Arte y naturaleza

A.M.
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La artista segoviana Raquel Bartolomé vincula a la palabra 'Manto' su exposición en el Museo de Arte Contemporáneo 'Esteban Vicente' con un recorrido por el tránsito de la vida y la relación que ella mantiene con el medio ambiente

Raquel Bartolomé posa con una de sus obras, el nido - Foto: Rosa Blanco

Ei el Museo de Arte Contemporáneo 'Esteban Vicen- te' eligió el nombre de 'Semillero' para los artistas segovianos en un estadio medio de su trayectoria, Raquel Bartolomé (Segovia, 1984) ha seguido este concepto de cuidado y protección empleando diferentes acepciones de la palabra 'manto' como hilo conductor de todas las instalaciones que conforman la muestra que acaba de inaugurar en cinco espacios de este templo dedicado a uno de los exponentes del arte abstracto americano nacido en Turégano, donde yacen sus restos junto con los de su esposa Harriet.

Hablamos de una creadora, licenciada en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid, que disfrutó de la I Beca de Creación Artística de la Fundación Villalar-Castilla y León, en 2017, entre otros reconocimientos, que mantiene vinculada su vida y el trabajo al campo y al arte contemporáneo.  Turégano es el pueblo de su madre, donde conoció a Esteban Vicente, con siete años, un referente para ella, a quien dedica un cuadro –'Recordando a Esteban Vicente'–, acostumbrada a ver en su casa láminas de quien fue el contrapunto plástico a la generación poética del 27. 

La casa de sus abuelos se encontraba enfrente de donde se homenajeó a Vicente, poniendo una calle a su nombre, era una sastrería, siempre había diferentes tipos de bordados segovianos y patrones que utilizaban para confeccionar los trajes típicos. Aquí hay otra base de su exposición después de buscar información sobre la indumentaria segoviana en los libros de Ángela López García Bermejo,  donde aparece la mantilla, el  manteo y el mantón.  

Entretanto, le da la clave el  diccionario María Moliner al buscar la palabra manto y sus múltiples significados, dándole opciones para poder trabajar obras plásticas con ella.  Bartolomé admite que «tenían un nexo en común con el 'semillero' que eran el cuidado y la protección. Hay que añadir a ello la ayuda que recibió de la lectura de 'La poética del espacio',  de Gaston Bachelard,  «que habla de la memoria de los espacios y evoca imágenes de estancias y recuerdos de lugares amados», subraya.

Todo ello es básico para entender la exposición que nace en la antigua capilla del Palacio de Enrique IV donde un gran manto de lana suspendido evoca la capa lipídica que nos cubre al nacer y ese abrigo que buscan las madres para proteger a los bebés. Debía ser lana, explica la artista, «porque el arrullito suele ser una mantita, también porque recuerda al sebo, a la grasa, y a las nubes que nos cubren a todos; cuando ideé la instalación quería que fuese algo ligero que se fundiera con el espacio, como meciéndose». Para reforzar el recuerdo a la etapa de la infancia predomina el olor a talco, gracias a la colaboración de la empresa Ambientair. 

A continuación, el espectador podrá observar el mundo entendido como un nido, la casa de todos, y también la imagen de las capas de la tierra donde está el manto terrestre, entre la corteza y el núcleo. 

Si toda la obra tiene su impronta, el siguiente espacio es el más personal de la artista, 'Mi manto': «La pintura y el territorio es el lugar donde me siento más cómoda y confortable, la pintura y el dibujo es mi manto más íntimo y es ese espacio donde me desnudo y donde me siento completamente libre y puedo volar, lo que más me gusta representar, ese paisaje de la Sierra de Guadarrama», explica. Y es que una parte del trabajo se realiza entre cuatro paredes pero hay otra que está fuera, en el campo, que también es su estudio y fuente de inspiración.  

Para la directora-conervadora del museo, Ana Doldán, Bartolomé «bebe de las fuentes del expresionismo abstracto americano, dice que esta casa le ha enseñado mucho [el museo] y lo que se ve es una progresión en su pintura, de más abigarrada que conecta con el 'action painting' de Pollock ha ido decantándose hasta hacer unas últimas obras en las que la línea y la mancha son las protagonistas».  

Liberada de la frondosidad, da paso a la composición, a la línea, trabajando de una forma más simple, pero también más potente. Sigue al pie de la letra la máxima de Esteban Vicente: «La pintura tiene que ser pobre», para invitar a la reflexión y sensibilización del público con el cuidado de la naturaleza. A la obra pictórica le acompaña el paisaje sonoro del técnico especializado en los sonidos de la naturaleza Carlos de Hita.  Por meses, hace un recorrido de la banda sonora de Raquel Bartolomé.    

Otra sala acoge el 'Manto terrestre' que cubre las necesidades básicas del ser humano:  el alimento, el vestido, la protección y la fe.  Realizado con tierras de la zona, de los pueblos rojos,  de Prádena, Arevalillo o la Revilla, y con las semillas de cereal que más se siembran en la provincia, que le ayudó a seleccionar Pedro Palomo, se inspira en el bordado segoviano con formas que asimilan a los mantos que cruben las imagenes de las vírgenes.  

Por un estrecho pasillo y olor a palo santo se llega al jardín, que tiene el mantillo, ese manto de vulnerabilidad y de levedad con el que el ser humano se despide de la vida, mientras los que se quedan son más conscientes de que esto dura muy poco, y los derviches que giran recuerdan que esto es un ciclo.

En el recorrido también se pueden apreciar vitrinas con todas las materias primas que dan lugar a  las instalaciones y 'el estudio', la parte que no se suele ver de los proyectos pero que en este caso es importante para entender todas las fases, comenzando por un mapa conceptual, una obra dada la vuelta –lo que nunca semuestra– y las herramientas de trabajo, desde lanas a cuencos y plantas.