Más de 11 años ha tardado el bailarín Nacho Duato en regresar a la Compañía Nacional de Danza, la que fue su casa durante casi dos décadas, tras su abrupta salida de la dirección en 2010. El director de danza vuelve ahora con una nueva coreografía, Morgen, en la que aborda el suicidio: «Nadie habla del alto índice entre los jóvenes durante la pandemia», asevera.
Duato (Valencia, 1957) tiene en el tono y el movimiento la serenidad que otorga la edad, pero cuando ríe surge de su mirada la picardía y la osadía de aquel niño que quería salirse con la suya y dedicarse a la danza.
El actual director de la Compañía Nacional de Danza (CND), Joaquín de Luz, le ha invitado a volver para presentar un nuevo trabajo. «Estoy muy agradecido por su llamada y de que tome en cuenta mi trabajo», afirma el creador.
El resultado es Morgen, que se estrenará en el Palacio de Festivales de Cantabria el próximo viernes, con la que ha tomado el pulso a un espacio conocido, con nuevos bailarines y con entusiasmo.
«Estoy fenomenal, como si estuviera en mi casa, como si no me hubiese ido. Me lo paso muy bien con los bailarines», asiente relajado. Confiesa que está en una edad en la que se tienen que decir las cosas «sobre todo las bonitas», por eso no duda en destacar su trabajo.
Durante el ensayo gesticula con suavidad y pulcritud, corrige con las manos y con los pies, gira la cabeza, se levanta, comenta con su ayudante, observa, define cada paso de manera meticulosa y aparentemente sencilla, pronuncia un «despacio», un alentador «eso es» o un rotundo «bien», satisfecho cuando las bailarinas ejecutan con precisión sus indicaciones.
Disfruta de esta etapa en la que se considera «un turista», porque después de ensayar vuelve a casa sin la responsabilidad de dirigir.
Morgen forma parte de un programa de tres piezas, junto a Polyphonia de Christopher Wheeldon y Grosse Fuge de Hans van Manen, que se estrenan en España en esta ocasión.
Pegado y preocupado por la situación social, Duato ha plasmado en sus coreografías la tortura, la droga o el atentado de Atocha, pero en Morgen coge el nombre de un aria de Richard Strauss sobre el amor que se profesa una pareja, sin embargo, el ballet que precede a esa pieza está dedicado al suicidio.
«Nadie habla del alto índice de suicidios entre los jóvenes durante la pandemia», ni el Gobierno ni los medios de comunicación, se queja, una razón por la que decidió tratarlo en esta coreografía de una manera abstracta, con música de Pedro Alcalde, teniendo como referencia Resume, un poema de Dorothy Parker.
Duato cuenta que contiene en tono humorístico la historia de Parker, que intentó suicidarse, pero «el gas le olía mal, conseguir una pistola era ilegal... Finalmente, un amigo le dijo: ¿Por qué en lugar de intentar matarte, vives y te dejas de tonterías?»
La esperanza
Morgen es una coreografía en la que describe un proceso que lleva a la «esperanza, a un punto y coma en la vida», el símbolo que se tatúan -cuenta- aquellos que han intentado quitársela, pero que han decidido continuar. «No pusieron el punto y final si no la coma a su vida».
El director del Ballet del Teatro Mikhailovski en San Petersburgo apunta que cuando era más joven era una ventana abierta al mundo, a la naturaleza y a los demás, pero «sería patético continuar así».
«Llega un momento en el que esa ventana se convierte en una pesada puerta hacia el interior y empiezas a tratar temas más oscuros, maduros e introspectivos, que atañen a la sociedad».
Se sirve de la danza para ello, su modo de expresión, y admite que no es solo entretenimiento «es una herramienta para hacer ver a la gente otras cosas importantes del mundo como el amor o la amistad».
Un clarinete, una marimba, percusión y un violín, limpios, sin electrónica de por medio, marcan una coreografía «poética sobre un drama con una visión de esperanza».
Después de crear tantas coreografías reconoce que cada vez es más difícil innovar. «Antes copiaba a los demás y ahora me copio a mi mismo», advierte con una sonora carcajada, «me elevaría a los cielos si hiciese una coreografía completamente distinta».
Recién cumplidos los 65, los proyectos se acumulan sobre su mesa. «Cuando me muera será un punto en mi vida, y un punto y coma en mi trabajo», porque está seguro de que en Rusia sus ballets se seguirán bailando dentro de 100 años.
«Sé que no me van a olvidar, ya dije que quiero que me entierren en Rusia, les quiero mucho y les debo mucho».