Rafael Torres

FIRMA SINDICADA

Rafael Torres

Periodista y escritor


Ni casa de socorro

03/12/2020

Por no tener, la nave que ha inaugurado Díaz Ayuso no tiene ni lo que tenían las humildísimas Casas de Socorro, que servían lo mismo para un roto que para un descosido, literalmente. También la presidenta de la Comunidad de Madrid asegura, a falta de otro plan y de otro propósito, que su juguete vagamente hospitalario de 100 millones de euros puede valer algún día para cualquier cosa, pero para lo que no vale ni valdrá nunca es para mejorar ni un adarme la paupérrima atención sanitaria que reciben de su gobierno regional los madrileños.

Algunas Casas de Socorro, aquellos establecimientos municipales de barrio y casi de beneficencia, disponían de quirófano. Es más, no fueron pocas las que, con el tiempo, se convirtieron directamente en Equipos Quirúrgicos de urgencia, activos las 24 horas, y uno, que va teniendo una edad, usó de sus servicios alguna vez para sí o para amigos y familiares en apuros. El presunto Hospital de Emergencias, o de Pandemias que se decía al principio, de Isabel Díaz Ayuso, no tiene ni un triste quirófano, pero tampoco tiene médicos, ni enfermeras, ni celadores, ni pacientes, y seguramente nada de lo que un hospital debe tener para serlo: laboratorios, habitaciones, tabiques, baños, cocina, lavandería...

La nave poligonera que ha inaugurado Ayuso no es un hospital, es una burla. Un sumidero de millones retraídos de donde son necesarios, la atención primaria, la contratación en condiciones laborales honorables de personal sanitario suficiente. Los madrileños tienen ahora, aunque ni siquiera terminado, un flamante decorado que figura ser un hospital, pero si se ponen malos, enfermos de cualquier cosa, les seguirá costando dios y ayuda que su médico de cabecera se ocupe de él, no digamos un especialista. 40, 50, 60 pacientes en un día atienden, es un decir, los médicos de los ambulatorios madrileños, que por mucha voluntad que le echen y mucho ojo clínico que tengan, vuelven a su casa tras las extenuantes jornadas de trabajo con la amargura de la frustración profesional en la conciencia.

Las pobres Casas de Socorro, con sus paredes desconchadas, su frío y su olor a desinfectantes, atendían a las personas. El pseudo-hospital de 100 millones de Ayuso, no. No atiende sino a la megalomanía de quienes, designados para el servicio de la ciudadanía, se sirven de ella para sus ambiciones políticas y sus delirios personales. ¿Médicos? ¿Quirófanos? ¡Qué tontería! Si el propósito de la presidenta de la Comunidad de Madrid era asombrar al mundo, lo ha conseguido.