Jesús Quijano

UN MINUTO MIO

Jesús Quijano

Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Valladolid


Eutanasia

17/02/2020

Con la toma en consideración en el Congreso de los Diputados de una proposición de ley del Grupo Socialista, se ha iniciado una vez más el debate sobre un asunto muy especial, como sin duda lo es el de la eutanasia. Particularmente, no estoy seguro de que ese sea el término adecuado en el planteamiento actual del tema. En el lenguaje clásico, la eutanasia y la eugenesia eran dos formas de selección y purificación de razas que se aplicaban en algunos pueblos antiguos, en los momentos inicial y final de la vida, para eliminar a personas con malformaciones, débiles o impedidas, que resultaban poco útiles para la guerra. Obviamente, nada de esto se plantea hoy.
Lo que hoy está en debate es otra cosa, que mejor sería describirla como «muerte diga». Y no es un tema sencillo. Es algo más que evitar el denominado ensañamiento terapéutico, que consistiría en mantener a ultranza y quizá por medios no naturales una vida terminal sin perspectiva de continuidad; también es algo más que proporcionar cuidados paliativos o sedación, a sabiendas de que pueden acortar un proceso vital ya irreversible, con el fin de evitar un dolor añadido, eliminando o disminuyendo la consciencia. El paso cualitativo de la eutanasia es otro: se trata de facilitar la terminación de una vida, voluntariamente decidida por el interesado, sea proporcionándole el medio adecuado para que él mismo lo utilice, sea suministrándole ese medio cuando él no está en condiciones de hacerlo por sí mismo y sin que tal ayuda constituya un delito de auxilio al suicidio, como venía ocurriendo en la vigente legislación, aunque su aplicación se haya ido relajando en los últimos tiempos a raíz de algunos casos muy conocidos.
Así planteada la cuestión, las implicaciones sociales, jurídicas y morales saltan a la vista, porque en la raíz del problema hay una contraposición evidente: no hay duda de que todos tienen derecho a la vida y nadie tiene derecho a eliminar la vida de otro; pero no está tan claro que todos tengan la obligación de seguir viviendo en determinadas circunstancias. Dónde está esa frontera en que pueda aceptarse como legítima la terminación voluntaria de la vida, ese es el asunto. Y debiera ser posible debatirlo con sensibilidad y con rigor.