Cuando el pulso de Segovia se detuvo

Nacho Sáez
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Las camas ya no ocupan plazas del parking del Hospital y las calles no son un desierto, pero la vieja normalidad todavía no ha regresado. Así lo muestra la comparación de ocho imágenes tomadas hace 12 meses con las de ahora en idénticos lugares.

Cuando el pulso de Segovia se detuvo

Las imágenes permiten trazar un recorrido a través de la historia sin que a veces sea necesario el uso de las palabras. Cualquier segoviano podría explicar lo que cuentan las instantáneas que acompañan estas líneas de la fotógrafa de El Día de Segovia, Rosa Blanco. Su simple contemplación trasladan a un momento de este año de pandemia. En concreto a los momentos más duros del confinamiento o a la nueva normalidad instalada a la espera de que las vacunas hagan posible la inmunización de la población.

Una sociedad que convive con la dicotomía de tener que agradecer no estar encerrada en casa y que los centros de salud y el Hospital General no colapsen, y al mismo tiempo renunciar a parte de sus libertades. Las calles han recuperado el pulso, pero la distancia social y las mascarillas se han adueña del espacio, como se puede comprobar en la avenida del Acueducto, los Jardinillos de San Roque o el Mercado Municipal de La Albuera, hace un año lugares fantasmales y hoy testigos de cómo la vida trata de abrirse paso en medio de esta crisis. Aunque nada mejor que un paseo por las inmediaciones del Hospital General para respirar esperanza.

Los coches regresaron al parking de empleados, donde el hospital de campaña que se levantó –y no se llegó a utilizar– se convirtió en uno de los símbolos de la situación desesperada que llegó a vivir el sistema de salud en Segovia. También es icónica la imagen de las camas  transportadas desde el Hospital Policlínico ante la posibilidad de que se agotasen las existentes. El Hospital General vuelve a erigirse en una fuente de calor, amable, apoyo y paraguas para los que sufren, aunque sus trabajadores recuerdan que de la responsabilidad de cada uno depende que no se vuelvan a blindar para sostenerse.

Ante los comportamientos imprudentes, la Policía continúa ejerciendo de dique, aunque han desaparecido los controles a plena luz del día para vigilar incluso acciones tan rutinarias como hacer la compra o acudir al trabajo. Un aplauso para todos los que se sacrificaron y cumplieron con las normas a pesar de que ya no haya homenajes en los balcones a las ocho de la tarde. Todavía queda un esfuerzo más para que toda esta pesadillas quede atrás y que las calles de Segovia también puedan volver a gozar con la presencia de turistas.