Segovia transmite cierto optimismo dentro de la tragedia. Apenas una decena de ingresados por covid-19 en el hospital, después de que el 2 de abril se marcara el pico de 341; un ritmo de contagios contenido pese al aumento de casos activos en Atención Primaria durante la segunda quincena de mayo; días con cero fallecidos cada vez más frecuentes, más movilidad en la calle, vida en las terrazas… El lunes entra toda la provincia en fase 2, que no aporta grandes novedades más allá de permitirse el uso restringido del interior de los establecimientos hosteleros y la apertura también restringida de comercios de más de 400 metros cuadrados. Sin embargo, representa un nuevo paso firme en la desescalada, ratificada por detalles como el restablecimiento de la normalidad en el transporte urbano de Segovia, con todas sus líneas al completo desde el próximo lunes. Y aunque el horizonte de la nueva normalidad se mantenga en el 6 de julio, que el Gobierno perfile la reanudación de toda clase de desplazamientos entre provincias a partir del 22 de junio supone adelantar dos semanas el avance más esperado para impulsar cuanto antes la reactivación económica en una provincia tan dependiente del turismo como ésta.
Por todo ello hay cierto optimismo, sí, pero en plena desescalada social, económica y anímica, más allá de la cantidad de locales que siguen con las persianas bajadas y las terrazas que faltan por instalarse, el Instituto Nacional de Estadística ha contribuido a recordar esta semana de dónde venimos y dónde no querríamos volver por un rebrote si se baja la guardia. El miércoles publicó unos datos demoledores que inflaman sin paliativos el balance oficial de mortalidad: Segovia ha sufrido casi 750 defunciones más de lo habitual en menos de tres meses, lo cual situaría a la provincia con la mayor tasa de fallecidos por covid-19 del país. Son más de 200 por encima de lo que apuntan hasta el momento las bajas de tarjetas sanitarias (515 hasta este jueves), el indicador de la Consejería de Sanidad, que se acerca más a las cifras del INE que el Ministerio, ya que éste sólo informa de fallecidos dentro de los hospitales; sin contar muertes en residencias o domicilios, ni las que se producen por síntomas compatibles con covid-19, pero sin pruebas que verifiquen la incidencia de la enfermedad. De ahí que a nivel nacional se hable oficialmente de 28.000 víctimas mortales, mientras el INE advierte casi 44.000 defunciones más de lo habitual en lo que va de año.
1.- En sólo dos semanas hubo 400 muertes más de lo habitual
La serie estadística de defunciones del INE se remonta a 1941 y no hay un solo mes de marzo o abril que se acerque siquiera a lo sucedido durante la crisis sanitaria. La mayor mortalidad se concentraba hasta ahora precisamente en esos dos meses de 1941 con 297 y 283 fallecidos por las causas que fueran, y en esos meses de este año se produjeron más de 450 y más de 550. Los datos exactos no se pueden dar todavía porque son «provisionales», pendientes de verificaciones, según indica el INE, y además la estadística publicada esta semana contabiliza las defunciones por semanas naturales que no coinciden exactamente con los meses. Es decir, que la semana 1 del año, por ejemplo, se contabiliza del lunes 30 de diciembre de 2019 al domingo 5 de enero de 2020; e igualmente, marzo se ve de la semana 10 (lunes día 2) a la 13 (23-29). Pero son cifras que, con su presentación semana a semana, permiten observar la sobrecogedora oscilación de la mortalidad durante la crisis sanitaria.
Viendo el ritmo de defunciones de años anteriores se comprueba que lo habitual es que haya entre 30 y 35 por semana, de modo que el inicio del aumento anormal de las defunciones se localiza en la semana 10 de este año, la que va del 2 al 8 de marzo, cuando ya hubo 43. La primera víctima mortal por covid-19 de la provincia, sin embargo, no se confirmó hasta el 13 de marzo.
En la semana 11, la que va del 9 al 15 de marzo, también se registró un número alto de defunciones, 39, pero es en la siguiente (la del lunes 16 al domingo 23) cuando, de repente, el INE contabiliza 124. Y justo después llegan las dos semanas más trágicas: la que va del 23 al 29 fue la peor con 247 muertos; y la siguiente (del 30 de marzo al 5 de abril) sumó 239. Después la cifra empezó a bajar, pero todavía se contabilizaron 161 del 6 al 12 de abril, 93 del 13 al 13, 63 del 20 al 26… Después ya se sabe que han seguido contabilizándose fallecidos por covid-19, pero en la estadística dejan de llamar la atención por que a partir de la semana del 27 de abril al 3 de mayo resultan ser cifras que entran dentro de los umbrales ordinarios de mortalidad de años anteriores.
