«Penélope Cruz y yo seríamos grandes amigas»

Sergio Arribas
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A principios de los setenta, Maite Hernangómez dejó los estudios de Medicina para cursar Arte Dramático en París y establecerse después en Polonia, antes de aterrizar en Segovia, donde ha dirigido el Taller Municipal de Teatro (TMT) durante 36 años.

«Penélope Cruz y yo seríamos grandes amigas»

Maite no para, tiene una agenda completa, hasta el punto que, a su pesar, llegó tarde a nuestra cita. Ningún reproche. Actriz, directora teatral, escritora... «Eres un torbellino», me atrevo a decirla, calificativo que apuntala con el apodo que le pusieron en su juventud en Polonia. «Sí, sí, allí me llamaban muellecito», confiesa.

¡Cómo pasa el tiempo! Una de mis primeras entrevistas se la hice a usted. ¡Hace 20 años! La recuerdo como un torbellino de talento, humor, vitalidad….
Me gusta lo de torbellino. ¿Sabe cómo me llamaban en 1977 en Polonia cuando trabajé con Grotowski, el director teatral? Me llamaban muellecito (se ríe). Y bruja, en el buen sentido, claro.

Echando la vista atrás, no se equivocó cuando dejó la Medicina (estudió tres años) para sumergirse en el mundo del teatro…
Mientras estudiaba Medicina, que fueron cuatro años, en la Complutense trabajé con José Luis Alonso de Santos con su compañía ‘El Teatro Libre’. Luego dejé Medicina y me fue a estudiar teatro a París. Nos daba tiempo a divertirnos, estudiar, a ir al cine, teatro….e hincar los codos, sobre todo para aprobar la fisiología, que me costaba más que la anatomía. Por aquel entonces no me gustaba mucho el ambiente egocéntrico, competitivo y narcisista del mundo del teatro. Pero, por fortuna, eso ha cambiado o, quizá haya cambiado yo.

Sus cuatro abuelos, de Muñopedro, aunque nació en Barajas, en el pueblo junto al aeropuerto.
Mi infancia transcurrió en una granja que ahora yace bajo las pistas de la terminal 4. Mi padre era mecánico de aviación. Era gracioso, porque estábamos en pleno campo, tienes animales, huertas.. y al mismo tiempo aviones. Nos encantaba en verano subir a dormir a la terraza que teníamos en lo alto de la casa. Estábamos oyendo los pajarito y de repente… ¡Un Jumbo! ¡Era la leche! ¡Y nosotros saludábamos a los pasajeros! Sí, me pasé la infancia mirando al cielo.

Con 21 años, en 1973 se marchó a París a estudiar Arte Dramático. ¿Locuras de juventud?
No fue una locura. Tuve que decidir, reflexione y me dije: «¿Tú te ves curando a la gente?», pensé. Y me dije, pues no, porque la gente se cura sola. ¡Que me perdonen los médicos!

¡La Bóheme parisina¡ ¡Pienso en el temazo de Charles Aznavour! ¿Quedaba algo del mayo del 68?
¡Toma que quedaba!, como que yo estuve en la universidad de Vincennes-Saint Denis, creada a raíz de las revueltas de mayo del 68. Todo el tiempo estábamos viendo los mejores espectáculos, las mejores exposiciones…. Estábamos en el centro del arte y de la cultura. Sueño muchas veces que estoy en París, simplemente por ir. 

Con 25 años, hizo su primer viaje a Polonia, al otro lado del ‘Telón de Acero’ y conoció al director de teatro Jerzy Marian Grotowski y su ¡Teatro Laboratorium! Y el experimento funcionó…
Es uno de los grandes del teatro de la segunda mitad del siglo XX. Primero le conocí en el sur Francia y estuve con ellos. Y me invitaron a ir a Polonia. El tren que iba a Moscú y pasaba por Berlín.. ¡era tremendo! ¡El Telón de Acero¡ ¡Imaginése pasar las fronteras en aquel momento! Ibas con una invitación del gobierno polaco. Polonia me impactó, fue un punto de inflexión fuertísimo, me cambió la vida. Estoy escribiendo ahora una novela, que arranca en 1977 en Polonia, con tintes autobiográficos. No había coches, escaparates.. pero a nivel cultural, era increíbles. Ellos me hacían recitar a García Lorca y yo no conocía a muchos de nuestros escritores.

Un último retazo a su devenir vital… en 1984 llegan a Segovia y ponen en marcha el Taller Municipal de Teatro...
Es un poco milagroso que sigamos aquí. A veces era difícil con la parte política. Desde el año 1984 hasta junio de 2000. Luego montamos Caleidoscopio y cuatro años después retomamos el Taller. Son 36 años de trabajo.

