Ignacio Fernández

Ignacio Fernández

Periodista


Maniqueos

24/09/2020

Una pandemia es un fenómeno de la naturaleza trágico que nos desnuda como sociedad. Y uno de los mayores sinsabores que estamos experimentando -hablo por mi- es comprobar la ineficiencia de la contienda partidaria para superar estas desgracias. La dinámica frentista, el placebo populista de “conmigo la salvación con el otro un desastre” está propiciando situaciones tan perjudiciales como las que se viven estos días en Madrid. Acomodados en una tesitura que no ha parecido ERTE alguno -no se conocen entre políticos de ninguna institución a pesar de que algunas, como las parlamentarias, están bajo mínimos-, algunos mandamases parecen entretenerse en el combate no para la resolución de los problemas sino para la consolidación de sus posiciones, la mejora de su reputación e incluso de su propia autoestima.

Pero estamos a tiempo: la enmienda de este tipo de política de viejo cuño y cortas miras no es sólo una exigencia del momento sino una gran oportunidad que se le presenta al sistema para su regeneración. La pandemia es un descomunal giro de guión para que las democracias modernas adquieran una dinámica más resultadista y que las singladuras de los gobiernos abandonen los tacticismos partidistas propios de las campañas electorales en pro de una nueva óptica, la de dar soluciones técnicas a los problemas prácticos y abordar las cuestiones ideológicas con altura de miras.

Dicho asi en tiempo corriente podría pensarse que se trata de un deseo vacuo fruto de una anomalía etílica o una ensoñación pueril causada por la impericia. Pero formular este deseo en tiempos del cólera es una especie de última voluntad, la de una sociedad herida que necesita una cura y no una disputa entre curanderos.