El pianista que dio en la tecla

Sergio Arribas
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El profesor Antonio Ortuño, que recaló en Segovia hace seis años y ameniza con sus melodías a los comensales del Restaurante Narizotas, tiene patentado un método para aprender a tocar el piano en tres meses y sin saber solfeo.

El pianista catalán, afincado en Segovia desde hace seis años, Antonio Ortuño. - Foto: Rosa Blanco

Era un adolescente, con apenas 16 años, y cursaba séptimo curso de piano en el conservatorio, en Barcelona. Aún desconoce el porqué su profesora escogió ‘Córdoba’, de Isaac Albéniz, una pieza que exigía, para su dominio, horas y horas de ensayo, y que llegó a resultar insufrible al joven. Antonio Ortuño, a punto de cumplir los 60 años, recuerda que aquel amargo episodio supuso el empuje definitivo para abandonar el conservatorio y dar un giro a su vida. «No podía emocionalmente, era incapaz de repetir cuatro horas una pieza que no me gustaba. Si no disfrutas, es inútil», comenta el profesor y ‘pianista de salón’ para explicar la razón que motivó su invento.

«Mi método está pensado —asegura— para que disfrutes al piano. Yo no quiero hacer concertistas. Si quieres tocar piezas de Frederic Chopin, que era un virtuoso, tendrás que ir al conservatorio y ensayar ocho horas al día. Pero la gente lo que quiere es sentarse y tocar, para su disfrute personal, para su círculo íntimo. Con mi técnica lo tiene fácil».

Ortuño es natural de Sabadell, aunque la mayor parte de su vida está ligada a Barcelona, de donde llegó a Segovia hace seis años. Es el inventor de un método que permite tocar el piano en tiempo récord para quienes nada saben del instrumento. «Aprende a tocar el piano en tres meses sin solfeo. Tfno 648 906 688». Así rezan los carteles y octavillas repartidas por Ortuño para ofrecer la enseñanza de una técnica que tiene patentada como «Método máster piano» y «Método neuróbico para aprender a tocar el piano», en referencia, ésta última, a los beneficios «demostrados» que su aprendizaje reporta a las personas que han sufrido algún episodio de ‘ictus’ cerebral, según recalca su inventor.

Ortuño, junto al piano del Casino de la Unión.Ortuño, junto al piano del Casino de la Unión. - Foto: Rosa Blanco

No quiere desvelar los detalles del método «a la venta» —junto con una primera clase gratuita—, aunque, para despejar dudas y garantizar que no esconde ningún engaño, se lo demuestra a este redactor ‘off the record’, esto es, después de la grabación de la entrevista. Lo hace en apenas cinco minutos y a las teclas de un piano de cola que se encuentra en el salón de la chimenea del Casino de la Unión.

«Como habrás visto, no hace falta saber solfeo», recalca Ortuño, que, además de dar clases del instrumento, en su casa y a domicilio, es el pianista del Restaurante El Narizotas, donde ameniza con su infinito repertorio a los comensales de la terraza del establecimiento.
«¿Solfeo?¿Para aprender a hablar hace falta la gramática? Pues no, los niños hablan y no saben lo que es un adjetivo», añade el pianista, que tan solo desvela que «si le enseñas a una persona como funciona la mano izquierda al piano, tocará. Si no lo haces, se tirará diez años y solo tocará como mucho las piezas que estudie».

Para afianzar su discurso, asegura que para tocar el piano «no es necesario tener oído musical», a diferencia, por ejemplo, del intérprete de violín. Con un mínimo de memoria, añade, es posible tocar sin partitura: «la notas están en el teclado, que se repiten ocho veces, de forma secuencial. Si yo te digo donde está el ‘do’ no tiene pérdida», señala el profesor, que demuestra un asombroso talento para la improvisación, capaz de interpretar al piano cualquier pieza que se le pida y  conozca —y son muchas—, desde las más clásicas de Chopin o Beethoveen, pasando por baladas de los Beatles, un tango de Gardel, un bolero de Los Panchos o el ‘Despacito’ de Luis Fonsi. «Si es una canción con mucha percusión puede ser algo complicado, pero cualquier canción que tenga melodía puede llevarse al piano, un instrumento que, no obstante, es selecto», aclara.

