Recuerdos del basta ya más rotundo en Segovia

Nacho Sáez
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La sociedad segoviana rememora cómo vivió el asesinato de Miguel Ángel Blanco.

Recuerdos del basta ya más rotundo

José Luis Sanz Merino, actual procurador en Cortes y entonces concejal del Ayuntamiento de Segovia, recuerda que se encontraba en una boda en el Hotel Los Linajes y que la abandonó para acudir al Consistorio cuando conoció la noticia. ETA había cumplido su amenaza y había disparado al concejal de Ermua del PP Miguel Ángel Blanco. Sanz Merino evoca esos días con un sentimiento sobrecogedor. Él había estado trabajando en el País Vasco y conocía Ermua y el clima que se respiraba en la sociedad vasca. «Cuando había un suceso de este tipo se comentaba en voz baja y con quien lo pudieras comentar. Que con Miguel Ángel Blanco hubiera esa marea de gente me impactó mucho», explica 25 años después de aquellos días de julio de 1997 que cambiaron la historia de España.

La provincia de Segovia contribuyó a ese giro sumándose a las movilizaciones que inundaron todo el país, las más multitudinarias hasta ese momento. Después, las manifestaciones por el atentado del 11-M en 2004 y del movimiento feminista 8-M consiguieron sacar a las calles de Segovia también a miles de personas, pero la de Miguel Ángel Blanco ha quedado grabada en el imaginario colectivo. «A pesar de estar lloviendo fue la manifestación más multitudinaria que yo recuerdo en Segovia. Además como muy en silencio. El clima era muy especial, no como el de otras manifestaciones», señala Julio Rodríguez Fuentetaja, que ya era el jefe de la Policía Local de Segovia. 

Aunque no se registró ningún incidente de relevancia, el ambiente en Segovia estuvo enrarecido. «Se notaba la preocupación en la gente y yo creo que cambió la forma de ver el terrorismo por parte de mucha gente que quizás no era consciente de las verdaderas consecuencias. Quizás solo lo era quien tenía algún familiar afectado o quienes habíamos estado en el País Vasco una serie de años», indica Rodríguez Fuentetaja, al frente del dispositivo de protección con el que contaban los concejales del Ayuntamiento de Segovia: «En aquella época, en la que ETA todavía estaba fuerte, teníamos un servicio de contravigilancia de la Corporación municipal. Cubríamos los recorridos que hacían los concejales cada mañana, teníamos una ficha de cada concejal… El objetivo podía ser cualquiera. ETA iba a por el objetivo más fácil, y queríamos que vieran que cubríamos a los concejales para evitar un secuestro o un atentado».

Pero no fue el miedo sino la tristeza, la indignación y la rabia las que se apoderaron de los segovianos tras el secuestro de Miguel Ángel Blanco. Al conocerse su secuestro y el vergonzoso ultimátum que había lanzado ETA al Gobierno, los segovianos se manifestaron para pedir su libertad. Un millar de personas en la Plaza Mayor de Segovia. En Cantalejo, unas 700. En Carbonero el Mayor, unas 500. En Cuéllar y El Espinar, 300, según la Subdelegación del Gobierno. En Coca, 200. 150 en Riaza. 100 en Sepúlveda y Palazuelos. 50 en La Granja y Boceguillas. 

El sentimiento de repulsa se extendió por toda la sociedad segoviana. Las organizaciones juveniles de PP, PSOE e IU protagonizaron un encierro en la sede provincial de los populares «como demostración de que todas las juventudes políticas y el resto de las organizaciones vamos a seguir defendiendo la libertad y la democracia y que hechos como este no hacen sino reafirmarnos y afianzarnos en su defensa». La Federación Empresarial Segoviana, UGT, Horizonte Cultural y la ONCE –entre otras organizaciones– emitieron comunicados de condena, y Televisión Segovia sustituyó su 'mosca' por un lazo azul. Había un hilo de esperanza de que ETA recapacitara, pero se desvaneció poco después de que alrededor de 5.000 personas se concentraran en la Plaza Mayor a la hora que se agotaba el ultimátum. El locutor de Radio Segovia Antonio García Rivilla leyó un comunicado. La escena  se repitió en otros muchos puntos de la provincia, pero la banda terrorista cumplió su amenaza.

