Fernando Lussón

COLABORACIÓN

Fernando Lussón

Periodista


Una pregunta retórica

11/06/2022

Se pregunta el presidente de la Junta de Andalucía y candidato del PP a la reelección por qué quiere entrar Vox en su gobierno si no cree en el estado de las autonomías. Se trata, claro, de una pregunta retórica de la que él mismo sabe muy bien la respuesta. Y si tiene alguna duda no tiene más que preguntar a su correligionario Alberto Fernández-Mañueco, que los tiene insertados en su gobierno regional de Castilla y León o, más fácil aún, escuchar a su oponente y ¿futura? socia, Macarena Olona, o a su jefe de filas, Santiago Abascal, para conocer de primera mano lo que pretenden, que deje de administrar lo que llaman el cortijo socialista y condicionar su acción de gobierno para que realice políticas de desmochen los avances sociales.

Juan Manuel Moreno ha puesto pie en pared y ha establecido las líneas rojas que no piensa atravesar, ni la derogación de leyes de violencia de género, ni el cierre de la televisión autonómica, Canal Sur. Al poner esos límites reconoce, de forma implícita, que el pacto con Vox puede ser inevitable. El presidente andaluz juega con dos variables que han de salir de las urnas para que puedan servir a sus intereses, un número de escaños que le acerquen a los cincuenta diputados, lo que implica de paso sumar más que los partidos de la izquierda, y que se desinfle el 'efecto Olona' sustancialmente por debajo de los veinte diputados.  Se especula en esos casos con que tanto a Vox como al PSOE andaluz, no les quedaría más remedio que facilitar su desiderátum de un gobierno en solitario que le libre de socios incómodos –que se lo vuelva a preguntar a Fernández-Mañueco-.  Moreno Bonilla hace caso omiso de lo que le puede deparar la realidad propia de un régimen parlamentario, que no es otra que, si no alcanza por sí mismo la mayoría absoluta, Vox le puede hacer pasar por las horcas caudinas, aunque tan solo le falte un representante para alcanzar los 55 escaños.

Las encuestas que se publiquen a lo largo del fin de semana –los partidos tienen sus trackings diarios que les dan la medida de la marcha de su campaña- además de ser la anatomía de un instante serán utilizadas por los medios afines a cada partido para tratar de afianzar el voto de los ya convencidos y en menor medida movilizar o desmovilizar al adversario. Los sondeos pondrán de manifiesto si la vaca de Moreno Bonilla va en la buena dirección, si se confirma el desastre de la campaña de Macarena Olona, si remonta la de Juan Marín, el mejor escudero que se puede encontrar el presidente andaluz, si Juan Espadas hace un papel digno, y a su izquierda mantienen el tipo, lo más cerca posible de los resultados de 2018. En esta ocasión los partidos de izquierda que configuran una alianza de perdedores mantienen una entente cordiale porque su enfrentamiento, lejos de provocar una movilización que necesitan consolidar, surtiría el efecto contrario.

Al menos, el candidato popular, ha desechado la posibilidad de ir a una repetición de las elecciones si los resultados no le gustan o no le convienen, y para ello, pese a que la campaña se desarrolla con sordina ha puesto en circulación todos los clásicos electorales, desde el voto útil a olvidarse de pedir una amplia participación, sin dejar de apuntarse al voto del miedo a la presencia de Vox en San Telmo, la sede del gobierno autonómico.