Un intento de 'estar como en casa'

Sandra Segovia
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Una familia, formada por cuatro mujeres ucranianas que huyen de la guerra, ha sido acogida en casa de una vecina de El Espinar

Un intento de 'estar como en casa'

La madrugada del domingo varias familias ucranianas llegaban a Segovia. En total, 14 personas eran acogidas por los vecinos de El Espinar y San Rafael gracias a la labor de la Asociación Cueva Valiente, el ex párroco del municipio Valentín Bravo y Mensajeros de la Paz. Cuatro de esas personas que han tenido que huir de la invasión rusa a Ucrania son Olena, su hija Margarita de cinco años, su hermana Ania y su sobrina Sofía de ocho años, además de Platón, su gato. Una unidad familiar que ha sido acogida por unos vecinos de la localidad segoviana.

Miriam Cruz, su casera, cuenta cómo, a raíz del vídeo emitido por Valentín Bravo en el que pedía a los vecinos que, si podían, se ofrecieran como casas de acogida para familias que querían salir de Ucrania y no tenían a dónde ir y, sumado a la movilización del vecindario, se animó a colaborar ya que en su casa tenía «espacio de sobra» porque sus dos hijos están ya independizados. A pesar de esto, Miriam contaba con acoger en su casa a sólo dos personas pero, finalmente, la familia ha sido un poco más numerosa. «¿Cómo los separas?», se pregunta. Aunque las dos madres y sus hijas no esperan quedarse mucho tiempo en Segovia ya que Olena pasó un año en Vitoria y ahora confían en poder trasladarse allí. Miriam no cesa en su empeño por ayudarlas y está buscando una forma segura de llevarlas hasta el País Vasco. «Si yo las llevo o las monto en un tren, lo que quiero es asegurarme de quién es el que las va a recoger, dónde van a vivir y qué garantías van a tener», asegura.

Pero ellas tienen claro su objetivo: conseguir un trabajo. Olena es modista y Ania profesora de educación infantil, pero saben que al no manejar muy bien el idioma es probable que tengan que dedicarse a otras profesiones, aunque no las importa. «Agradecemos mucho lo que están haciendo por nosotros, pero no queremos molestar», cuenta Olena a través del traductor de su móvil. Un pequeño aparato en el que lleva todos sus recuerdos y a todas las personas a las que ha tenido que dejar atrás, y el único medio a través del cual puede contactar con ellos.

LA FAMILIA. El marido de Olena, sus otras dos hijas de 18 y 24 años y su nieto se encuentran actualmente en un refugio de Kyiv, ya que no pudieron escapar juntos del país. Olena describe cómo la situación en la capital ucraniana es «horrible» porque se oyen constantes bombardeos y tiroteos. Además, puntualiza en que los miembros de su familia que ha tenido que dejar atrás tienen «mucho miedo» de huir porque, a pesar de que su marido, al tener una discapacidad no ha sido llamado a combatir y podría salir del país, los corredores humanitarios no están funcionando y los militares «están disparando a los coches que huyen sin nisiquiera preguntar». Por ello, están esperando a que se habiliten trenes con los que poder llegar a Polonia de una forma más segura.

Olena muestra la galería de imágenes de su teléfono y, entre diseños de vestidos y trajes, se ve la boda de una de sus hijas, el nacimiento de su nieto, a su marido junto a Margarita o a su familia decorando el árbol de Navidad. Recuerdos felices de un tiempo que parece muy lejano. Sorprende la secuencia de imágenes de Margarita desde que estalló la guerra, sobre todo su mirada de terror en un refugio que estaba medio destruido, durmiendo en un colchón en el suelo entre los escombros; una imagen que contrasta drásticamente con las instantáneas tomadas el día que aterrizaron en España, donde se la ve feliz, con la misma ropa, pero sonriente. Una sonrisa que, asombrosamente, mantiene tras un largo viaje que comenzó el día 4 de marzo al salir de Ucrania, con la incertidumbre de no saber a dónde ir y simplemente con una maleta. Al llegar a Polonia fueron acogidas en una casa, no antes de pasar por un pabellón en Polonia en el que cuenta que habría en torno a unas 200 personas y donde no podían dormir por el miedo a que se llevaran a sus hijas. «Había gitanos que se llevaban a los niños para vendérselos a las mafias», explica Olena. 

Pero ahora, dejan todo eso atrás para intentar empezar de cero, a la espera de que el resto de su familia pueda huir también de la guerra. «Quiero que mi marido venga a España, que trabajemos aquí los dos,  que estemos juntos y que podamos volver a nuestro país natal pero, sobretodo, que sobreviva», pide Olena entre lágrimas a la espera de que habiliten un corredor humanitario que pueda utilizar su familia.