Lo hemos hablado diez, cien, mil millones de veces a lo largo de la temporada, pero es que cuando ha llegado el momento de decidir el campeonato hemos vuelvo a 'hacerlo'. Sin contar con lo de anoche, sólo con ese duelo entre claros aspirantes (Barça-Atlético), la Liga ha vuelto a consagrarse en la bajeza del 'cerocerismo', que bautizó García. Por 'ahí', había un Dortmund-Leipzig (3-2) y un Bayern-'Gladbach (6-0), un Inter haciéndole cinco a la Sampdoria a pesar de tener ya el título en la mano, e incluso un City-Chelsea (1-2) con once disparos a portería, un penalti fallado, un ritmo estupendo a pesar de las ausencias…

Alguien tiene que hacer algo. Es difícil cambiar las normas, por supuesto, pero sí los incentivos. Premios al gol. Castigos a la cicatería y a quien pierda tiempo de forma descarada, más recogepelotas para dinamizar el juego y que no pase una eternidad cada vez que la pelota sale de banda, un VAR más ágil… y ya entrando en el terreno de la ficción no-tan-inverosímil, que el empate sin goles no dé puntos o que el empate a partir de dos goles por equipo otorgue dos puntos a cada contendiente, o que una derrota en la que has marcado al menos esos dos goles te dé un punto. ¿Una locura? Tal vez. Pero es una locura aún mayor intentar vender al mundo (derechos de televisión) como algo atractivo un producto decadente y feo, que por tanto cada vez tiene menos valor, y como cada vez tiene menos valor se negociará a la baja, y como se negociará a la baja se repartirá menos entre los clubes, y como se repartirá menos se harán peores fichajes, y como se hacen peores fichajes el producto tiene cada vez menos valor, y así en bucle.

Si somos malpensados, tal vez ese anhelo de Superliga de Madrid y Barça y Atlético por contagio no sólo es avaricia económica sino también supervivencia deportiva, porque a este ritmo hasta el fútbol italiano nos pasará (si no lo ha hecho ya) por encima.