El alcalde de Segovia, el fallecido Ramón Escobar, convocó entonces una sesión de pleno extraordinaria en la que realizó una petición a la ciudadanía. «Hoy más que nunca debemos mantener la cabeza fría y adoptar un compromiso radical de lucha contra los violentos dentro del ámbito de actuación que el Estado de Derecho permite». La ciudad se vistió de luto por completo. La Fundación Don Juan de Borbón suspendió un espectáculo de Els Comediants que tenía programado, y el grupo de danzas La Esteva, la sesión de ese día de su festival folclórico internacional. Por la noche, más de 3.000 personas se volvieron a reunir en la Plaza Mayor.

«Teníamos entradas para un concierto en Pedraza y nos quedamos en el Ayuntamiento en señal de duelo», rememora Luis Peñalosa, quien también era concejal en el Ayuntamiento. «La sensación era que había sido una ejecución terrible. Mira que habían hecho barbaridades pero aquello fue impresionante», añade. La consternación era compartida por todos los segovianos, pero también se vivieron momentos de tensión. «Uno muy derechoso del que no voy a decir su nombre me acuerdo que en el Mercado de los Huertos me dijo que ya estaríamos contentos. Mi respuesta fue tajante, como no podía ser de otra manera. Yo creo que había tensión y tristeza. Hay personas que aprovechan para radicalizarse más en casos como este», asevera Peñalosa.

A salvo de excepciones, el exedil José Luis Sanz Merino elogia la unidad con la que se vivió el suceso. «Había una especie de solidaridad con los concejales del PP. Al menos yo la sentí. El alcalde, Ramón Escobar, lideró todas las manifestaciones, pero también Ana Pastor en el PSOE y Luis Peñalosa en IU. ¡Cómo nos unió esa situación sin ningún matiz ni ninguna doblez ante la violencia y algo que no tenía ninguna lógica», resume.

INTENSIDAD. También hubo segovianos que pasaron fuera de la provincia este episodio histórico. «Estaba en Madrid. Estaba haciendo el doctorado, terminando, y fue impactante. Lo viví con toda la intensidad del mundo deseando que no hubiera terminado en tragedia, que las personas que lo tenían secuestrado tuvieran humanidad y se lo pensaran», relata la subdelegada del Gobierno en Segovia, Lirio Martín, para la que el suceso tuvo connotaciones singulares. «Todavía me sigue emocionando porque soy hija de guardia civil. He vivido la barbarie de ETA en un cuartel en los años 80. Vivías con cierta normalidad que tu padre comprobara antes de coger el coche si había algo debajo. Revivirlo ahora supone pensar en avanzar, pensar en evolucionar y que ese espíritu de unidad que nos impregnó hace 25 años tenga su traslado al 2022. No debemos perder perspectiva. Es fundamental que continuemos unidos frente a cualquier barbarie, cualquier conflicto bélico, frente a los conflictos sociales, frente a la violencia machista».

Al actual teniente de alcalde del Ayuntamiento de Segovia, Jesús García Zamora, que entonces trabajaba en UGT en Madrid, se le entrecortan las palabras. «Tenía 28 años y estaba en el sindicato en Madrid. Ese día salimos a manifestarnos y era imposible llegar hasta la Puerta del Sol de la cantidad de gente que había. Fue algo que no se olvidará nunca», destaca. Compañeros suyos de Acción Sindical ya le habían relatado tiempo antes las negociaciones de convenios colectivos en empresas que tenían que llevar a cabo con escolta. «Fuimos muchas las generaciones que vivimos con esto formando parte de nuestra vida. Quizás quienes no vivíamos en el País Vasco no lo apreciábamos con intensidad, pero está claro que era absurdo».

