El cuento de la España vacía

Sergio Arribas
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Jorge y su familia se rebelan contra la despoblación del medio rural y regresan a vivir a Vallelado, donde él ha escrito 'Cocoroto', un libro ilustrado de literatura infantil que enseña a superar las limitaciones.

Jorge Aranda, en Vallelado, con un ejemplar de su cuento 'Cocoroto'. - Foto: D.S.

¿De verdad que os vais a vivir a un pueblo de 700 habitantes? Algunos de los compañeros de Jorge y Estela les lanzaban la pregunta a la pareja, presos del vértigo que supone cambiar una ciudad cosmopolita como Palma de Mallorca, de 400.000 habitantes, a una pequeña localidad de la provincia de Segovia, Vallelado, conocido por sus afamados ‘ajos blancos’ y la enorme afición de sus vecinos por el juego de la pelota a mano. Jorge Aranda, de 37 años, era natural del pueblo, al igual que su mujer, y este regreso al mundo rural, con «abismales» diferencias con la capital balear, procedía de una decisión largamente anhelada.

«Siempre hemos querido vivir aquí, en Vallelado, queríamos que nuestros dos hijos crearan ese vínculo que teníamos con el pueblo y que nos ha hecho volver», explica Jorge, ingeniero informático. Con apenas diez años salió del pueblo con su familia para vivir a Olmedo. Después ha vivido en Valladolid, diez años en Huesca y los dos últimos en Palma de Mallorca.

Este itinerario vital respondía a los destinos marcados por los proyectos que tenía la empresa para la que trabaja este ingeniero informático, profesión que comparte con su esposa Estela. «Cuando nos aceptaron el teletrabajo», Vallelado se convirtió en el siguiente destino de la pareja. Para cumplir el propósito, la conexión a internet era clave y aunque en el pueblo la infraestructura y señal «ahora es regular» —tienen contratadas varias líneas para poder trabajar— «ya están empezando a instalar la fibra óptica».

Cocoroto, el pequeño polluelo protagonista de la historia.Cocoroto, el pequeño polluelo protagonista de la historia. - Foto: D.S.

«Queríamos criar a nuestros hijos, Hugo y Unai, de 4 y 1 años de edad, en el mismo entorno en el que nos habíamos criado y demostrar con ello que es posible una vida rural diferente y de futuro», subraya.

En el pueblo Jorge ha podido, además, cumplir otro deseo, la de escribir y publicar su primer cuento infantil, que lleva por título ‘Cocoroto’ y que, según su autor, trata de enseñar a los más pequeños valores como la amistad, la aceptación de las diferencias y la superación de las limitaciones.

«Ahora que está tan de moda el tema de la España vacía, este cuento está escrito desde lo más profundo de esa España. No es fácil darlo a conocer, ya que desde los pueblos tenemos muy limitado el acceso a ciertos servicios que nos pueden ayudar a difundir nuestras apuestas culturales, que las hay, y a nivel local llegamos a un número muy pequeño de personas».

Portada del libro, disponible en Amazon y en librerías de Cuéllar, Iscar y Vallelado.Portada del libro, disponible en Amazon y en librerías de Cuéllar, Iscar y Vallelado. - Foto: D.S.

El cuento infantil ha sido autoeditado gracias a la plataforma Amazon, donde puede adquirirse, al igual que en librerías de Cuéllar, Iscar y Vallelado. Con ilustraciones del malagueño Juanjo Jiménez, ‘Cocoroto’ cuenta la historia de un pequeño pollito que, por su tamaño, sufre las burlas de sus compañeros, hasta que se ven encerrados en una jaula y alguien, insospechado, les tiene que ayudar a salir de su cautiverio.

«Es una historia divertida, sencilla, que deja las puertas abiertas al contador del cuento para enlazar situaciones con problemas de la vida cotidiana», comenta Jorge, que se embarcó en esta «aventura» a raíz de las historias que, cada noche, se inventaba para contar y dormir a sus hijos. «Siempre me gustó leer, pero el trabajo y las obligaciones familiares me lo impedían. Al final he suplido esa necesidad de lectura con la necesidad que tienen mis hijos y sobrinos de escuchar historias. Ya no leo, cuento historias», dice. A diario Jorge inventaba dos o tres historias; aunque de aquel ramillete al final siempre le pedían que repitiera las mismas, una de ellas, la historia de Cocoroto, que el padre llegó a contar, con gran éxito, en el colegio de Vallelado. 

«Me decían que querían comprar el cuento, pero claro, el libro no existía», explica el novel escritor de literatura infantil, que espera publicar otras dos historias para niños el próximo año, mientras que su libro de poemas, que escribe desde hace varios años, «no es para un futuro inmediato».

Lo que no es cuento, sino una realidad, es la despoblación del medio rural, contra lo que se han rebelado Jorge y su familia. «A los pueblos solo los defienden la gente que vive o desciende de ellos y cada vez son menos. A los políticos y compañía se les llena la boca pero no plantean ninguna solución».

«Nos lo ponen difícil». En este camino inverso —de la gran ciudad al pueblo— Jorge no ha tenido ayudas. «Ha sido más un empeño personal. Si hay que llenar la España vacía, nosotros la llenamos, creemos y queremos una vida en el pueblo», dice. «Nos lo ponen difícil. La conexión a internet no es buena, tampoco las comunicaciones, las consultas médicas son solo unos días a la semana…. Hay carencias, aunque si uno quiere, puede».

Aunque «nada tiene que ver» la vida en Palma con la de Vallelado, «empezando por el clima», Jorge defiende que el pueblo ofrece oportunidades para establecerse. Sus niños van al colegio de Vallelado —tiene ahora unos 30 alumnos—, donde se ofrecen, además, «muchas actividades extraescolares». Pueden acudir a la escuela infantil de pala (pelota). También pueden aprender inglés o música, en tanto que Cuéllar está «a diez minutos» e Iscar a menos de un cuarto de hora. «Tardo menos en llevar a mis hijos a la piscina que cuando vivía en Palma», apunta Jorge, que confiesa cómo su asentamiento en Vallelado, donde el matrimonio tiene varios familiares, ha sido muy bien acogido por el resto de los vecinos, que «se alegran» de que familias con niños pequeños entren a formar parte del censo de la localidad.

«En el pueblo se puede vivir perfectamente. Somos nosotros los que nos creamos nuestros miedos. A mis niños les veo muy felices», concluye Jorge.