La ruta del chocolate

A.M.
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Benjamín Redondo revela en un libro la tradición de la elaboración de este producto derivado del cacao

Una de las máquinas originales de la fábrica de Miguelañez, junto a varias etiquetas de tabletas elaboradas en Segovia - Foto: D.S.

El segoviano Benjamín Redondo, recurre a una cita de la ópera  'El soldado de Chocolate',  de 1908, del compositor vienés Oscar Strauss, por desgracia de actualidad, en la que un político le dice a otro: «Más vale comerse un chocolate que hacer la guerra» y matiza que «en estos días de estúpidos movimientos guerreros invitémosles [a los gobernantes] a tomar un chocolate».  

Fruto de una investigación de dos años, aprovechando el confinamiento, que había comenzado  por analizar el patrimonio industrial harinero de Castilla y León –silos, graneros, molinos de viento y fábricas de harina–, Redondo se dejó aconsejar por su compañero de algunas publicaciones Amador Marugán,  quien le informó de un anuario de la Diputación Provincial, fechado en el  año 1860,  se recoge que  Segovia contaba entonces con 14 molinos de cacao, con 16 operarios.  Ahí empezó la aventura que ha dado como resultado el libro 'La ruta por el chocolate de Castilla yLeón', editado por la Fundación Joaquín Díaz, de Urueña,  de 114 páginas y 250 imágenes, que se puede leer o descargar gratuitamente, en un homenaje a chocolateras y chocolateros «que tanto nos han mitigado las penas en este confinamiento», según su autor.

Y es que Benjamín Redondo, quien considera que su libro no tiene parangón en España ni posiblemente en el mundo, está convencido de las propiedades de este derivado del cacao que se probó por primera vez en esta Comunidad autónoma en la boda de la hija del conquistador Hernán Cortés (1485-1547), en Benavente, que llegó a Castilla junto con los frailes cistercienses que trajeron el cacao. No en vano,  las órdenes religiosas monacales eran las que controlaban las formas de hacer el chocolate y a los que no faltaba la semilla.  

Segovianas en un curso de formación antes de partir hacia Alemania para trabajar en una fábrica de chocolates Segovianas en un curso de formación antes de partir hacia Alemania para trabajar en una fábrica de chocolates - Foto: D.S.Para Redondo hablamos de un alimento «antioxidante, un antidepresivo natural que irradia felicidad, prolonga la juventud y, sobre todo, es un antídoto contra las penas y las heridas del alma». De ahí que, en el confinamiento él lo empleara para que le diera «un subidón», en los momentos más bajos, dadas las circunstancias. 

En su ruta por el chocolate, su autor hace un minucioso recorrido también por la fabricación de este producto en Segovia.  Ya en 1849 aparece la noticia de que Paulino Rodríguez tiene a la venta un abundante surtido de cacaos, azúcares y canelas de las mejores calidades, tanto en la plazuela del Azoguejo, como en la casa-comercio de Luis Prieto, en la Calle Real número 9.

En Miguelañez se encuentra la antiguas fábrica de chocolates, «la única línea de máquinas de este tipo completa que existe en el mundo». Su imagen de referencia era el Acueducto de Segovia estampado en las tabletas. Fue fundada por José Herranz y Marina de Pedro, en 1946, y dio servicio durante cinco décadas a la población civil y militar. fue comprada por María Jesús Fuentes, propietaria de 'Casa Rural Atardeceres', que forma parte del conjunto arquitectónico de la fábrica y de las dos casas donde vivían los propietarios chocolateros. 

Sangarcía llegó a contar en el siglo XVII con cuatro molinos chocolateros, cuando era el granero de Madrid. Y Nieva fábricó el que llevaba la marca 'La Soterraña'.

También se elaboró en esta provinicia la ración individual de campaña de chocolate para los militares, presente en el ejército desde 1780, producto que impidió muchas bajas mortales al evitar la disentería. 

Y consta que en Villacastínel  propietario de un molino de chocolate lo alquilaba, en 1851. 

Cursos para trabajar en fábricas de Alemania 

Segovia no solo contó con numerosas fábricas de chocolate sino que envió mano de obra de mujeres de la tierra a la compañía de alimentación alemana Bahlsen, con sede en Hanóver,  procedentes de municipios como Riaza, Cantalejo, Cuéllar, Nava, Coca o El Espinar, tras un curso realizado en 1963.

Benjamin Redondo –que entre el grupo se encontraban sus dos hermanas mellizas– lo cuenta en su libro sobre Nava de la Asunción donde comenta que, antes de partir hacia la fábrica de galletas y chocolates, que fue fundada en 1889, estas trabajadores de la provincia realizaron su formación durante un mes internas en un colegio de Segovia, aprendiendo las normas básicas de conducta, aseo o religión, y a contar y hablar lo suficiente de alemán como para manejarse en las líneas de fabricación. Balhsen sigue siendo la segunda fábrica más importante de Alemania y en la actualidad exporta a 80 países.