. No solo hemos perdido a los jóvenes, sino que nos parecen lejanos, nos hemos desenganchado de ellos. A pesar de todo, hay mucha gente en misa los domingos, más de lo que nos pensamos, ha habido un bajón tremendo con la pandemia, es verdad que es gente mayor y es verdad que no hay jóvenes.  Nos preguntamos cómo podemos llegar a ellos.  

¿Los casos de pedofilia ha hecho daño a la Iglesia, en general?

A nivel de Iglesia en general sí, indudablemente, pero no tanto en las parroquias porque la gente aprecia al cura, nos sienten cercanos, hablan con nosotros con sencillez y naturalidad.  Es verdad que el tema de la pederastia ocupa un lugar importante en los medios de comunicación pero no tanto en la preocupación de la gente habitual que se relaciona con las parroquias.  

¿Que desearía que surgiera de este sínodo?

Me gustaría que la Iglesia se abriera a horizontes nuevos, el papel de la mujer, indudablemente, por ejemplo... Ahí tenemos un reto, aunque es una causa cerrada aparentemente,  pero creo que hay que abrirla [Iglesia] al sacerdocio de la mujer, al celibato opcional, yo lo veo así… El problema de las vocaciones tiene mucho que ver con nuestra forma de entender el ministerio, ¿qué somos los sacerdotes hoy?, ¿qué papel desarrollamos?, ¿por qué vetar el acceso a una parte importantísima de la población?… 

Es una opinión personal, creo que hay mucha parte de la Iglesia que la comparte, es verdad que a nivel de jerarquía no pero a nivel de pueblo creo sí, me parece que una Iglesia abierta en esa dirección descubre otros horizontes, convirtiéndose en más participativa donde los laicos ocupen un lugar importante. Va a haber momentos en los que sean los feligreses quienes lleven la parroquia, habrá que pensar en nombrar párrocos aunque no sean sacerdotes, como pasa en muchas partes de África y de América Latina, responsables de la comunidad, que la llevan adelante. 

En el sínodo de la Amazonía sí que se planteó la ordenación de hombres casados o varones probados, para dirigir las comunidades alejadas, al final no se aprobó pero no deja de ser algo que ya se ha planteado. La Iglesia es lenta, lo cual tampoco está mal en estos tiempos de cambios fulgurantes, necesita reposo, meditación, oración e invocar al espíritu.  

Estos días leemos los textos de los hechos de los apóstoles donde se aprecian los interrogantes que se plantea la Iglesia en el primer momento, ¿tenemos que abrirnos a los sentidos o no?, ¿hay que circuncidar o basta nacer en Jesucristo?, ¿cómo tiene que funcionar la Iglesia?, eso se lo planteaban ya en el siglo I y se van dando pasos, poco a poco. 

¿Cómo encontró de ánimo a los sacerdotes de la provincia que se reunieron en la asamblea?

Me parece que ha sido una experiencia extraordinaria, convivimos durante tres días, creo que todos terminamos muy satisfechos, compartimos mucho, fue muy importante que nos fuésemos de Segovia –asistimos el 80 por ciento del clero–, se suspendieron misas, compartimos mesa, reuniones y opiniones con gente con la que no habíamos hablado nunca, luego el nivel asambleario de debate abierto  donde todo el mundo se podía expresar, fue un momento de gozo y de espíritu,  muy bonito, para todos  ha sido muy buena experiencia, incluido creo que el obispo don César disfrutó también mucho. 

¿Ve aires de cambio en las jerarquías, el sínodo será un punto de inflexión?

No al nivel del Vaticano II, hay que tener en cuenta que un concilio tiene carácter decisorio, el Papa acepta las votaciones como definitivas, pero un sínodo es consultivo, un sondeo de opinión, creo que las reformas que prevé el Papa Francisco están ya en marcha. Lo que está haciendo en la curia vaticana son reformas que no aparecen en la prensa pero que va delimitando campos, poco a poco, y abriendo otros. La presencia de mujeres en el órganos vaticanos, hace años impensable, ahora ya es habitual.  La reforma está en marcha lo que hará el sínodo será ayudarnos a entender cómo el mundo entiende a la Iglesia y, a partir de ahí, poder avanzar.