La réplica de los jóvenes: "He tenido cabeza y lo he cogido"

Nacho Sáez
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Mónica López y otras tres veinteañeras segovianas que se han contagiado en las últimas semanas cuentan cómo han pasado la enfermedad y reflexionan sobre el papel de los jóvenes en la quinta ola.

Mónica López, en la ventana de su casa cuando estaba confinada. - Foto: Rosa Blanco

Algunos bares de Segovia todavía tienen diana. Durante años triunfaba entre los jóvenes quedar para jugar a los dardos. Hoy, sin embargo, los chavales son los que se encuentran en el centro de una diana en este caso figurada, señalados como responsables de la quinta ola de la pandemia. Ellos se defienden, aseguran no sentirse culpables y recuerdan que durante cerca ya de un año y medio han cumplido con todas las normas en medio de un proceso de madurez acelerado por las circunstancias. Ahora los contagios se concentran en su franja de edad, pero no llevaban su firma los decretos que levantaron –sin que se hubiera alcanzado la inmunidad de rebaño– la obligación de utilizar mascarilla en los espacios al aire libre o la prohibición de que las discotecas y bares de copas volvieran a abrir hasta altas horas.

Mónica López, de hecho, evitaba cualquier tipo de aglomeración. «Yo era de juntarme los cuatro de siempre y en los sitios donde menos iba la gente», señala esta estudiante de 23 años de Auxiliar de Veterinaria que se encuentra confinada en su casa tras dar positivo por coronavirus. A través del teléfono móvil cuenta que dos compañeras de la clínica en la que hace prácticas se contagiaron casi al mismo tiempo, por lo que no saben quién se lo pegó a quién. Lo que tiene claro es que no es justo criminalizar a los jóvenes: «Somos los que quedamos [por vacunar] y yo, incluso haciendo las cosas con cabeza, lo he cogido».

La ventana de su habitación se había convertido en su escapatoria al mundo hasta que el pasado domingo finalizó su confinamiento. Está aislada de sus padres sobre todo porque su madre aún no había alcanzado el grado máximo de inmunización tras vacunarse. Fiebre no ha tenido, pero ha perdido el olfato y durante unos días se quedó casi sin voz después de que el virus se le agarrase al pecho y a la garganta. «Ahora no pienso en hacer planes, ya habrá tiempo. Lo que me fastidia es no poder ir al trabajo», aseveraba.

Yanire Rubio, en la puerta del campus María Zambrano.Yanire Rubio, en la puerta del campus María Zambrano. - Foto: DS

Más suerte ha tenido Yanire Rubio, que pudo continuar desde su casa las prácticas que está realizando en una empresa. En su caso tiene 21 años, estudia Publicidad y Relaciones Públicas y está prácticamente segura de que se contagió viendo el España-Italia de semifinales de la Eurocopa. «Lo vimos en una terraza cinco amigos y dimos positivo todos, aunque también estuvimos juntos toda la tarde y parte de la noche», explica. Tampoco considera que su comportamiento haya sido irresponsable: «Es que yo ahora en verano en Segovia tengo un círculo muy cerrado. Durante el curso a lo mejor sí que quedo a tomar café con uno o con otro, pero creo que lo he cogido de una manera bastante normal y natural. No he ido a ningún macrobotellón».

Por su trabajo de cara al público en un restaurante de la ciudad estaba más expuesta, pero «tomaba muchas precauciones porque estando trabajando en dos sitios me daba palo tener que pedir la baja». Ese temor se transformó en miedo cuando dio positivo. «Aunque existe el pensamiento generalizado de que los jóvenes pasamos bien la enfermedad, tengo un amigo que ha estado ingresado» revela. Ella ha tenido dolor muscular y de cabeza y fatiga. «Nunca suelo estar cansada y me metía a dormir quince horas y me levantaba reventada  Pero no podía hacer nada. Solo levantarme todos los días pensando que no iba a tener síntomas más graves». Días que le sirvieron para pensar y llegar a un par de conclusiones: «Considero que en Castilla y León se ha abierto demasiado la veda, se abrió todo de golpe. Pero yo que trabajo de cara al público me podría haber contagiado de cualquier otra manera».

María (nombre ficticio) fue en su propia casa. Su hermano pequeño, de 21 años, dio positivo y ella también por contacto con su madre. «Me sienta mal que se generalice y no creo que tampoco toda la responsabilidad sea nuestra cuando entrábamos a una discoteca y no había ninguna clase de medidas», remarca esta técnico de calidad en una consultora tecnológica. A sus 24 años aún se acuerda de cuando cumplió la mayoría de edad. «Para mí, mis 18 fueron lo más. Me pongo en la situación de esa gente que acaba de cumplir los 18 y no ha salido nunca o que lleva un año encerrada. Si te dejan hacer más de la cuenta, pues a lo mejor te dejas llevar».

Se autodefine como «responsable», pero cree que algunas medidas de prevención han fallado. «Mi cuñada se fue de viaje, se hizo un test de antígenos al volver y aun así lo traía». Habla del periplo de Rosa, que tampoco quiere revelar su identidad real. Estudiante de Psicología, se marchó de viaje de fin de carrera a Cancún (México) junto a seis amigos y regresaron contagiados cinco. Los otros dos ya habían pasado la enfermedad. «Nos confiamos un poco la verdad. Fuimos y pensamos: ‘Bueno, en el hotel solo vamos a estar nosotros y no pasa nada’. Pero al final en la piscina, en las discotecas y en todos los lados nos juntábamos con más gente…», relata. Ya de vuelta en casa decidieron aislarse al enterarse de que otros huéspedes del hotel habían dado positivo. «Una amiga y yo enseguida tuvimos síntomas.  En mi caso, los tres primeros días tuve mucha fiebre, tos, estaba muy débil y muy mal, pero a partir del cuarto día fui mejorando». Respecto al papel de los jóvenes en esta quinta ola cree que se ha caído en la exageración. «Hemos querido volver rápido a la normalidad y se nos ha olvidado que todavía estamos en pandemia. Pero se nos olvida a los jóvenes y se le olvida también a los adultos, que también salen con sus amigos a tomar algo o a comer», concluye.