La '14' eterna

Nacho Sáez
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Laura Llorente ha colgado las zapatillas a los 40 años tras una trayectoria que comenzó de niña y que convirtió el fútbol sala en el centro de su vida.

La '14' eterna

Se emociona cuando se le pide que eche la vista atrás y haga balance de su trayectoria en el fútbol sala. Laura Llorente (Segovia, 22 de abril de 1982) no reconoce su vida sin un balón en los pies. «Mi sobrino cree que voy a volver. Es que he jugado desde niña», cuenta tras fotografiarse con algunas de las camisetas que ha vestido a lo largo de una carrera deportiva que se ha prolongado hasta los 40 años. Ahora es momento de gestionar los recuerdos como intenta ayudar a hacer en el centro para enfermos de alzheimer en el que trabaja como enfermera y fisioterapeuta. «El deporte me encanta, me chifla, es una cosa que hago encantada... Me ha dado mucho y es una enseñanza de vida continua», dice mezclando el presente y el pasado.  

Todavía no asegura que no vaya a volver, pero quiere que otras jugadoras del Unami –donde más ha estado– den un paso adelante a la hora de asumir el liderazgo. «Si estás tú, parece que te toca y es bueno que ellas asuman esa responsabilidad. Además, la pasada temporada fue dura. Estaba perdiendo ese punto de disfrutar por un mal manejo de la frustración, la competitividad... Era el momento de parar». A la que ya siempre va a ser la '14' eterna no le gusta perder ni en los entrenamientos: «Soy muy exigente conmigo misma y con los que están a mi alrededor».

Ese carácter se empezó a moldear cuando de niña acompañaba a su padre en sus labores como entrenador en Hontanares. Las primeras patadas a una pelota las dio en un patio en el pórtico de San Antonio el Real cuando aún iba a Infantil y después continuó en el Claret. «Mi primer entrenador fue un cura y nunca me sentí diferente. Era peor que los chicos, pero eso hacía que me motivara más para mejorar», subraya. Eso sí, el fútbol femenino no estaba tan extendido y apenas otra amiga y ella buscaban su oportunidad en esa fuentes de ilusiones que son las canchas de los colegios.

Los sueños de Laura se cumplieron cuando pudo debutar en Primera División con el equipo de la Peña Segoviana del Athletic de Bilbao. «Allí me entrenó Pedro Ángel Fernández Varas, que fue como un segundo padre, después me bichéo el Valladolid y de allí ya volví al Unami», resume. Pero su carrera está llena de momentos que ya son historia del fútbol sala de Segovia. El mejor testimonio son sus goles. Siempre se le han caído de los bolsillos y recuerda con cariño varios. Uno en el último segundo en su primer año en Valladolid en un partido contra un Caja Segovia que se había formado casi íntegramente con jugadoras madrileñas, otro de vaselina en una fase de ascenso con la Peña Segoviana del Athletic, el que marcó con el Unami y tiene la fotografía enmarcada del momento en el que realiza el disparo...

«Yo no he hecho puenting pero no sé si se parece a cuando marcas un gol, que es un subidón de adrenalina. Si encima estás en casa o es un partido importante, te abrazas, te da por correr... Es euforia pura y dura», explica durante una conversación en la que también reflexiona sobre cómo ha cambiado el deporte femenino en las últimas décadas. «Yo ahora tengo una envidia máxima. Ahora vende, hay contratos profesionales, la gente se puede dedicar a ello un poquillo... Me da pena no tener veinte años menos cuando veo ahora a Marta [Escribano] yéndose a jugar a Canarias o cuando se fue Elena [González] a Alicante. Ahora tienes preparador, fisio... Es un lujo. Yo se lo digo a las chicas del Unami: 'Aprovechadlo'. Es verdad que nosotras no cobramos pero nos tenemos que ver como profesionales, que es algo que a lo mejor la gente más joven no lo ha entendido. Pero lo tienen que aprender ellas, nadie se lo puede enseñar».

La espina que le queda a Laura es no haber ascendido a Primera División con el Unami. «Nos ha faltado creérnoslo, fe. Estamos calentando y pensando: 'Uy, qué buena es esa'. Y yo les decía que a lo mejor el otro equipo estaba pensando lo mismo de nosotras. Hay que creérselo», remarca. Además cree que el Unami todavía no ha dicho su última palabra: «Es más una cuestión de actitud que de capacidad. Y en la parte humana yo creo que somos líderes. Te diría que pocos equipos o ninguno la tienen como el Unami».

De una posible fusión del Unami y el Segosala, ella dice que estaría a favor. «Segosala tiene unos mimbres muy buenos de cantera, que es lo que le ha faltado el Unami estos años. Parece que está feo decirlo, pero es una pena que no podamos unirnos porque teniendo jugadoras de nivel podríamos hacer un primer equipo y un buen filial y nos temerían», destaca, al tiempo que se muestra convencida de que el fútbol sala femenino segoviano volverá a Primera.

Ella, mientras, dedica a descansar y estudiar el tiempo que antes invertía en los entrenamientos y en los partidos. «En los últimos tiempos hemos tenido suerte porque en nuestro grupo en Segunda los viajes se limitaban prácticamente a Madrid. Cuando teníamos Galicia yo lo sufría mucho porque eran viajes de cinco o seis horas con carreteras tremendas al final», confiesa. El apoyo de su familia siempre fue fundamental. «Mis padres e incluso mis tíos me han acompañado a muchísimos viajes. Sin ellos seguramente no habría aguantado tanto, pero lo que han padecido... Son muchas las cosas que te pierdes». Ahora que llega el momento de colgar las zapatillas, los agradecimientos de Laura son para ellos pero también –según recalca– para todas y cada una de las personas con las que se ha cruzado en estos años. «Recomiendo el deporte a todos los niveles», concluye.