Con el asesinato de Miguel Ángel Blanco, la sociedad gritó «¡basta ya!». También en Segovia, donde se escuchó muy alto gracias a esas 10.000 personas que participaron en la manifestación celebrada entre la avenida Fernández Ladreda (la actual Avenida del Acueducto) y la Plaza Mayor el lunes 14 de julio de 1997. Al frente de la pancarta estuvieron todas las autoridades locales y también una figura muy relevante de la cultura internacional. El escritor uruguayo Mario Benedetti, que era miembro del jurado del Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma, se convirtió en uno de los principales protagonistas de la crónica fotográfica de los periódicos locales al día siguiente.

A su lado estaba el entonces presidente de la Diputación Provincial, Atilano Soto, que hoy califica de «bestial» aquel asesinato de ETA. «Pensar que matando a una persona puedes sacar partido... No hay atrocidad de esa naturaleza», subraya. «Yo nací en Guipúzcoa y nunca he dejado de estar allí. Recuerdo que me tuve que tapar los ojos en la concentración en la Plaza Mayor. Era tan tremendo, tan bestial… Siempre se pensó que no iba a suceder. Ahora me hubiera gustado que se hubiera dado más relevancia al aniversario desde el Gobierno de España. No es sensato aprobar la Ley de Memoria Democrática con Bildu. Es un exceso tener a Bildu como compañero de fatigas para la democracia, la verdad y la sensatez».

Esa opinión la comparte José Luis Resco, que trabajaba como guardia civil cuando en agosto de 1991 un disparo de ETA durante una intervención le ocasionó una paraplejia. «Las cosas están como siempre ahora. Empezaron mal concediéndoles todo lo que querían, siguieron mal concediéndoselo y ahora están peor todavía teniéndolos en el Gobierno. No hace falta que lo diga yo. Son hechos», remarca. Del asesinato de Miguel Ángel Blanco recuerda las conversaciones con compañeros que participaron en el dispositivo de búsqueda. «Desde que lo secuestraron hasta que apareció, mis compañeros no pasaron por base. Estuvieron todo el tiempo en el coche y entre caseríos y montañas». En su opinión, supuso un punto de inflexión. «Era más de lo mismo, porque atentados ya había habido demasiados, pero hasta que no empezaron con los políticos, la población no empezó a darse cuenta. Eso te da rabia», remacha este abulense de nacimiento pero vecino desde hace años de Segovia, donde tiene el título de hijo adoptivo.

Una encuesta de la agencia EFE realizada a 60 jóvenes de menos de 35 años ha revelado que seis de cada diez no identifican a Miguel Ángel Blanco. «Me han contado hace un rato quién era. En el instituto no nos lo enseñaron», reconoce Pedro Álvarez, trabajador de hostelería que este pasado lunes participó en la concentración celebrada en la Plaza Mayor de Segovia con motivo del 25 aniversario del asesinato. Él no había nacido cuando se produjo, pero «me parece horrible que se asesinara a alguien por el hecho de ser político o policía», según afirma.

Siete años tenía, mientras, Gabriel Cobos, el concejal más joven de la actual Corporación del Ayuntamiento de Segovia. «Mi edad yo creo que marca el límite del conocimiento de lo que pasó. Es una pena que generaciones posteriores no sepan lo que se vivió de boca de de sus padres o de los colegios, porque la sociedad despertó y fue un gran acontecimiento», concede. Se acuerda del lugar en el que se encontraba. «Estaba en la piscina y recuerdo seguirlo mucho en los medios, en la tele porque había mucho revuelo y estaba todo el mundo muy pendiente. La cara de la gente más madura representaba lo que sentía toda la sociedad». A la manifestación acudió con sus padres. «No había pensamientos políticos. Todo el mundo iba a una. Yo en ese momento tampoco tenía ninguna ideología política y recuerdo ver a mucha gente sufriendo, llorando…», concluye sobre unos días que en Segovia se cerraron con un multitudinario funeral en la Catedral –asistieron más de mil personas– en el que participó la ministra de Agricultura en aquel momento, Loyola de Palacio.