Aurelio Martín

UNA COL

Aurelio Martín

Periodista


También son clientes...

30/01/2022

Si abandonamos la vorágine de la campaña electoral, con repercusión en el conjunto de la geografía española, aunque se trate de unos comicios autonómicos, o del clima casi prebélico en el norte de Europa,  descendiendo a lo cotidiano, observamos la cada vez más creciente protesta contra los servicios bancarios que se están ofreciendo y, sobre todo, el acceso a los mismos, abordado ya en otras oasiones, pero con poco efecto respecto a la posible solución. Ha tomado gran dimensión el creciente disgusto que están expresando los usuarios de la banca ante el recorte de servicios presenciales y su derivación a internet, lo que no ha sido bien acogido, principalmente entre los más mayores y en los pequeños municipios, donde se va profundizando en su vaciado.
La reducción de márgenes en los productos bancarios ha provocado la jubilación anticipada de miles de empleados y el cierre de sucursales, para desplazar todo el negocio a través de la red, con el consiguiente perjuicio para quien aún no se defiende bien en este entorno. 
El informe 'Evolución de la cohesión social y consecuencias de la Covid-19 en España', elaborado por Cáritas y la Fundación Foessa (Fomento de Estudios Sociales y de la Sociología Aplicada), puso de relieve que el apagón digital afecta al 35% de la población, en parte por no disponer de los aparatos necesarios, pero, sobre todo, por carecer de una conexión adecuada (21%) o de las habilidades para su manejo (29%).  Este apagón digital lo sufren más de 1,8 millones de hogares.
Ya supera las 400.000 firmas una petición para que haya atención humana en las sucursales bancarias, bajo el lema 'las personas mayores también somos clientes', aunque no solo es este colectivo el que se ha visto perjudicado, por no hablar ya de quien ha padecido los efectos de la integración de Bankia en Caixabank.  Esta transición ha sido un quebradero de cabeza, tanto para quien ha tenido que ir a estampar de nuevo su firma, como para los empleados que debían de atender a los clientes, incluso se ha traducido en que haya habido retiradas de cuentas, cuyo número es difícil de conocer porque se trata de un dato interno que no se facilita, aunque quien haya trasladado su dinero a otra entidad no verá mejoras en cuanto al problema, salvo que toda la banca atienda la llamada del Gobierno y tome medidas.
Es complejo pagar recibos o tasas municipales, si no hay domiciliación, o resolver dudas y hacer gestiones al ser casi imposible contar con un empleado para poder hablar de un problema específico. En el mejor de los casos, con horarios muy restringidos, esto se producirá después de guardar una larga cola de personas enojadas porque, al fin y al cabo, son gestiones relacionadas con el dinero que ellos tienen en ese banco que les ha abandonado. La sociedad se merece un trato más humano en éste y otros asuntos, ya no solo hay fatiga pandémica, sino hartazgo a muchos niveles, pero parece difícil que esto se pueda producir.