Fernando Lussón

COLABORACIÓN

Fernando Lussón

Periodista


Familia y razón de Estado

14/09/2022

La Casa Real británica ha invitado a participar en las exequias de la reina Isabel II a los reyes de España, Felipe VI y doña Letizia, que encabezaran la comitiva oficial. También ha invitado, junto a otros reyes ya no reinantes, a Juan Carlos I, primo lejano -o lejanísimo para los usos familiares españoles-, y a la reina Sofía. Se separan por tanto dos esferas de relaciones, las oficiales y las que fueron oficiales en las que se unen, además lazos familiares.  

Esa distinción tendría que ser suficiente para que este asunto no ocupara mayor tiempo en el debate público nacional. Pero las circunstancias peculiarísimas en las que se encuentra el rey Juan Carlos I, exonerado por la justicia española y perseguido por la británica por un presunto acoso a su examante Corinna Larsen, complica todo y más aún tras la única y última visita a España desde su residencia oficial en Dubai, cuando se permitió unas actitudes y comentarios contraproducentes y que tuvieron como consecuencia que no pudiera volver a Sanxenxo poco tiempo después como había previsto para participar en una regata, tras la conversación entre padre e hijo en La Zarzuela..   

Pese a la relación familiar entre Juan Carlos I e Isabel II, la prima Lilibeth, se conocen más los desencuentros públicos que las relaciones privadas, porque la reina británica no ha frenó los deseos de sus familiares de visitar Gibraltar cuando lo han considerado oportuno, a pesar de ser la única y la última colonia en suelo extranjero existente en Europa y el desafuero británico en el cumplimiento del Tratado de Utrecht. La respuesta de la Casa Real a esas inconveniencias y desafíos diplomáticos fue la inasistencia de los reyes españoles a actos sociales de su 'familia' británica. Cómo fueron sus contactos personales, su periodicidad, o su duración cae dentro de su esfera privada y nunca han trascendido. Para compensar desencuentros políticos y mantener el vínculo familiar la 'tía lejanísima' de Felipe VI se concedió la Orden de la Jaretera, la máxima condecoración británica. 

Por la actitud previa de Juan Carlos I desde que abandonó España, su deseo manifestado de acudir al entierro de Isabel II  no hace sino complicar la vida personal y política de Felipe VI y demuestra el poco sentido de Estado que conserva el rey emérito, capaz de generar un conflicto cuando tenía motivos más que suficientes –de índole médica- para excusar su presencia en Londres. Ahora todas las miradas –o la venda que se ponga el juez que lo mantiene procesado- se centrarán en cualquier gesto de acercamiento o de distanciamiento que mantengan padre e hijo o la pareja de reyes eméritos que ya no conviven juntos. Todo se  convertirá en carne de cañón de los programas del corazón, porque esos episodios acercan a la monarquía española a los escándalos de la británica, alimento de los tabloides de Londres.  

El Gobierno de Pedro Sánchez, -la parte socialista convertida en su cortafuegos- como en otros asuntos que conciernen a la Casa Real, no ha realizado ninguna consideración a la invitación "privada" a Juan Carlos I, aunque es perceptible el poco entusiasmo por gestionar esa decisión que involucra su intervención de una u otra forma, dado que por su pasado cuenta con la protección del Gobierno Estado, y porque no tiene la menor intención de permanecer alejado de los focos, de dejar de causar problemas a al rey Felipe VI y mucho menos de mostrar un mayor sentido de Estado.