La mortalidad aumentó en Segovia por un sistema insuficiente

D.S.
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La Mesa en Defensa de la Sanidad Pública de Segovia reflexiona sobre las cifras de la pandemia, que ponen a prueba la dotación sanitaria con que cuenta

La mortalidad aumentó en Segovia por un sistema insuficiente

Cuando el coronavirus llegó a Segovia en febrero, nuestro único hospital contaba con 263 camas para hacerle frente, lo que suponía la tasa más baja de camas hospitalarias de toda Castilla y León, 170 por 100.000 habitantes, bien por debajo de la media de la Comunidad que era entonces de 212 camas/100.000 (excluidas maternidad, pediatría y psiquiatría en ambos casos). Parejo a este dato, sus únicas 10 camas de UCI (unidades de cuidados intensivos) correspondían a una tasa de 6.48 camas/100.000 habitantes, lejos de las 8.98 de media de CyL, y las 10.3/100.000 del territorio español.

En cuanto a profesionales, baste anotar que también nos enfrentamos con las menores tasas de médicos activos de CyL, 395/100.000 habitantes, frente a los 447 de media de CyL, y de enfermeras, 500/100.000 habitantes, muy lejos de las 689/100.000 de nuestra Comunidad (las cifras oficiales corresponden a colegiados activos totales de la provincia, no a la plantilla del Área Sanitaria pública). En un tiempo récord se pasó de los 34 pacientes ingresados por covid-19 el 18 de marzo, a los 312 confirmados (más las decenas de ingresados aislados y pendientes de confirmar) del día 30, y los 317 del 2 de abril, techo de ocupación de esta ola de la pandemia. Paralelamente, sus 10 camas de UCI se multiplicaban y llenaban hasta las 24 plazas con nuevos respiradores, y se creaba de la nada una Unidad de Intermedios de Neumología con mascarillas de bricolaje.

En ese tiempo el hospital se vació literalmente del resto de patologías, para dar cabida y sumar camas por encima de sus posibilidades, llenando hasta el salón de actos, las cafeterías y espacios anejos, el gimnasio de rehabilitación, y la planta de psiquiatría, mientras que una gran parte de su personal, de todas las especialidades y plantas, dejaba el trabajo propio de su ocupación y formaba los equipos covid-19 para poder sobrevivir, trabajando juntos en turnos de 12 h, más guardias, 7 días a la semana, y sin apenas descanso. Secundariamente, el colapso del hospital dificultó, durante unas semanas, que los pacientes en sus domicilios y en las residencias, enfermando y controlados por la Atención Primaria, pudieran acceder a ingresar regularmente, hasta que pudo irse vaciando. La Atención Primaria, ya diezmada antes de la llegada del coronavirus, se organizó de forma milagrosa para atender al 80 % de los contagiados, menos y más graves, mientras continuaba la atención como podía del resto de patologías. Desde al menos el 20 de marzo Segovia encabezó la tasa de enfermedad más alta de la Comunidad, con 723 casos/100.000 habitantes, frente a los 404 casos/100.000 hab de media en CyL, y todavía hoy la lidera, con una incidencia actual (25 de mayo) de 5.106 casos/100.000 hab (frente a los 2.831 actuales de media en CyL). Además, todos estos pacientes se han seguido con muy pocos medios diagnósticos y terapéuticos al alcance de AP, de cuyo adecuado cribado también dependía el racionamiento de las camas hospitalarias.

Para el 31 de marzo, tras más de dos semanas de vértigo, y con el hospital colapsado, sólo se derivaban pacientes de la UCI a otras UCIs de la Comunidad con cuentagotas, y no los suficientes, como hubiéramos esperado en un correcto funcionamiento en red de losrecursos comunitarios. En breve se montó un hospital de campaña vacío, sin dotación de personal ni de medios, mientras que en Valladolid se instaló uno que sí disponía de tres sanitarios por cada 25 pacientes, de personal auxiliar, de camas y de oxigenoterapia, al que tampoco se podían enviar pacientes de planta ordinaria. Sorprende que, si las tasas de incidencia de la enfermedad, publicadas por la propia Consejería, llamaban la atención desde el día 20, no hubieran empezado ya entonces a tomar medidas. También nos sorprendimos al leer en la prensa que la Consejería negara entonces que en Segovia estuviéramos colapsados. Las cifras las publicaba ella misma.