Vivió en su niñez en varios puntos de España — «mi padre era un hombre nómada», dice— hasta que recaló en Barcelona. Con apenas 12 años inició sus estudios en el conservatorio, que abandonaría cuatro años después, en séptimo curso de piano, aunque nunca dejó el instrumento. Siempre trabajó de pianista, incluso cuando estaba en el servicio militar, cuando recibía permisos para salir a tocar en diversas salas de la ciudad condal.

En Barcelona. En la década de los 80, Ortuño tocaba en los mejores pubs y salas de fiestas de Barcelona, al alimón con el mítico Lucky Guri, pianista de Up & Down y que cobró fama en sus apariciones en el programa televisivo que dirigía Ángel Casas. Ortuño fue pianista del Eden Pub, situado en el Paseo de Gracia, punto de encuentro de los famosos de la época, desde actores a futbolistas; también en el Turia Garden y en ‘Las Puces’ (Las Pulgas), en la calle Montsió, del barrio gótico, al lado del carismático ‘Els Quqtre Gats’ (Los cuatro gatos)’. 

«Soy pianista de salón. La música clásica te encorseta. Algunos se tiran un año ensayando un vals de Chopin y lo tocan y tiene su mérito. Pero yo soy pianista que me gusta tocar libremente lo que me da la gana, tocar tres horas y media cada noche sin interrupción, sin levantarme, y no repito un tema. Me gusta tocar, tocar y tocar», comenta el pianista.

Ortuño comenta que en las temporadas de menos carga de trabajo, como es en invierno, hace buzoneo para ofrecer la enseñanza de su método y las clases. Aunque en España  el piano suele relacionarse con personas de un poder adquisitivo medio-alto, no le faltan alumnos, algunos en edad madura, que han podido cumplir «la ilusión de su vida, que era tocar el piano» sin estudiar solfeo, ni hacer ejercicios ni aprender teoría.

«Tengo un alumno que vive en Medina del Campo y cada vez que viene a clase se hace 200 kilómetros. Me dice que gracias a este método ha podido cumplir su ilusión», afirma el profesor, que considera que con su método «si estuviera en otro país sería millonario».

El método lo comercializó una editorial durante 15 años, hasta que su titular se jubiló y cerró. El profesor mantiene ejemplares del método, con una patente que dura 70 años. «Soy consciente —dice— de que no es un producto masivo. No todo el mundo toca el piano. Tengo amigos en Barcelona que, en broma, me dicen que cuando me muera alguien lo descubrirá y me pondrán una placa en una calle».

«Es una pena, pero considerarte español en Cataluña te acarrea problemas». Antonio Ortuño conoció Segovia durante unas vacaciones. Repitió la visita años después con su actual pareja, María, y ambos decidieron establecerse en la pequeña capital castellana. Ambos abrieron en el Centro Almuzara una tienda de venta de pianos, ‘Golden Piano’, que estuvo operativa un año. El éxodo del pianista vino motivado por asuntos familiares, aunque también por razones «sociales», por la tensión del separatismo catalán.

El profesor, nacido en Sabadell, que ha vivido durante largos años en Barcelona y que habla un perfecto catalán, no esconde su opinión sobre la situación que vive Cataluña y la ciudad condal. «Claro que me influyó para salir de allí. Yo hablo catalán, pero si no lo haces, allí no trabajarás nunca, al menos en algo público. Si eres un gran profesional y vas a Cataluña, lo primero que te evalúan es si hablas catalán y esto es horrible. Si me va a operar un cirujano, quiero que me opere bien, y si ‘parla’ o no catalán me importa un pepino», comenta el profesor, que desliza hartazgo e indignación por los postulados nacionalistas y los problemas de convivencia que padece su tierra natal. “Es una pena, pero considerarte español en Cataluña te acarrea problemas. Me gustaría que en España todos buscaran el bien común y que si uno habla catalán, otro euskera y otro gallego, ésto no sea motivo para diferenciarnos, sino que fuese un enriquecimiento».