"Sin permiso para enterrar antes de 24 h. nos colapsaríamos"

David Aso
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Segovia registra desde hace años una media de entre cuatro y cinco defunciones al día y ahora se llegan a superar las 20 al sumarse casos positivos de Covid-19 y otros 'posibles' que no incluye la estadística oficial

"Sin permiso para enterrar antes de 24H nos colapsaríamos" - Foto: Rosa Blanco

En plena pandemia, la muerte es más ciega que la Justicia. El coronavirus no entiende de clases sociales y ha disparado la actividad de tanatorios y crematorios. Segovia registra desde hace años entre cuatro y cinco defunciones de media al día, según datos del Instituto Nacional de Estadística, y ahora se están llegando a superar las 20 al sumarse las que revela la estadística oficial de casos confirmados de coronavirus que da Sanidad y las que no contabiliza por haberse quedado únicamente como casos sospechosos.

Óscar de la Fuente, gerente de la Agencia Funeraria Santa Teresa y Santo Cristo de la Peña, que cuenta con instalaciones en la capital y otros 15 municipios de la provincia, declina entrar en esa clase de detalles. Pero, evidentemente, sabe como nadie lo que ha aumentado su actividad en las últimas semanas, hasta alcanzar un ritmo de «entre 20 y 30 incineraciones o enterramientos diarios», reconoce. Y si la labor de una funeraria es delicada y triste por naturaleza y ley de vida, aún más bajo la ‘ley’ del Estado de Alarma y las medidas preventivas que se han tenido que ir adoptando. Los cadáveres van directos a una bolsa hermética, de la bolsa hermética al féretro, y el féretro directo al tanatorio o al crematorio en menos de 24 horas. Con casi todos los papeleos por teléfono y sin opción de que los familiares les velen lo más mínimo. El último adiós más cruel, sin funeral ni despedida, pero no hay otra opción.

«Todos los empleados están trabajando al 200%, se están comportando de una manera extraordinaria y dándolo todo. Si no fuera por ellos es probable que ya tuviéramos algo de caos en Segovia y el resto de la provincia», reconoce De la Fuente. «Ya estén librando, de guardia, de jornada o de vacaciones, ellos mismos son los que están diciendo de venir a trabajar para sacar esto adelante».

En su agencia ya tomaron la decisión de cerrar tanatorios y crematorios el 13 de marzo para prevenir la propagación del virus, adelantándose así a la declaración del Estado de Alarma. Comunicaron la medida a la Junta, que la consideró «oportuna y acertada», dado que además los velatorios y entierros ya se habían convertido en «uno de los mayores focos de contagio en Castilla y León». Al final la propuesta se elevó a obligación y cuatro días después, el 17 de marzo, también propiciaron que la Junta les autorizase a llevar a cabo los enterramientos o incineraciones sin esperar a que transcurra el plazo habitual de 24 horas desde el fallecimiento, antes de que el Gobierno aprobara esa misma medida excepcional el domingo 22. «Si no fuera por esto nos habría pasado como a Madrid, que empezaríamos a colapsarnos de cadáveres y tendríamos que dar incineraciones para cuatro, cinco o seis días después, que era justo lo que intentamos evitar desde el principio», explica.

No es fácil para nadie digerir la carga emocional de la pérdida de un ser querido de esta forma. «La despedida no tendría que hacerse así, pero la gente está entendiendo que debemos actuar de la manera más rápida posible para que esto no se colapse y no haya ningún problema, aun siendo una situación inusual que creo que no volveremos a vivir en la vida, o por lo menos nuestra generación».

«La salud es lo primero», en cualquier caso, y la clausura de tanatorios y crematorios se antojaba imprescindible, por encima de las evidentes pérdidas económicas que conlleva. «En Madrid quisieron ganar dinero velando a la gente que no tenía coronavirus para hacer más facturación y así se han colapsado, mientras nosotros antepusimos asegurar que todo funcionara», incide el gerente de Santa Teresa y Santo Cristo. Ahora dice que reciben llamadas de Madrid preguntando por la posibilidad de derivarles incineraciones, pero están «dando prioridad» a los difuntos segovianos.

Riguroso protocolo. Cuando se produce la muerte de una persona a la que se le había diagnosticado coronavirus en el hospital, los empleados de la agencia funeraria acuden con mono, mascarilla, guantes, gorro… El cadáver ya ha sido introducido en la bolsa para entonces porque la agencia ya se las suministró con anterioridad y ellos son los que se encargan de cerrarla herméticamente, tal y como explica el gerente de Santa Teresa y Santo Cristo. La bolsa se introduce en el féretro, el féretro se cierra y se etiqueta con unos precintos que han hecho para garantizar que no se produce ningún tipo de manipulación. A partir de ahí ya nadie puede ver el cadáver, se lleva al depósito, a unas cámaras, y de ahí a enterrar o incinerar «enseguida».

Prácticamente todos los trámites se resuelven ahora por teléfono, «sobre todo en los casos con coronavirus», que suelen coincidir además con familiares positivos o aislados por posible contagio. Si el difunto va al crematorio, un familiar firma allí mismo la documentación; y si va a ser enterrado, pasa uno solo por el tanatorio. «Se le atiende en una sala con personal totalmente equipado, firma la documentación y en el momento en el que ese familiar ha salido se hace una desinfección con ozono para que no quede un ápice del virus, ni bacterias ni nada», afirma De la Fuente. «De esta manera no sólo evitamos el contagio de nuestro personal, sino también de los familiares que tengan que pasar por allí después, ya que se les va citando cada cuarto de hora». El último adiós más triste, cruel y extremadamente rápido.