La muerte como punto de partida

Charo Barrios
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Nermin Yildirim trata en su obra 'Sin tocar' de conmover la conciencia del hombre por la crítica situación que está viviendo el planeta

La muerte como punto de partida

Escritora turca residente en Barcelona, Nermin Yildirim (las íes del apellido son sin puntos: la autora es turca) cree que publicar su novela en su país de adopción es como construir un nuevo hogar en un nuevo idioma.

«Descubrir que estaba destinada a morir supuso toda una conmoción». Así empieza Sin tocar (Bunker Books), la obra de Yildirim. Es una afirmación que puede parecer absurda, uno no debe sorprenderse al saber que va a morir, porque esa es la única verdad absoluta. Pero si alguien dice que morirás mañana, el horror se apodera de ti. Y, sin embargo, en la ficción que nos propone no falta el humor. «No es difícil narrar acontecimientos dolorosos con un lenguaje doloroso. Elegí contar lo doloroso con humor, porque creo que la risa es una forma de resistencia social, individual y política. El humor es una de las herramientas más importantes de la crítica. En esta época debemos aferrarnos a ella».

Natural de Bursa, aunque vive en la Ciudad Condal desde hace 10 años, escribe en su idioma natal y deja que otros se encarguen de verter sus historias a la lengua de destino, un proceso que genera «emociones fuertes». «No se acostumbra una a que sus novelas lleguen a personas de otras partes del mundo». Pero, entre todas, la traducción al español, sin duda, le emociona más porque le devuelve las sensaciones iniciales, las que la invadieron cuando su primera novela fue publicada en su patria. «Entonces era una escritora primeriza cuyo nombre no era conocido. No tenía grandes sueños tampoco. Sentí mucha alegría, sorpresa y miedo porque las vidas que escribí y construí a puerta cerrada hasta ese momento serían conocidas por otros, por primera vez». 

También para su familia y sus amigos era un gran descubrimiento  al  leer lo que escribía y descubrir tramas y personajes a los que ha creado sola durante años. 

Una sensación hermosa y extraña, pero que no duró mucho. Ahora, siete novelas y muchos premios después, la aventura entra en un nuevo estadio. La autora tiene una vida en España, pero aquí nunca he existido como escritora, salvo por alguna entrevista o evento. «No había nadie leyendo ninguna de mis frases, ni siquiera entre mis amigos ni entre mi familia». Ahora vuelve a sentirse como aquella novelista novata, una emoción preciosa que había perdido. «La publicación de mi libro en el país donde vivo es como construir un nuevo hogar en un nuevo idioma. Una sensación fascinante».

Su obra está centrada en lo que representa para el ser humano la memoria. Memoria personal y social. Para entender a las personas que viven en sus novelas, mira la época en la que viven; y observa con detenimiento a cada individuo para entender sus circunstancias. Trata de ver la agitación social de la época detrás de ellos y las historias familiares, y seguidamente las mezcla. Es imposible, sostiene, entender quiénes somos sin ver el mundo que nos moldea. 

Primer pecado

La protagonista de Sin tocar se llama Adulete, Justicia en turco. Cuando se entera de que va a morir, empieza a pensar en su primer pecado, pero engaña a la muerte y empieza otro viaje, uno en el que aspira a compensar aquel grave yerro: recorrerá un mundo plenamente injusto para, a su manera, hacer justicia.

El país donde vive y las ciudades que visita no están en el mapa, aunque está claro que habla de Turquía. Por otro lado, teniendo en cuenta que el mundo está pasando por procesos similares, también se percibe que tiene aspectos muy claros centrados en España y otras partes del mundo desde un sentido universal que afecta a todos los habitantes del planeta. 

En este sentido, la escritora crea lugares comunes y muestra también las soluciones que presenta son comunes e, incluso, también «colectivas».

Asombra a Nermin Yildirim lo mucho que le preguntan por qué escribió una novela sobre la culpa, y no sobre el crimen. La respuesta, asegura, es simple. «Como planeta, lo pasamos mal: demasiadas muertes, destrucción, demasiado dolor... Sufría como la mayoría de la gente, y estaba creciendo en ella el sentimiento de una culpa desconocida,  de vergüenza». 

Ella, como la mayoría de nosotros, no ha cometido un gran crimen, y no puede hacer nada contra los asesinatos, los abusos sexuales y las injusticias. «Me di cuenta de que nuestro sentido de culpa podría deberse no a lo que hacemos, sino a lo que no hacemos o no podemos hacer». Mientras pensaba en todo esto, o más exactamente, cuando lo empezó a sentir como una verdad irrefutable y dolorosa, surgió la historia: la justicia que ha escrito nació en respuesta a la injusticia de la que era parte al guardar silencio.