La España Vaciada también se abre paso en Segovia. Los municipios van perdiendo población, y servicios. El cierre de bares, panaderías, tiendas de alimentación, ultramarinos, fruterías, carnicerías, pescaderías y un largo etcétera de negocios de primera necesidad se hace patente en Segovia.
El principal problema: no hay relevo generacional, ni que compre ni que venda. A esto se suma el envejecimiento de la población de los pueblos.
El no tener tienda si eres jóven no te preocupa tanto. Sólo hay que coger el coche y acercarse al pueblo más cercano o a la capital a hacer la compra, a la peluquería, a comprarte unos calcetines o a la farmacia.
Pero, ¿qué pasaría si no pudieses conducir? Eso le pasa a la gran mayoría de la gente mayor que vive en los pueblos. Y muchos tienen suerte si tienen hijos o nietos que puedan hacerles un favor si lo necesitan.
Si no.. Es complicado que se puedan cubrir las necesidades básicas. Pero hay quien aún mantiene a flote a estos pueblos. Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma irá a la montaña. Y eso es lo que hacen los negocios ambulantes: Prestan un servicio en los pueblos que más lo necesitan y se ahorran el pagar un alquiler de un local fijo, como es el caso de Jesús y Henar, que trabajan en su camión -Frutas y verduras Jesús A. Ramos-. Henarrevela que lleva toda la vida yendo a vender a los pueblos, mientras que Jesús ronda los 22 años recorriendo el alfoz de Segovia.
Durante la semana tienen un itinerario definido: Los lunes a Palazuelos de Eresma, los martes a San Cristóbal de Segovia, los miércoles a Navalmanzano, los jueves es su día libre, los viernes a Valsaín y los sábados a Parque Robledo. Además, a raíz de la pandemia, ellos contactan con sus clientes fijos el día de antes y les preparan los pedidos a demanda.
A pesar de que en alguno de los pueblos a los que acuden sí que hay supermercados, revelan que la gente no por ello deja de acudir a su frutería. «Al final el supermercado no puede competir en calidad. Si hablamos de una tienda fija al final no vende todo todos los días, y nosotros todos los días compramos y lo traemos fresco. En el supermercado te harán precio, pero es fruta atrasada», explica Jesús. Mientras que Henarseñala que «tienen que llevar la fruta más verde porque les tiene que aguantar más, es otro modo de trabajar, ni mejor ni peor, pero diferente».
Ante la pregunta de si el negocio tiene futuro, Jesús desvela que «por tener tiene, pero lo que no tiene son generaciones que quieran trabajar en ello. La calle es muy dura, en verano pasamos mucho calor y en invierno pasamos mucho frío». «Son trabajos que no los quiere nadie», añade Henar.
Pero no todo es malo, una de las clientas que se encontraba comprando se oía que ofrecía su lavabo por si lo necesitaban. «La gente es muy amable.Ya son muchos años y mucha confianza con ellos. Durante la pandemia también te ofrecían un bocadillo o un café», explica Jesús.
En invierno, señalan que abastecen al día alrededor de 80 clientes. A esto se añade la visita de los viernes por la mañana de los niños de tres y cuatro años del CEIP La Pradera de Valsaín, que acuden a su puesto a comprar el almuerzo. Sus profesoras, Rebeca y Lucía explican que se trata de una iniciativa del centro para que los pequeños conozcan el entorno. «El colegio trabaja para conocer lo que hay alrededor», revelan.
Tuti, una de las vecinas de Valsaín que también acude a comprar, explica que a pesar de haber una tienda en la localidad, compra en el camión porque los productos «son más baratos.
Ella realiza la compra para toda la semana a un coste de entre 40 y 50 euros y lamenta que haya subido el precio de los alimentos.
Si Jesús y Henarno acudieran a vender los viernes a Valsaín, Tuti revela que tendría que ir a comprar a La Granja, donde ya acude a comprar el pescado y la carne debido a que en Valsaín carecen de esos negocios.