11-S: el día que se paró el mundo

M.R.Y. (SPC)
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Veinte años después de los atentados de Al Qaeda, la confusión continúa pendiente de conocer sus últimos secretos

La imagen del segundo avión estrellándose contra la Torre Sur se difundió en directo en buena parte del planeta.

Martes, 11 de septiembre, el verano estaba llamando a su fin, los niños habían vuelto al colegio y los estudiantes más rezagados se encontraban en plena semana de recuperaciones. Algunos apuraban sus vacaciones y otros comenzaban a echarlas de menos. Eran las 08,46 horas en Nueva York, que empezaba a amanecer. Las 14,46 horas en España. Y, a partir de ese momento, el mundo se paró. Un avión se estrellaba contra la Torre Norte del World Trade Center. Pocos sabían lo que había pasado, pero rápidamente las miradas de todo el planeta tenían un objetivo común. La mayoría de las televisiones en España comenzaban sus informativos sumidos en el caos y, en medio de esa confusión, llegó el segundo golpe: diecisiete minutos después del primer ataque, a las 09,03, un segundo avión se estampaba contra la Torre Sur.

La imagen del humo saliendo de los icónicos edificios hasta derrumbarse algo más de hora y media después, las cenizas impregnando el aire de la ciudad y la angustia de decenas de personas que, en su desesperación, trataban de escapar de las llamas tirándose por las ventanas de los rascacielos... Un momento que quedó grabado en la memoria colectiva de quienes lo vivieron y son capaces de decir, sin dudarlo, qué hacían ese 11 de septiembre de 2001 cuando atentaron contra la primera potencia del mundo. Y que también son capaces de reconocer el miedo y el desconcierto que sintieron.

Fue el primer gran ataque yihadista en Occidente del que se tiene memoria. Después llegarían los de Madrid, Londres, París, Berlín, Niza... Pero el 11-S fue el que abrió una nueva etapa, la de unos terroristas suicidas sin miedo a nada y capaces de todo.

Veinte años después, Al Qaeda, el grupo que sembró el terror, se ha desinflado, pero su lugar lo han ocupado otros grupos extremistas que han tomado su relevo. Estados Unidos, que emprendió una guerra sin cuartel contra los feudos de los yihadistas -invadió apenas un mes después Afganistán y también ha cargado contra Irak y Siria-, ha replegado a sus tropas tras sus infructuosas misiones. Y, aunque parezca que todo lo relacionado con aquella masacre es de sobra conocido -la motivación, la actuación y sus consecuencias-, aún permanecen incógnitas escondidas que, precisamente, podrían ahora salir a la luz.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ordenó hace unos días revisar documentos aún secretos de la investigación gubernamental del 11-S con la intención de desclasificarlos en un plazo máximo de seis meses. Unos archivos cuyo contenido es todo un misterio, pero que podrían aportar un nuevo enfoque a lo sucedido.

Familiares de algunas víctimas reclaman desde hace tiempo esa publicación, seguros de que existe una implicación de países como Arabia Saudí que podrían haber sido cómplices de Al Qaeda en esta ofensiva. Los sucesivos Gobiernos de EEUU se han aferrado al secreto de Estado para no publicar información sensible. Biden, acorralado y pendiente de cerrar este negro capítulo tras la retirada definitiva de Afganistán, pretende dar a conocer la verdad. Y entonces, tal vez, el mundo vuelva a paralizarse.