2.-Evolución sanitaria muy favorable y cada vez menos contagios
Nada tiene que ver ya la situación epidemiológica y sanitaria de ahora con la de hace apenas un mes. La evolución era favorable en todos los parámetros desde principios de mayo salvo en Atención Primaria, donde la estadística reflejaba un repunte neto (balance de altas frente a nuevos enfermos) de 208 casos activos más del 18 al 27 de mayo, tal y como informó El Día el pasado viernes. Sin embargo, Sanidad ha revisado esa estadística y, si hace una semana reflejaba 2.410 casos activos a día 18 de mayo, con esa misma fecha muestra ahora 2.311; y el 27 de mayo reflejaba 2.618 casos, pero se ha reajustado a 2.430. Es decir, que ahora representa que en esos días habría habido repunte de casos activos, pero inferior al indicado hace una semana (+119 en lugar de +208), y además la curva ha vuelto a bajar desde entonces, situándose en 2.131 a 3 de junio.
Por otra parte, lo que más pesa ahora para Sanidad a nivel epidemiológico para valorar si un territorio está en disposición de pasar de fase es la incidencia de covid-19 por los contagios que se detectan mediante pruebas de detección molecular (PCR), y lo cierto es que en los siete días inmediatamente anteriores al dato facilitado este jueves (actualizado hasta el miércoles 3 de junio) sólo se contabilizaron cinco positivos, la cifra más baja. De hecho, en los siete días anteriores se contabilizaron 14, 18, 21… Resultados que, en definitiva, de nuevo llaman a un optimismo moderado por reflejar que Segovia, efectivamente, está en disposición de avanzar en la desescalada.
3.-Debate fatuo sobre el segundo hospital y el antiguo Policlínico
Por si aún había alguna duda, la pandemia ha puesto de manifiesto la debilidad del sistema de infraestructuras sanitarias de Segovia. Nadie, ni siquiera la Junta, se atreve a cuestionar ya que la provincia necesita un segundo hospital, uno de estancias medias como el que tenía antes de que cerrase el Policlínico hace ya doce años. Pero en la Consejería de Sanidad también tienen claro que no van a invertir en la rehabilitación del viejo edificio por considerar que está demasiado deteriorado a nivel estructural; y mientras diversos ayuntamientos construyen hospitales en el aire anunciando públicamente que ofrecen suelo para acoger el nuevo (así lo han hecho desde San Cristóbal hasta Palazuelos), las autoridades sanitarias también tienen claro que lo quieren lo más cerca posible del Complejo Asistencial actual. Lo reconocía de nuevo el gerente de Asistencia Sanitaria de Segovia, Jorge Elizaga, en declaraciones al programa de La 8 Enfoque, al destacar que sólo así se puede garantizar una correcta dotación de medios humanos. Otra cuestión es que la Junta empiece desde ya a trabajar en un nuevo proyecto que para nada estaba en sus planes hace dos meses, y Segovia tiene desgraciada experiencia para repartir sobre compromisos de infraestructuras que nunca llegan. El centro de salud de Nueva Segovia, sin ir más lejos, lleva más de una década copando promesas electorales, no tiene un ladrillo todavía y está por verse cuándo llega: ¿terminará retrasándose más para dar prioridad al proyecto del segundo hospital? Cualquier respuesta cabe y, además, sólo un milagroso ritmo de tramitación, proyección y ejecución llevaría a Segovia a celebrar la apertura de esa nueva infraestructura antes de 2025.