A fecha del 25 de mayo, podemos hacer los cálculos comparativos sobre algunas cifras oficiales de resultados, y nos han interesado especialmente la mortalidad, y la afectación de profesionales. La mortalidad específica por covid-19, sólo la diagnosticada por PCR positiva, es de 313.02 fallecimientos/100.000 habitantes en Segovia, que más que duplica la media CyL, de143.03/100.000. En ausencia de un análisis definitivo más completo y específico para covid19, podemos comparar también la tasa de mortalidad por todas las causas en el primer cuatrimestre del 2020, que ha sido de 878/100.000 habitantes en Segovia (la media del mismo cuatrimestre de 2017 a 2019 fue de 446/100.000), mientras la de CyL en el mismo primer cuatrimestre del 2020 fue de 658/100.000 habitantes. La comparativa entre cuatrimestres previos y el mismo de este año nos informa del “exceso de mortalidad” asociado al hecho epidemiológico único de la pandemia. Y la mortalidad total en residencias ha sido en el primer cuatrimestre en Segovia de 4.16/1.000 residentes (1.7 de media de ese mismo cuatrimestre de 2017 a 2019), y la media en la Comunidad ha sido de 2.51/1.000 residentes. La mortalidad hospitalaria por covid-19 hasta ahora, del 18.32 %, sin embargo, es algo menor que la media de la Comunidad, del 19.24 %, y que una parte de sus hospitales, lo que subraya el trabajo titánico y el buen hacer de los profesionales en condiciones adversas. Esto, sin menoscabo de que en la fase más dramática, en la que más contrastaba el número de pacientes que requería ingreso respecto a los recursos disponibles, entre el 18 de marzo y el 18 de abril, se produjeron 161 de los 203 fallecimientos hospitalarios registrados a fecha del presente análisis.

En cuanto a profesionales contagiados y, por tanto, causando baja, de todas las categorías, es del 12.92 % en Segovia (sólo con PCRs positivas, que infravalora bastante el total, ya que los diagnosticados por serología, que también figuraban, a mayores, no aparecen ya en la web de datos abiertos Sacyl), mientras que la media en profesionales de la Comunidad es del 5.32 %. Más allá de la alta tasa de incidencia de la enfermedad en Segovia, que en gran medida pudo condicionar el estallido y colapso inicial de todo el sistema, nos preguntamos sobre la relación entre la escasez de medios disponibles y los resultados en mortalidad de la provincia. Sin evidencias de que la letalidad viral sea distinta en el resto de provincias de la Comunidad, y con el conocimiento científico del momento circulando de forma instantánea por los equipos covid19 gracias a internet y nuestras redes profesionales, es difícil no achacar a un sistema insuficiente una parte importante del exceso de mortalidad. La escasez de UCIs, seguramente, produjo la pérdida de oportunidad, independientemente de la edad, a pacientes hospitalizados con deterioro rápido y severo.

La saturación de las camas hospitalarias, seguramente, impidió que pacientes muy enfermos en sus casas y en las residencias, no pudieran acceder a un nivel superior de cuidados, simplemente, porque no había más camas. No había más. La mortalidad hospitalaria menor que otros hospitales y que la media indica que los equipos covid-19 en el Hospital trabajaron adecuadamente con los pacientes, con la mejor evidencia científica y con los medios de que se disponía. Pero la escasez de camas previa a la catástrofe llevó a la situación de racionamiento precoz, tanto de UCIs como de camas de hospitalización y, es nuestra opinión, no se establecieron con la suficiente rapidez, y en la suficiente medida, las vías para drenar pacientes a otros centros del sistema castellanoleonés de salud. Del mismo modo, para la gestión del riesgo en los profesionales, sin que olvidemos su convivencia en la comunidad, la escasez de personal y de epis, tanto en Atención Especializada como en Atención Primaria, hace más difícil afrontar todo lo que conlleva, a la vez, la gestión de tantos pacientes, el aprendizaje acelerado y, sobretodo, la organización ágil de los protocolos y equipos de seguridad, que requieren de suficientes personas para hacerlo todo muy rápido, y correctamente, con la seguridad y supervisión necesaria para prestar atención a cada paso y no contagiarse.

Los profesionales, escasos de partida y mermados por las bajas del contagio, respondieron con un aumento ilimitado de horas de dedicación hasta el agotamiento, pero fueron también más vulnerables al contagio, especialmente en las semanas iniciales del colapso hospitalario y del área, como han mostrado las gráficas posteriores, también publicadas. Es fácil pensar que con una dotación más adecuada de personal de partida, al menos acorde a las medias del resto de Castilla y León, todo lo descrito se habría podido abordar con menores riesgos y mejor reparto del exceso de la carga laboral sobrevenida. En resumen, resaltamos:

- La inequidad delsistema sanitario de Castilla y León para la población de Segovia, que dispone de menos medios, en camas y en personal, que el resto de la Comunidad. La llegada de la pandemia covid-19 sólo lo ha puesto dramáticamente sobre la agenda, y requiere una solución inmediata, tanto en camas como en personal.

- La escasez de camas del área sanitaria en el inicio de la pandemia, resultado de las decisiones de los gobiernos de Castilla y León en materia sanitaria, y de los recortes presupuestarios de la década previa, como factor predisponente para la mortalidad total del área, dado que una parte de la población no pudo acceder, o acceder a tiempo, al nivel necesario de cuidados. Los recortes matan. Y Segovia necesita, ya, un segundo hospital.

- La falta de agilidad de la Consejería de Sanidad para gestionar en red los recursos disponibles en los otros hospitales de la Comunidad que, mientras Segovia colapsaba a lo largo de dos semanas, seguían con camas hospitalarias y camas de UCI disponibles, y que si se hubiera hecho a tiempo, probablemente, hubiera podido compensar, en parte, la inequidad de partida. Sería inadmisible que esto pudiera volver a ocurrir, en caso de un repunte de la pandemia.