Entre sus alumnos, directora Ana Zamora, el actor Luis Callejo, el dramaturgo Carlos Rod y sus hijas Malgosia y Ana Szkandera. ¿qué les inoculó para elegir la profesión?
¡Y la gente de Mutis, por ejemplo!  La gente tiene que ser libre para elegir su profesión. Cuando tienes que esforzarte en la vida en cualquier profesión, pues mejor en la que te gusta ¿o no? Los jovencitos que venían, con 13 ó 14 años,recibían clases y luego nos iban a ver, a nosotros, a sus profesores, al teatro, porque teníamos nuestra compañía. Era muy contagioso. Me han visto como actriz, no solo como directora, y han visto que esto es un oficio. Lo tenían y lo podían vivir: tiempo, lugar y gente.

¿Qué papel no haría jamás?
Haría cualquier papel. A los personajes no les juzgamos. Incómoda no te puedes sentir con ninguno, tienes que apropiártelo. Si hay una palabra o frase, dentro de un texto teatral, que estás deseando pasar porque no te encuentras cómoda, ahí tienes que pararte, reflexionar y buscar las razones y qué trabajo tienes que hacer para hacer ese texto tuyo. A mis actores siempre les digo que tienen que ser muy honestos.

Para dedicarse al teatro, ¿uno tiene que ser un sin-vergüenza?
Eso no es verdad, simplemente es una cuestión de concentración. Se tiene la falsa idea de que los actores no somos tímidos, no es verdad. Puedes ser tímido o no, lo que tienes que hacer es concentrarte en tu trabajo. 

¿Un tímido puede ser un gran actor?
Yo soy una tímida. Con los años uno se relaja y la parte social aflora. Siempre he sido y soy educada, pero con los años, ya hay cosas que a una le importan un pepino. Eso del que dirán.. para eso siempre he sido muy libre.

Un diálogo de obra teatral o cinematográfica que le ponga la carne de gallina…
¡Ufff! Me impresiona mucho Shakespeare, me conmueven profundamente sus textos y personajes.

Sobre el escenario, ¿es más difícil llorar o reir?
Hacer reir cuesta bastante, porque tienes que tener una gracia natural. Lo que no puedes es hacerte el gracioso o la graciosa porque eso es horroroso. O eres o no lo eres, pero hacértelo, no. Tener esa gracia, que es un duende, cuesta mucho. 

¿Y tiene usted ese duende?
Tengo bastante chispa (se ríe), me gusta la comedia, pero tengo una vena dramática fuerte.

¿Alguna manía antes de enfrentarse al público?
Me tengo que concentrar. Ahí me molesta todo el mundo. Necesito estar sola en el camerino y que nadie me hable.

¿Algún desnudo por exigencia del guión?
Ay, no, no, no…. No me ha sucedido nunca, pero si lo tuviera que hacer lo haría, pero, eso sí, solo si tiene sentido.

¿Qué político ganaría un Goya a la mejor interpretación?
No le puedo decir. Creo que vivimos en una sociedad cada vez más bipolarizada, que parece que es «o conmigo o contra mí». Soy persona de ideas progresistas, pero tengo mucho respeto a todo, menos a los fascismos.

¿Qué actor o actriz le resulta insoportable?
Ninguno, la verdad. Es que los actores y actrices lo están haciendo muy bien en este país y cada vez lo hacen mejor. En mi generación e incluso más mayores había formar estereotipadas de interpretar un texto. Había gente que chirriaba, que lo cantaba, con toniquete, y algunos muy famosos. Pero eso no está pasando ahora. Eso sí, no se porqué en el cine español a veces no se entiende bien el texto.

Llegó a grabar un disco de canciones sefarditas con María Escribano. ¿Para cuándo un musical, sefardí o no?
No se hacer musicales, aunque me encantaría. Siempre he cantado bien y me ha gustado. Si tuviera 20 años hubiera podido ser una actriz de musicales. 

¿A quién invitaría a cenar?
Penélope Cruz me fascina. ¡Me encanta ella entera! ¡Tiene el don! ¡Tiene gracia por dentro! Me gustaría mucho invitarla y conocerla personalmente. ¡Me gusta esa mujer, como actriz y como persona! Creo que me llevaría bien con ella, que seríamos buenas amigas

¿Qué pregunta me haría?
¿Le gusta su trabajo?

Pues sí, a veces hasta me encanta.
Se le nota (sonríe).