4.- Optimismo y cautela con la reactivación económica de Segovia
Según avanza la desescalada, crece de nuevo el recelo hacia Madrid por temor a que el aumento de la movilidad entre ambas provincias (cada vez mayor por cuestiones laborales aunque la apertura completa de fronteras no se prevea hasta el 22 de junio) multiplique el riesgo de un rebrote de los contagios. Pero la consejera de Sanidad, Verónica Casado, aun siendo consciente de ello, intercala sus mensajes públicos constantes al respecto con otros de resignación, simplemente, porque no queda otra que asumir ese riesgo, una vez que la situación epidemiológica y sanitaria da para ello. Y la economía segoviana lo agradece porque, a medida que mejora la sanidad, van cobrando protagonismo otros números muy preocupantes: más de 10.000 trabajadores en ERTE, más de 5.000 autónomos con cese de actividad y más de 200 empresas y casi 2.000 puestos de trabajo perdidos.
«Nuestra máxima desde el punto de vista empresarial es que debemos seguir preservando la salud porque si la situación económica es mala, una recaída también pondría a las empresas en una situación todavía peor», previene el presidente de la Federación Empresarial Segoviana (FES), Andrés Ortega. Pero sabe que cuanto más lenta sea la desescalada, mayor será el quebranto económico: «Cada día vemos más empresas, comercios y establecimientos hosteleros abiertos, pero sigue habiendo muchos cerrados y esa es la señal más clara de que aún no se dan las condiciones necesarias para dar viabilidad a los negocios».
«Es imprescindible que el Gobierno articule más medidas para asegurar la supervivencia de las empresas y el empleo que sostienen», subraya Ortega. Y para ello, entre otras medidas, insiste en reclamar flexibilidad en los ERTE de fuerza mayor, que puedan prolongarse estos y las bonificaciones más allá del 30 de junio (a nivel nacional se negocia que lleguen al menos al 30 de septiembre). «Sin esa flexibilidad, nos vamos a encontrar con que tenemos que incorporar a personas para las que no tenemos trabajo y entonces el problema será mayor». Asimismo, pide «inyección directa de liquidez para las empresas», dado que «esa falta de liquidez se va a convertir en el principal problema de solvencia de nuestras compañías».
Tampoco hay que olvidar que los comercios que han abierto siguen sin obtener cajas boyantes precisamente. Hay movimiento, sí, pero no todavía como antes de la crisis sanitaria, y el vicepresidente de la Agrupación Industrial de Hosteleros Segovianos (AIHS), Jesús Castellanos, recuerda que más de la mitad de los establecimientos hosteleros siguen cerrados porque necesitan movilidad entre provincias para volver a ser viables. «Estamos moderadamente satisfechos en cuanto a que vemos gente en las terrazas, pero sin más flexibilidad con los ERTE seguimos sin poder asegurar rentabilidad para recuperar a nuestros trabajadores», recalca.
Por la parte sindical, tanto CCOO como UGT apoyan al empresariado en su reclamación de flexibilidad para la recuperación de los puestos de trabajo, y en general se muestran relativamente positivos al apreciar una reactivación económica lenta pero progresiva. «Tenemos que ser optimistas, somos conscientes de la realidad que tenemos, que es grave, pero no podemos derrumbarnos», destaca el secretario provincial de CCOO, Álex Blázquez. «Segovia se ha visto congelada por esta crisis sanitaria, pero poco a poco se ha empezado a descongelar. Cada vez se ve más actividad, la gente sale y consume más que en 2008 por la crisis anterior, se han tomado medidas para amparar a los trabajadores y entendemos que las empresas van a necesitar apoyo también para mantener el empleo».
«La situación es grave, pero no podemos pararnos en el mensaje del drama económico», subraya el secretario provincial de UGT, Manuel Sanz. «Empresas y trabajadores están protegidos por los ERTE, la mayoría de los afectados ya está cobrando sus prestaciones, todos menos una minoría pendiente de errores de tramitación que ya se están corrigiendo, y compartimos que los ERTE vayan más allá del 30 de junio en ciertos sectores para evitar la destrucción de empleo», señala.
Preguntados los líderes sindicales por si firmarían que se pudieran recuperar al menos 8.000 de los más de 10.000 empleos afectados por los ERTE, ambos coinciden en admitir que no sería un mal dato porque las perspectivas son las que son. Supondría perder otros 2.000 puestos de trabajo, confiando, eso sí, en «el impulso de nuevos planes de empleo, ayudas económicas y otras medidas para avanzar después en la recuperación», matiza Blázquez. Y aunque cierren empresas y se destruya empleo, todo puede ser reversible a medio o largo plazo salvo la enorme cantidad de muertes que se ha causado esta pandemia.