Editorial

A Sánchez le dura menos de un día su detrítico argumento para los indultos

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Recibidos por la alta representación de las instituciones catalanas, jaleados como un mito vernáculo y armados de un gesto torvo y desafiante. Eso recogen las imágenes de la salida de la cárcel de los políticos condenados por sedición y malversación de fondos indultados por el Gobierno de Pedro Sánchez. La afrenta presidencial escaló a posiciones ignotas en el ‘día I’, el martes 22 de junio de 2021, el día en el que el Gobierno que juró velar y hacer valer los valores constitucionales y proteger a todos los españoles por igual abrió una sima en el sistema cuyo fondo ni siquiera se intuye. Defendió el Ejecutivo que la medida de gracia estaba teledirigida a fomentar la concordia y condicionada a la obligación de no reincidir. Pues bien, en apenas unas horas, los indultados ya le han explicado a Sánchez, a toda Cataluña, a España y a Europa que no dan un paso atrás. Que su determinación de empujar a Cataluña a su república fabulada no ha amainado. Muy al contrario, arrecia con el viento de cola que sopla un Gobierno sometido por sus pactos de investidura y gobierno.

Olvidó Sánchez que más de la mitad de los catalanes viven un infierno social en el que el secesionismo, captor de las instituciones y sus instrumentos, impone una suerte de apartheid de profundas y tremendas consecuencias para quienes no comulgan con su causa. Para ellos no hay medidas de gracia ni polinización de la concordia. Para ellos hay abandono y silencio. Y fue más allá. Que Sánchez haga exactamente lo contrario que predicó con pudibundez cuando obraba en la oposición no significa nada. La autodevaluación del discurso presidencial es ya plena por reiterativa, pero de ahí a acusar al Tribunal Supremo y a la Fiscalía de carecer de «visión política» por oponerse de plano a la concesión de unos indultos que van a ser queroseno en la hoguera de la convivencia, va un abismo. Interpretan Pedro Sánchez y su nuevo PSOE, en el que únicamente parece permanecer ya en la senda de la cordura el presidente de Castilla La Mancha, Emiliano García Page, que la Justicia debe estar al quite de su conveniencia política. Tan dramático como inaceptable.

En su tangencial interpretación de la convivencia, carente de toda alusión a la igualdad de derechos y obligaciones, el presidente posterga las consecuencias de sus actos con un movimiento que pronto se demostrará inútil y de imposible retroactividad. El secesionismo interpreta la liberación de sus condenados como una aplastante victoria, y la cara b de una victoria siempre es la derrota de un enemigo. Ese enemigo, en la retórica del bloque separatista en el que conviven antisistema, burgueses de primera hora y republicanos, es España. Con su Gobierno, ahora derrotado, al frente.